Taemin respiró hondo, y se imaginó como una de esas chicas que, en medio de los autos, dan la salida en las carreras y… de pronto se echó a reír fuertemente. 

Minho y el enorme hombre se quedaron boquiabiertos. 

—Escucha, cariño, estoy seguro de que este hombre no pretendía hacerme daño —comenzó a decir Tae esforzándose por reír una vez más y dándole unos golpecitos a Choi en el brazo—. Además, sabes muy bien que no debes pelear con civiles —luego, volviéndose hacia Akebono, le confió en voz baja—. No sería justo, ¿sabes? Mi marido podría matar a un hombre de veinte maneras diferentes… y sólo con las manos —añadió haciendo un chasquido con los dedos. 

Akebono se puso pálido. Sus ojos miraron a un lado y a otro, buscando una salida. Taemin aprovechó para señalarla rápidamente, rogando en silencio que su mentira fuera creíble. 

—En serio, no le hagas caso —continuó Taemin advirtiendo al hombre—. Está un poco nervioso estos días porque… —sonrió levantando la sillita de Minhyuk—… bueno, tuve al bebé hace una semana, y desde entonces no… bueno, ya sabes… no… —le hizo unas formas con las manos y dedos.

Taemin le guiñó un ojo a Akebono mirando la entrepierna de Minho. Éste, sintiéndose aludido, abrió la boca asombrado. Akebono observó a Taemin y luego a Minho, muy despacio.

Choi permanecía inmóvil, sonrojado. Como un tonto, pensó Choi. 

Taemin no necesitaba de su protección. Era él quien iba a sacarlos de aquella situación. Y sin un solo golpe. Lo cual, en realidad, era lo mejor. Al menos para su vida. De otro modo aquella segunda oportunidad que se le había brindado sería la más corta de la historia. 

La adrenalina de Minho comenzó a correr por la sangre más lentamente, y la furia que lo había poseído a desaparecer. Minho dejó caer los puños a los lados. 
Los labios de Akebono comenzaron a temblar hasta que se le abrió la boca, soltando de pronto una carcajada. Una mano gigante cayó entonces sobre el hombro de Minho, mandandolo prácticamente al otro lado de la cafetería. 

—Bueno, chico —exclamó el enorme hombre en tono jovial, sustituyendo el antagonismo por la solidaridad—, ya comprendo por qué estás así, pero cálmate. Tienes un hijo precioso, y tu chico no va a estar fuera de juego eternamente —rió dándole otra palmada. 

—Minho —lo llamó Taemin. 

Aquella forma de pronunciar su nombre era como una caricia, pensó Choi medio en sueños, perdiendo todo interés por Akebono.

Entonces Taemin le pasó la sillita de Minhyuk. Debía de saber que no podía pelearse con una sola mano. 

—Ven, cariño —añadió él con ojos suplicantes. El calor que irradio de su mano al contacto lo excitó, alertó todas las fibras de su cuerpo—. Vamos.

—Está bien —asintió Choi jurando para sus adentros al ver a Akebono echarse a reír. Pero si uno podía jugar a aquel juego el otro también, reflexionó Minho deslizando un brazo por debajo de la nuca de Lee—. Lo que tú digas, cariño —murmuró tirando de él para abrazarlo y besarlo. 

Primero suavemente, después, con pasión. Profundamente. 

Al soltarlo, Choi se tambaleó. Pero también él perdió el equilibrio, observó Minho satisfecho. Luego miró a Akebono y asintió con simpatía, guiando a Taemin fuera de la cafetería con una mano posesiva sobre su espalda. Lo llevó directamente al auto. Sin decir palabra. 

Estaba ocupado perdiendo la cabeza. Otra vez. Y revisando su participación en el juego. Otra vez. Porque, al fin y al cabo, una retirada a tiempo era una victoria. Los besos de Lee Taemin lo descolocaban, lo hacían temblar de deseo de la cabeza a los pies. 
Ardía en deseos por enredar los dedos en aquel cabello, se confesó. Ardía en deseos en aquel mismo instante, en aquel preciso lugar, por tirar de él y besarlo apasionadamente, por deslizar las manos por aquella leve curva de la cintura y por aquel torso hasta alcanzar uno de sus pezones, lamerlo y hacerlo, a él también, temblar de deseo. Entonces se lo llevaría a la cama, a uno de esos hoteles que habían estado frecuentando.

Con Minhyuk.

Con un bebé de sólo una semana. ¿Acaso estaba loco? Tenía que dejar de besarlo, dejar de desearlo todo el tiempo y en cualquier posición, eran hombres y nunca se había sentido tan atraído por uno, siendo Taemin el único en despertar ese deseo sexual.  Especialmente imaginarselo con él encima, con el pelo revuelto y sedoso… Era peligroso ceder el corazón, lo sabía por experiencia. ¿Cómo podía entonces mostrarse tan posesivo con alguien a quien sólo conocía desde hacía una semana?, se preguntó. 

Minho apartó la mano de la espalda de Taemin. Abrió el auto. No confiaba en sí mismo lo suficiente como para decir nada, así que no dijo nada. Simplemente ajustó la sillita de Minhyuk al asiento de atrás. Y condujo como si se lo llevara el viento. 

Habían hecho un trato, seis semanas de descanso para Taemin y seis semanas de rol de padre para Minho.

O se deshacía de su ferviente deseo por Lee o no podía considerarse mejor que Akebono. Se los llevaría a su casa y, una vez allí, se resguardaría en su propia oficina durante una semana o dos. Volvería a su rutina, a su vida segura y vacía. No era un gran cambio para un hombre al que se le había concedido una segunda oportunidad, pero no quería ser la causa de aquellas sombras en los ojos azules de Taemin. 

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Bueno, hasta aquí les dejó. Espero se encuentren bien.
Se les quiere mucho, y les mando mucho love 💕😉

Un Chico EnigmáticoWhere stories live. Discover now