mr. sangster. || dylmas

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AVISO: Smut | top!thomas

Desde el primer día en el que pisé por primera vez el despacho del señor Sangster, supe que había algo que no le gustaba de mí.

Era absolutamente ilógica la manera en la que me asesinaba con la mirada durante los primeros minutos de la entrevista de trabajo. Solo sabiendo mi nombre y mi apariencia parecía tratarme con despecho. Recuerdo que tomó mi currículum, le echó un vistazo rápido, lo tiró sin cuidado en el escritorio y subió sus piernas a este mientras esperaba con los brazos cruzados a que yo tomara la palabra, a pesar de que él era el que me tenía que entrevistar.

Se mordía la uña del dedo índice y no paraba de mirarme de arriba a abajo mientras yo intentaba no tartamudear demasiado y contarle con lujo de detalles lo que podría ofrecerle a la empresa.

En los tres meses que llevaba trabajando allí, nada había cambiado. A día de hoy, intentaba no pasar demasiado tiempo en su oficina, e incluso cerca de ella. Realmente no entendía cuál era el problema conmigo, además, si tan mal empleado era y tan poco le gustaba, ¿por qué demonios me había contratado?

Mi compañero de mesa, Will, decía que le prestaba demasiada atención a cosas sin importancia y que él no notaba nada raro en el señor Sangster.

A decir verdad, estoy seguro de que Will no diría una sola mala palabra acerca de él ni aunque se lo pagaran. Bueno, ni él, ni nadie en la empresa. No solo todos tenían al hombre en un altar, lo cual era comprensible, ya que en cualquier momento podría despedir a alguien, pero también estaban todos enamorados del señor Sangster. Tanto mujeres como hombres.

Cuando el rubio venía a nuestra planta a anunciar algún comunicado, o a ayudar a alguien con un problema informático todo el mundo se quedaba mirando su culo si se agachaba, y su... Delantera, cuando pasaba por delante de ellos. Uno de los temas más recurrentes en la sala común a la hora del almuerzo era hablar sobre las ganas que tenían todos de dejarse manosear por las venosas, finas manos y los largos dedos del señor Sangster.

Claro que yo también lo veía atractivo. Pero me daba tanto miedo que prefería quedarme al margen y no hacerle ver que tenía ganas de sexo porque quizás me rompiera el culo en la cama por la ira que tenía acumulada.

" O'Brien, a mi oficina. "

Cuando escuché esas palabras salir por la boca del señor Sangster sentí mis ojos abrirse como platos y mis manos dejar caer mi boli debido al temblor de estas. Miré a la puerta de cristal, por la que ya había desaparecido el rubio y luego mis ojos se posaron en Will, que estaba muriendo de la risa. Tenía tantas ganas de pegarle en ese momento, ¡se estaba divirtiendo con mi sufrimiento!

Tragué saliva y me levanté muy rápidamente de mi sitio para seguir al señor Sangster a su oficina. Le había alcanzado a mitad de camino y tenía que dar pasos enormes para seguirle el ritmo debido a lo largas que eran sus piernas.

Sí, ahora lo veía. Todo eso que decían los chicos y chicas de la oficina, el 'semblante sexy' del hombre, lo apretado que le quedaba el traje y los músculos que apretaban la tela de las mangas me hicieron sentir algo en mis pantalones. Gracias a Dios no se notaba mucho.

Pasamos un momento algo incómodo en el ascensor durante un minuto hasta que llegamos a la última planta del rascacielos, reservada para el señor Sangster, con paredes hechas de cristal que daban una hermosa vista de toda la ciudad desde arriba. Su enorme escritorio estaba situado en el centro de la sala, con su sillón reclinable acolchado prácticamente rogándole que se sentara en el.

Yo iba a sentarme en una, también muy cómoda, silla blanca en frente del señor Sangster. Mis piernas temblaban y se podía notar mi nerviosismo por la postura tan rígida en la que me encontraba mientras esperaba a que el hombre se acomodara delante de mí y me mirara a los ojos.

Dylmas/Newtmas One-Shots.Where stories live. Discover now