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Era a penas el primer día de Septiembre, se suponía que el clima debería de ser caliente, debería de hacer el calor infernal al que estaban acostumbrados. Debería de haber gente paseando en la playa, o algunas fogatas clandestinas que seguramente los guardacostas tendrían que encargarse de apagar. Aún era verano, seguro los jóvenes estarían ahí en alguna fiesta llenando su sistema con alcohol y música.

Incluso ella debería de estar ahí también, divirtiéndose con algún grupo de amigos, tomando ilegalmente bebidas alcohólicas a la luz de la luna. Enamorándose un poco más de su persona favorita, disfrutando los pequeños placeres de la vida mientras aún pudiera hacerlo, disfrutar de un clima agradable y de los últimos días que ese verano le podían brindar.

No era así, el clima parecía estar sincronizado con su estado de ánimo, eso sin duda lo pensó cuando el parabrisas de su automóvil comenzó a llenarse de las pequeñas gotas que le regalaba una nube.

Eran a penas los últimos días de ese verano, y ya habían aparecido los fuertes vientos y la agresiva lluvia, que en menos de un segundo se encargaba de hacer un completo caos en esa ciudad.

Sus manos casi perfectas, con el color de uñas adecuado, salmón, estaban sosteniendo con firmeza el volante del automóvil.

Había permanecido en la misma posición por lo menos una hora desde que subió a él, justo un minuto antes de que la lluvia comenzara a golpear con fuerza la ciudad.

Ella sólo quería correr de ahí, escapar a un nuevo lugar y refugiarse ahí hasta que todo terminara. Refugiarse en ese lugar hasta que su cuerpo se hiciera viejo, hasta que muriera y nadie más supiera jamás de ella.

Las gotas golpeando el parabrisas sólo ayudaban a que sus lágrimas fluyeran con mayor rapidez en sus ojos y luego humedecieran por completo su rostro. Los vidrios del automóvil cada vez estaban más empañados, demostrando el poco flujo de oxigeno que había dentro del auto.

Ahora todo era dióxido de carbono.

Ni siquiera se dio cuenta del momento en el que las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, ni siquiera se dio cuenta en qué momento había salido de ahí y había subido al auto. Tampoco podía saber por qué seguía el auto apagado y ella no estaba conduciendo con la esperanza de chocar en algún lugar y morir al instante.

Tal vez podría conducir a toda velocidad hasta la playa y adentrarse en las profundidades del mar para así desaparecer sin dejar huella.

¿Cómo podría ser tan cobarde y pensar en suicidarse en lugar de afrontar todos los problemas que ella misma había provocado?

Por más que deseara en ese momento morir, no podía hacer eso a nadie, no podía hacerle eso a la mujer que amaba.

Jamás debió ser tan idiota, debió de haber dejado las cosas como estaban antes de involucrarse por completo, antes de que todo estuviera hecho una mierda.

¿Cómo iba a sobrevivir después de ese día?

Un golpe en el cristal de su automóvil la hizo salir de sus pensamientos.

Se limpió las lágrimas en el momento en que la puerta se abrió y ese rostro tan familiar entrara al auto sentándose en el asiento del copiloto.

Ella ni siquiera volteo a verlo, sabía perfectamente de quien se trataba, y también lo que quería con ella.

"¿Estás bien?" le pregunto él.

Sólo asintió con la cabeza, siendo totalmente consciente de que no podría hablar si lo deseara gracias al nudo que invadía por completo su garganta.

Ella sabía que era totalmente una insensible. Ahí estaba él, preguntando si estaba bien cuando en realidad debería ser al revés. Ella debería estarle preguntando cómo se siente, cómo está, darle ánimos al pobre hombre y no sólo a él, su madre también lo merece.

Tantos años de amistad habían hecho que su madre se volviera prácticamente otra madre para ella. No podía ser ahora una completa insensible.

El silencio entre ambos sólo era interrumpido por las gotas que caía con mayor fuerza en el parabrisas.

Se aclaró la garganta y volteó a ver al chico "¿Cómo estás tú?" Preguntó en realidad queriendo escuchar una respuesta positiva "¿Cómo está ella?"

Él se encogió de hombros con la vista clavada en sus manos, jugueteaba lentamente con sus dedos sobre sus piernas.

"No lo sé." contesto después de varios segundos "Supongo que algún día iba a suceder, pero esperaba que fuera mucho después."

El chico dejo escapar un fuerte suspiro y ella pudo ver como las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, sabía que él se estaba esforzando por no llorar; él no quería que ella lo viera llorar.

Aún en esos momentos, él quería mantenerse fuerte para los dos.

"¿Qué va a suceder ahora?" pregunto ya sabiendo la respuesta.

Él volteó a verla por fin y dejó escapar un suspiro lento.

"Creo que ella quiere estar presente." Susurró él y tomo la mano de ella entre la suya "Tal vez debamos adelantar todo ¿No?"

Ambos se quedaron en silencio unos segundos más, antes de que fuera él quien se encargará de romper el silencio una vez más.

"Tal vez en dos semanas podríamos hacerlo, no tan grande como queríamos... pero lo suficiente para estar con nuestros amigos y nuestra familia"

El corazón de ella se detuvo por un segundo, ella deseando que lo hiciera para siempre.

No era lo que quería, no lo era para nada, pero debía de hacerlo. Sabía que se lo debía a la familia de él.

¿Por qué no podía simplemente aceptar la verdad?

¿Por qué tenía que renunciar a su propia felicidad?

Sus pensamientos comenzaban a dar miles de vueltas, no quería hacerlo, no quería terminar con la persona que más amaba en el mundo; pero estos se vieron interrumpidos cuando la primera lágrima escapo de los ojos del chico.

Él siempre había estado con ella, en cada una de sus locuras y ahora lo menos que podía hacer era corresponder el amor y apoyo que siempre le habían brindado a ella, tanto él, como la familia de ambos.

Asintió con la cabeza con pocos ánimos.

Era la única voluntad de la mujer, quería ver a su único hijo casado con la mujer que ella amaba como a una hija más.

Camila iba a hacerlo.

Iba a sacrificarse ella por cumplir la última voluntad de su futura suegra, quería que la mujer recién diagnosticada con cáncer terminal en su última fase estuviera feliz en sus últimos meses de vida.

Rachel Bell había sido una persona difícil en realidad, todos los que la conocían solían temerle un poco. Incluso Camila lo hacía cuando era pequeña, pero desde el momento en que ella y Alexander decidieron iniciar esa absurda y estúpida relación, la madre de él había considerado a Camila como la mujer ideal para su hijo y había cambiado por completo su trato hacía ella. Era dulce y tierna, era una madre más, era la suegra que toda mujer desea tener en algún momento.

Alexander le dio un beso en los labios a Camila, y sonríe bastante agradecido con ella. No quería hacerlo, amaba a Josué, pero más amaba a su madre y no iba a dejar que ella se fuera en sólo unos meses sin antes darle gusto por última vez. Volteó a ver a su futura esposa y asintió con la cabeza mientras abría la puerta del copiloto para regresar a la casa e iniciar con los planes de boda, una boda que tendría que celebrarse en dos semanas. Una boda que jamás deseo, pero que ahora anhelaba con toda el alma.

Camila soltó un suspiro cuando Alexander salió del automóvil dejándola sola con sus pensamientos y sólo el ruido de la lluvia para acompañarla en su dolor.

La modelo no tuvo otra más que resignarse a hacer lo que más había temido en los últimos días, y que ella misma se había convencido de que eso sería imposible; sin embargo, ahora Camila tendría que perder a Lauren para siempre.

With Me (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora