Había tenido suerte pero, ¿qué debía hacer? 

En parte deseaba olvidar aquella experiencia tan cercana a la muerte y volver a su rutina habitual, pero por otro lado algo en su ser lo llevaba a recordar lo que había descubierto, que su vida estaba vacía, que le faltaba algo. Sin embargo… Minho miró al techo indeciso. Sin embargo nada, continuó reflexionando en silencio. Sólo un tonto echaba a perder su segunda oportunidad, cualquiera sabría cómo llenar ese vacío interior. 

—Rayos —susurró. 

Seguía deseando un bebé, pero la biología no había cambiado nada durante los últimos seis años, para ser padre seguía necesitando la ayuda de una persona. Y, tras lo de Chung-ha, nunca volvería a confiar en una mujer lo suficiente como para compartir con ella aquella íntima unión. Lo cual significaba que Choi Minho nunca tendría un bebé. Pero había otras cosas en la vida. Encontrar a alguien en dificultades, ayudarlo… El consejo de su cuñada volvió a surgir en su mente. En cuanto volviera a Busan apadrinaría a una fundación para niños abandonados. 

—Bien, por fin te has despertado. 

Minho miró para arriba curvando ligeramente los labios en una sonrisa. Y de pronto toda su sensatez se evaporó al sentir una excitación explosiva y masculina más fuerte y repentina de lo que jamás hubiera experimentado. 

El ángel del día anterior estaba de pie, delante de él, con sus sensuales y generosos labios dulces y sonrientes. Hubiera deseado poder recorrer aquella boca con un dedo, con los labios, explorar aquella humedad, aquellas profundidades con la lengua… 
Atónito ante la intensidad de su deseo hacia un chico, Minho parpadeó. Y volvió a parpadear una vez más al observar la espesa cabellera de aquel ángel deslizarse por encima del hombro para acercarse a escasos centímetros de su rostro. Aquel pelo brillaba, su mano sentía la necesidad de tocar un sedoso mechón. 

—¿Cómo te encuentras? —preguntó él con los ojos azules llenos de preocupación. 

Muy vivo, muy hombre, y preparado para demostrártelo, hubiera querido responder. Minho trató de calmar su pulso acelerado y respiró hondo su fragancia, olía dulce, a jabón, a… chica, se extrañó. Aquella excitación era tan aguda que casi le dolía. Minho giró y se puso de lado en la cama para ocultar su reacción física. Cómo era posible sentirse así de excitado y más encima por un hombre. 

—Bien, joven… lo siento, no sé su nombre —musitó luchando desesperadamente por recuperar el control. 

Aquello no podía estar pasando con él, pensó. Pero le estaba ocurriendo. 

—Lee Taemin —contestó el joven mordiéndose el labio—. No, por favor, 
olvídate de ese nombre. 

—Lo que tú digas, Taemin. Has salvado mi vida. Las palabras parecen inútiles en un caso como éste pero,… gracias. 

No podía dejar de preguntarse si aquella piel sería tan suave como parecía. Minho se incorporó y se apoyó en un codo alargando una mano hacia su salvador. El chico dio un paso atrás. Bien, si él se alejaba quizá ahora pudiera comenzar a pensar con claridad, recapacitó apartando los ojos de su rostro angelical para mirarlo de arriba abajo. 

—¡Estás embarazado! 

—Creo que sí —contestó él sonriendo e invitándolo a compartir su felicidad. 

—¿Pero qué diablos estabas pensando anoche, Taemin? —exigió saber Minho sentándose sobre la cama y cerrando los puños con fuerza entre las sábanas—. ¡Podrías haber perdido al bebé! ¿Dónde diablos está tu pareja? ¿Qué clase de loco deja que su chico embarazado arriesgue su vida y la de un bebé que aún no ha nacido metiéndose en un torrente peligroso? Debería de haber… 

Un Chico EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora