✪La batalla (2)✪

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Y mientras el enemigo iba avanzando con su marcha. En el castillo del dios del caos todos los guerreros estaban preparándose para la guerra que se avecinaba.
El rey y su sucesor, estaban en la recámara de armas, con varios siervos afilando las armas de ambos para poder acabar más rápidamente con los enemigos a los que iban a enfrentarse.

El silencio reinaba en aquella estancia, Tuldirm y Tom aún no habían dicho nada al respecto de lo que estaba pasando. Solamente estaban ensimismados en sus tareas, preparando los posibles brebajes explosivos, además de los anillos protectores que les salvarían de puñaladas traperas.
El sonido de las armas siendo afiladas, poco a poco comenzó a opacar el silencio.
Pero, tras minutos, los siervos habían acabado, y sin tener que ayudar al rey y a su sucesor, pues estos ya se habían puesto su armadura ajustada a su forma física, con uno de los elementos más fuerte de su mundo, la Drakmantia...

Un elemento que solo era capaz de encontrarse en el territorio de los dioses del caos. Es decir, el territorio del rey Tuldirm. Una piedra única, que contenía una cantidad incalculable de maná, un elemento realmente complicado de romper como armadura, pero fácil para drenar el maná para crear los anillos protectores y maleable para la creación de armas y corazas protectoras para los ejércitos.
Había otras piedras repartidas por aquel mundo, piedras preciosas que podían ponerse a mano con la Drakmantia en poder y dureza. Pero sin duda, la Drakmantia era lo que representaba el reino del caos.

Para cuando el rey de cabellera azul y su sucesor de cabellera negra habían acabado, ambos dirigieron su mirada hacia una de las ventanas, observando el oscuro horizonte, y como una luna de sangre estaba mostrándose en la lejanía.
La hora cada vez se avecinaba, antes de que la luna rozase la línea del horizonte, ellos ya se encontrarían en el campo de batalla.

―Mir ―susurró Tuldirm con calma mientras arreglaba los guantes de su armadura, y allí el chico desvió su mirada de la ventana para ver a su antecesor―. Debes tener en cuenta que este mundo para los humanos es mortal, le empezará a matar poco a poco si nos descuidamos...

―Ella no se encuentra mal, ni está muriéndose ―dijo con calma el azabache para suspirar―. No sé qué es lo que tiene, pero, ella es especial, muy especial. Esta viva, y sin ningún daño.

―Solamente quiero que te hagas a la idea ―dijo con tranquilidad Tuldirm mientras suspiraba suavemente y miraba a Tom, apretando suavemente su puño al recordar las palabras de Killex y pronto puso su mano en el hombro ajeno―. Cuando la guerra acabe... tendremos que hablar seriamente.

―Ya me lo dijiste Tuldirm, últimamente, desde que empezó mi pacto con Caeli, te has comportado muy extraño. Conozco las leyes, y sé que no pueden hacerme nada si estoy con una humana y no tenemos un pacto.

El rey en ese momento solo pudo suspirar y tomar el puente de su nariz, molesto. Y pronto negó con la cabeza para mirar al azabache, con unos profundos ojos azules, tan fríos como el hielo, pero sabía lo que esa mirada significaba, él estaba preocupado. Y no poco, estaba sumamente preocupado por algo. Y Tom no entendía la razón, todo estaba saliendo medianamente bien -dejando de lado la guerra que se había creado por el trono y que su pareja estaba secuestrada-, poco a poco, las cosas iban tomando forma. ¿Qué era lo que le estaba preocupando tanto al dios del caos para hacer ese tipo de cara?

―Tuldirm... ―susurró el azabache y el sonido de los cuernos de guerra detuvieron a Tom. Y allí vio como el rey volvía a recuperar su mirada verdosa y pronto se giró en dirección a la puerta―. Tuldirm, espera, quieres... ―dijo y el mayor no le hizo ningún caso―. ¡Joder Tuldirm, para ya!

―Ahora no es momento de hablar de esto Mir... hay una guerra que librar, y debes salvar a aquella que quieres. Los soldados están preparados, toma todas las armas que puedas, y ve a por tu corcel, vas a necesitarlo a tu lado ―sentenció el rey comenzando a caminar hacia la salida de la estancia.

My Demon ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora