✪Susurros en la noche✪

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Paz, tranquilidad, calidez...
Esas eran algunas de las sensaciones que la morena era capaz de sentir. Era el sosiego de las aguas tras una horrenda tormenta nocturna.

En esa calma, la fémina era capaz de escuchar una dulce, suave y meliflua voz. Una que le guiaba por la lúgubre y solitaria oscuridad, guiándola para dar los pasos adecuados y así no tropezar.

Ese timbre era relajante, como la voz de una madre en noches oscuras para calmar a su pequeño que había tenido pesadillas y le estaba diciendo que todo estaba bien.

Es hora de despertar...

Le susurró a lo lejos aquella angelical voz, y pronto la luz comenzó a bañar la noche con un pulcro blanco.

[...]

Mientras tanto, el azabache hacía ya rato que había curado a la menor, sus heridas habían sido mucho más graves de lo que había podido imaginar.

Nada más llegar a la habitación de la menor se había tensado de sobremanera, al no verla notó que algo no estaba bien. Se encontraba ansioso y molesto y allí sus tatuajes comenzaron a brillar con fuerza.

―Maldita sea Caeli, ¿qué coño ha pasado? ―dijo el hombre gruñendo y clavando la garra en su palma, dibujó un pentagrama y sentenciando una frase en una lengua que humanos jamás debían escuchar, de su palma surgió un hilo y él creo un portal, permitiendo que el mismo hilo atravesase este y así atravesar el espacio-tiempo entre realidades ―. "Más te vale no estar demasiado herida".

Después de eso, todo es historia, el demonio rescató a la joven damisela y la llevó a su alcoba para restaurar sus heridas, además de la energía que le faltaba.

A partir de ahí, el hombre solo se había quedado flotando al lado de la chica, mirándola fijamente, esperando paciente a que ella despertase de aquel letargo en el que había sido inducida por la pérdida de sangre.

El gato se quedó allí, mirando con expectación a la menor, quien no mostraba ni un solo signo de querer despertar. Solo se mantenía completamente inmóvil en su lugar.
Su piel había recuperado su pulcro tono canelo, teniendo ese tenue rojizo en sus mejillas. Las heridas por fin se le habían curado gracias a su magia, y su rostro mostraba una expresión de paz y calma que en las noches era capaz de ver, ya que ella no le apartaba.

Lo único que llegaba a preocuparle al demonio, era el hecho de que la chica no despertase, algo que nunca diría en alto. Su ceño se frunció suavemente y chasqueó su lengua con un deje de molestia. Al final, aquella humana era algo más que un mísero contrato.

―No comprendo por qué ―musitó para si mismo el hombre, y con delicadeza acarició uno de los mechones marrones de la mujer para echarlo tras su oreja y apartar los que molestaban de la frente de la chica―. Pero por favor, angioletto... No, Caeli. Despierta.

Dijo quedamente bajando hasta quedarse tumbado junto a la menor, mirando con esos ojos verdes a la mortal que había conseguido robar su interés.
Si, alguien más había conseguido que él se preocupase por otra persona más que de sí mismo, y en ese momento, aunque estaba un tanto molesto, temía mucho más porque aquella chica no despertase.

Por suerte, el dulce aroma de la morena le relajaba, y eso era de las pocas cosas que agradecía, pues la confusión que por igual sentía respecto a Caeli, le hacían enfurecer y abrumarse de sobremanera.

Sus ojos tras un rato de estar allí con ella, habían comenzado a pesar ante la calidez del cuerpo ajeno que había pegado al suyo propio, dejó la cabeza de la chica pegada a su pecho y al escuchar un quedo quejido, la apretó suavemente y suspiró cerrando sus párpados.

My Demon ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora