✪Invocación✪

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Una vez más, la morena se despertaba como cualquier otro día.

Miró a su alrededor, con mucha cautela, pero en ningún momento vio al azabache, por lo que suspiró y pensó que habría vuelto a su mundo, cosa que agradeció.
La chica se estiró en su cama y bufó suavemente, hoy tenía el presentimiento de que iba a ser un día verdaderamente largo.

Se deshizo de las sábanas que tapaban su cuerpo, mostrando un camisón de color rosa pálido con algunas plumas esparcidas por la prenda a modo de estampado, algo que la hacía ver sumamente adorable. La de ojos azules acabó bostezando, cerrando uno de sus ojos y después, se levantó para ir en dirección al baño, pues una ducha por la mañana siempre le sentaba bien.

Entró en el aseo, con lentitud se deshizo de su ropa, tomó un coletero, haciéndose un moño en el acto, para que cuando entrara en la ducha y abriera la regadera no se mojara su larga cabellera.

Abrió la mampara y entró dentro del pequeño cubículo, unos instantes después, abrió el grifo de agua caliente dejando que las pequeñas gotas de aquel cálido líquido recorrieran todo su cuerpo, sus ojos permanecían cerrados, sintiendo así, el apacible roce de las perlas líquidas sobre su figura. Siempre que entraba en aquel pequeño lugar era como si sus problemas desapareciesen, aunque sólo fuera por escasos instantes, ella podía notarlo, se sentía más tranquila.

Más libre de pensamientos que la hacían deprimirse.

― Si todos los días fueran como los momentos que paso aquí ―susurró la chica al momento de abrir sus ojos y apartarse un poco para no mojarse el pelo.

Por unos instantes su mirada se quedó fija en un punto muerto de los azulejos, pero después de sentir un leve escalofrío, miró a su alrededor y al no ver a nadie, simplemente continuó duchándose con normalidad.
Los minutos iban pasando, y ahora estaba aclarándose el gel del cuerpo de manera lenta para así no tener que salir de aquel pequeño paraíso, aunque sabía que tarde o temprano iba a tener que salir... En el momento que pusiese un pie fuera de la ducha, todos sus problemas se le echarían encima como un balde de agua helada.

Por segunda vez en la mañana suspiró, para cerrar la llave del grifo y tomar la toalla que había dejado sobre la mampara. Se enrolló en ella y salió de la ducha mientras alguna que otra gota de agua seguía recorriendo su cuerpo.

Al pasar frente al espejo, se detuvo frente a este, viéndolo totalmente empañado, acercó su mano con cuidado y lo limpió para poder verse reflejada en el―. ¿Desde cuándo estoy en un estado tan lamentable? ―Dejó aquella pregunta al aire, observando como su bronceada piel había adquirido un tono más pálido y tras negar, simplemente tomó el camisón entre sus manos; tendría que llevarlo al cubo de la ropa sucia más tarde.

Salió del pequeño aseo, dejando que el vapor se esparciera levemente por el resto de su cuarto. No dio ni siquiera dos pasos en la habitación, que cuando iba a quitarse la toalla que cubría su cuerpo, escuchó una carcajada resonando justo a su lado―. Vaya, menudas vistas angel~ ―el demonio había vuelto a la habitación antes de lo que tenía previsto, al no ver a la chica en el momento que llegó, pensó que se habría ido. En cambio, al escuchar el sonido del agua caer una sonrisa ciertamente perversa se había formado en sus labios. Solo tenía que esperar pacientemente para poder verla. Y quizás podría hacer rabiar a la menor antes de lo que imaginaba―. Pero, ¿sabes qué te quedaría mucho mejor? Estar sin ese estorbo~ ―dijo señalando la toalla que le llegaba un poco más abajo de los muslos.

―Lo sé gatito, pero esta es una vista que tú, lamentablemente, nunca verás ―habló pasando como si nada frente al demonio, quien no evitó en ningún momento escrutar con su mirada el cuerpo de la mundana.

My Demon ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora