SUEÑO HÚMEDO

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―Tú también me gustas, pero... ―suelto, tras ese breve segundo de oscuridad.

Pero, Shawn no está por ninguna parte.

Apenas logro percatarme de lo que ha sucedido, entiendo de qué se trata; fui "suspendido", y ya han pasado dos días desde que Shawn me dijo eso-

"Me gustas, Vincent."

Pero entonces...

Si ya transcurrió el tiempo que se supone debía esperar...


¿Dónde está Shawn?


Él dijo que estaría aquí para cuando despertase, y no es el caso.

La puerta de cristal frente a mí se desplaza, indicándome que puedo salir del aparato. Solo me basta poner un pie fuera de este extraño dispositivo, para caer en cuenta de que sí estuve inactivo por un par de días. No tengo sueño, ni estoy realmente cansado físicamente, pero mis piernas se sienten pesadas, al igual que mis brazos... No percibo ninguna clase de dolor en mis costillas, ni tampoco en mi brazo, aunque con inspeccionar la herida de mi bíceps, compruebo que sigue estando ahí, y no muestra ningún cambio visible.

― ¿Shawn? ―mascullo, mirando a mí alrededor, a la vez que busco destensar los músculos de mi cuello. ― ¿Estás aquí? ―insisto, sin recibir una respuesta.

Enseguida desecho la idea de que él podría estarse escondiendo solo para joderme un poco, y me encamino hacia la puerta que permanece cerrada con el panel de control.

Uno, cinco, cero, tres, verde, verde, amarillo, y-


Biiip


La puerta se abre de forma automática, deslizándose por encima del riel electromagnético que va adherido al suelo metálico del recinto.

Es un pasillo largo e iluminado por decenas de focos resplandecientes de un tono blanco neutro que rebota en las paredes grises y porosas, generando una especie de fulgor que se hace mucho más opaco a medida que el pasillo se extiende hacia el fondo.


Al final de este extenso corredor, me encuentro con el compartimento en el que va el montacargas que usamos antes para descender al sitio, así que sin pensarlo dos veces me subo en él, y acciono el titilante botón turquesa que va inscrito con una flecha apuntando al norte. Un golpecito mecánico, seguido del impulso propio del ascenso, me dice que voy camino al nivel superior.

Y, solo para que se sepa: sí, estoy a diez minutos de entrar en pánico.

Detesto eso.

¿El Vincent Foster asustado por estar solo y encerrado? Eso no puede ser cierto.


De camino al nivel superior, el montacargas se detiene con un crujiente ruido férreo que me estremece de los pies a la cabeza. Resulta ser que el aparato se ha quedado atascado a poco más de dos metros antes de alcanzar su destino, por lo que me encuentro atrapado en un espacio pequeño, oscuro y silencioso, que de inmediato activa mi modo pánico.

Alzo los brazos, intentando sujetarme de lo que viene siendo el suelo del nivel superior, justo en la apertura por la que el montacargas debió salir. Ni siquiera me detengo a presionar los botones del aparato con la esperanza de que eso haga que se destrabe- no-, en lugar de eso, intento trepar como un patético lagartijo que se ha quedado encerrado dentro de una jarra de vidrio.

DIOS DE SANGRE • Antología Vincent Foster • IVWhere stories live. Discover now