???

8 1 0
                                    

― ¡Abajo, demonios! ―grita uno de los soldados que nos acompañan en constante vigilancia. Con su voz, todos nos apresuramos a bajar del camión.

Estamos en el interior de ese lugar; lo sé, porque estamos rodeados por los muros que antes alcanzaba a ver desde mi ventana. Son altos, de concreto y metal, con enormes enchapaduras también metálicas que parecen sostener esos inmensos pilares en su lugar. Con mirar en otra dirección, caigo en cuenta de que este es un sitio bastante diferente a todo lo que he conocido en mi vida... Hay vehículos que nunca antes había visto, y también muchas personas vestidas de blanco que parecen ser farmaceutas, como lo era la Sra. Pettimore.

No alcanzo a ver demasiado, ya que una nueva tropa de soldados nos obliga a marchar hacia el interior de una estructura, descendiendo por una empinada escalera metálica que parece extenderse hasta los confines de la Tierra. Ellos mantienen sus armas apuntadas siempre en nuestra dirección, y ya he visto de lo que son capaces esas cosas- primero el ruido, el chispazo, luego la sangre y la muerte... Todos les tememos... Es lo natural.

Después de un rato pisoteando el metal, creando un eco muy por encima de nuestra agitada respiración, alcanzamos una nueva zona que luce como si nunca hubiese sido tocada por el polvo o la suciedad. Las paredes son muy blancas, cubiertas de placas resplandecientes que brillan como la luna llena. El suelo es metálico, de un tono gris muy claro, tanto, que incluso refleja mi imagen y también la del resto...

― ¡Ropa fuera, bestias! ―exclama uno de los soldados de ojos azules. Pero nadie se mueve. ― ¡ROPA FUERA! ―repite, esta vez con mucha más fuerza y violencia.

Eso basta para que todos comencemos a desnudarnos, zafándonos primero las botas, y luego el resto del uniforme. Mirando a mis compatriotas, veo que al igual que yo, todos han quedado en ropa interior.

―TODA la ropa. ―dice el mismo soldado de antes, tensando mucho su rostro.

No podemos hacer nada más... Pronto la total desnudez es todo lo que queda de nosotros...

Una vez que cumplimos con la orden en su totalidad, tres de los soldados nos conducen al interior de una nueva habitación vacía, en la que nos obligan a sujetarnos de las paredes como si estuviesen a punto de registrar nuestras pertenencias ocultas en la ropa- pero claro- no hay ropa que registrar.

Con un estallido metálico, la puerta que atravesamos para ingresar a la sala se cierra, no sin que antes aparezcan varios sujetos vistiendo trajes extraños que no dejan ver sus rostros. Ellos llevan consigo lo que parecen ser escobas largas, y varas con una especie de esponja en la punta... Pronto, creo comprenderlo...

De la nada, agua comienza a caer sobre nosotros como si la lluvia se hubiese materializado en el interior de este enorme cuarto. El agua está caliente, casi insoportable, y todo empeora una vez que esos sujetos extraños comienzan a frotarnos con esos objetos, generando mucha de esa espuma que huele gracioso... Es un baño como jamás había tenido, y aunque doloroso, apenas termina, siento por primera vez una fragancia distinta en mi piel... No es ese olor ácido de siempre... Esto huele dulce, como el agua de un jarrón repleto de flores.

Saliendo de ese cuarto en el que nos bañaron, somos empujados hasta una nueva zona en la que nos entregan trozos de tela muy suave, tan suave que puedo sentir cosquillas en mi rostro cuando busco secar el agua que escurre de mi enredada cabellera.

Cubriéndonos lo íntimo, y bajo nuevas amenazas, nos llevan a este gran salón lleno de sillas metálicas en las que acabamos sentados poco después. La sorpresa llega, cuando varias personas también vestidas de soldados, pero sin armas, utilizan unos aparatos que emiten un molesto zumbido, para cortarnos el cabello. Son como tijeras mecánicas, aunque no alcanzo a ver las navajas... Ellos realizan el trabajo de tres en tres, y en pocos minutos, todos llevamos el mismo corte de cabello; al ras del cráneo, y con apenas un poco de pelo en la corona de la cabeza. Luego, y al igual que antes, nos hacen caminar hasta otra habitación...

Jamás había usado ropa que no fuera gris o blanca- y este nuevo uniforme verde oscuro que nos hicieron vestir, se siente extraño en mi piel... La tela es rígida, pero suave, aunque no tan suave como la que usé para secarme hace poco... Conozco los colores porque la tía Vera me los enseñó, pero jamás había visto tela de este color, ni de este tipo.

Estando distraído con el nuevo atuendo, no me doy cuenta de que una nueva persona ha aparecido frente a nosotros; es un hombre de esos que visten batas blancas, y este, lleva también algo en su rostro... Son como dos pequeños trozos de vidrio unidos a un armazón delgado y metálico... Jamás había visto algo así.

―Buenos días, jóvenes... ―dice ese hombre, aunque su forma de hablar no es idéntica a la de los soldados... Su voz se oye menos extraña, y mucho más parecida a como hablamos el resto de nosotros. ―Pueden llamarme Doctor Tinden, aunque preferiría que no me hablen... Estoy aquí para explicarles de forma breve, el motivo de su presencia en este laboratorio. Muchos de ustedes- si no todos- deben estar asustados, o furiosos, y no puedo culparlos. Desde que nacen, son tratados como- lo que son; basura nacida del vientre del mismo diablo. Sin embargo, hoy se les ha dado la oportunidad de pertenecer al otro lado de la historia; el lado correcto de nuestra historia. A diferencia de sus ancestros, ustedes han sido bendecidos con la caridad de nuestro Führer, y en un acto de retribución a nuestros colaboradores, él ha ordenado que un selecto grupo de jóvenes sea preparado para incursionar en el flujo histórico que nos ha dado todo lo que tenemos ahora, con la noble tarea de garantizar nuestra victoria absoluta. En otras palabras; se les ha dado la oportunidad de redimirse... Aunque- no todos llegarán a ese punto... Solo los más fuertes entre ustedes, o quizá solo uno- podrá ver el mundo más allá de la pared.

Esa fue la única y la última vez que vi a ese sujeto... Jamás olvidaré sus palabras.

Jamás.

DIOS DE SANGRE • Antología Vincent Foster • IVحيث تعيش القصص. اكتشف الآن