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Fueron días extensos y cansados, aún más que estando en las Zonas Designadas... No había trabajo forzado, solo entrenamiento militar, día y noche, cada día de la semana. De vez en cuando, éramos conducidos a un sitio al que llamaban "Die Schüler" donde nos enseñaban cosas sobre el mundo en el que vivíamos... Nunca expandieron demasiado nuestros conocimientos, solo nos decían lo necesario para mantenernos convencidos de que estábamos haciendo lo único que podíamos hacer para limpiar nuestra sangre.

Para cuando cumplí dieciocho, ya había matado a tres de nuestros compañeros de entrenamiento- eran ellos o yo-, y excluyendo a los que murieron a causa de agotamiento, o a manos de otros Cadetes, al final solo quedamos tres de nosotros.

Aquel día, nos encaró el mismísimo Coronel Munsch...

―Ustedes tres... Lo único que queda de nuestro rittertrupp. Ustedes son los más fuertes entre todos los de su clase... Hoy, son un poco menos despreciables de lo que eran el día que cruzaron esa puerta por primera vez... ―el Coronel caminaba frente a nosotros, con las manos recogidas en la espalda, bamboleándose con un aire de grandeza. ―Finalmente, están listos para trascender como guerreros. NUESTROS guerreros. Se les ha dado todo el entrenamiento necesario, se les ha dicho exactamente quién es nuestro enemigo, y en especial, cuál es nuestro propósito definitivo... ¿Lo comprenden?

― ¡Señor- sí señor! ―coreamos, llenos de energía.

―Excelente... ―una sonrisa repugnante se dibujó en su rostro. ―Ahora, en el lugar al que serán enviados, no pueden ser identificados con números... Necesitan- nombres. Un privilegio que se han ganado... ¿Cuál es el nombre que les dio su madre? ―preguntó, mirándonos fijamente.

Dritter ritter. Schmidt. ―dijo el chico a mi derecha.

Erster ritter. Amuel ―siguió el que estaba a su lado.

Yo no dije nada al instante, por lo que el Coronel se enfocó en mí.

― ¿Y tú? ¿No tienes un nombre? ―bufó.

―Sí, señor. Lo tengo. ―él hizo un gesto impaciente, como esperando mi respuesta: ―Zweiter ritter. Elijah.

Después de ese día...

Pudimos finalmente cruzar la puerta.

DIOS DE SANGRE • Antología Vincent Foster • IVWhere stories live. Discover now