•Capítulo 62: Tenemos que hablar•

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SEBASTIÁN

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SEBASTIÁN

—¡Ayuda! ¡Sebas! Controla a este chico, ¡me quiere matar!

Un pesado suspiro escapó de mis labios al escucharlos y giré para verlos. James se encontraba lanzando pelotas de tenis en dirección a Derek, quien corría como un loco alrededor de mi habitación tratando de esquivarlas.

—¿Pueden quedarse quietos un momento? —pregunté, un tanto molesto.

Ellos intercambiaron una mirada cómplice entre sí.

Nah —respondieron al unísono.

Cansado, tomé una de las pelotas que descansaba sobre mi escritorio y se las lancé.

—¡Auch! —se quejó James, sobándose el brazo— Jódete, sabes que nos adoras —sonrió—. ¡¡Yuju!! ¡Mañana será el día de conquistar chicas!

—Nadie te querrá hablar a ti —Derek rodó los ojos.

—¡Claro que sí! Todo el mundo me ama. Además, puedo hacer estupideces en el baile, después de eso no volveré a ver a nadie nunca más.

—Tú siempre haces estupideces —repliqué yo.

Bueeeeeno —El ruloso se encogió de hombros—. Ya no me da pena, así que da igual.

Sonreí levemente y negué, regresando a mi posición anterior. Continué trazando líneas sin sentido alguno sobre la hoja que tenía en el escritorio con la intención de despejar mi mente, pero eso no estaba siendo de mucha ayuda. Nervios, felicidad, miedo, tristeza y cientos de otros sentimientos se habían apoderado de mi cuerpo.

—¿Qué tienes? ¿Por qué estás tan gruñón hoy?

—Es verdad, ¿estás en tus días? —Intentó bromear Derek.

Al notar que sus comentarios no me causaron ni un poquito de gracia se quedaron en silencio y pronto oí sus pasos aproximándose a mí. Dejé que el lápiz con el que rayaba la hoja cayera y me pasé las manos por el rostro. Mierda, ya no podía.

Ellos tampoco lo sabían.

—Tierra llamando a Sebastián Evans —canturreó el moreno—. Bien, es algo muy serio, habla ya.

No dije nada, no pude hacerlo. Sin muchos ánimos señalé el primer cajón de mi mesita de noche y James, confuso, se acercó hacia ella para abrir. Derek no tardó en posicionarse junto a él para descubrir de qué se trataba. Recosté mi cabeza sobre el escritorio y suspiré, esperando alguna reacción de parte de ambos. Pasaron unos minutos hasta que sentí una mano sobre mi hombro.

—Sebas, mierda, esto es... —la voz de James llegó a mis oídos en un tono bajo— ¡Wow!

—¡Wow! —le imitó Derek. Los dos parecían igual de sorprendidos... y felices—. ¿Emma ya lo sabe?

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