•Capítulo 35: La fiesta de Oliv•

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•Una semana después•

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•Una semana después•

—¡El sonido está bien! ¡¿Quieres apagar eso ya?!

La garganta me dolía. Era la cuarta vez que gritaba lo mismo y él parecía sólo dedicarse a ignorarme, como burlándose de mí. Bufé con enfado y me pasé las manos por el rostro al ver que el castaño seguía moviéndose al compás de la música, creando pasos ridículamente raros.

—¡Josh! ¡Bájate de esa silla! —vociferé, tratando de no perder la poca paciencia que me quedaba.

Respira, tú puedes. Cálmate, Harvey.

No, no puedo.

—¡Josh Valentín Moore! ¡Bájate de una maldita vez de allí y ven a ayudarme!

Mi amigo apagó la música y rodó los ojos al oírme. Se bajó de la silla de un solo salto y se acercó a mí, sin dejar de bailar.

—Por Dios, ¡qué humor! Tu novio tiene razón, eres una amargada —Josh suspiró con cansancio, ganándose una fulminante mirada de mi parte. El muy chistosito no había hecho más que aumentar mis ganas de querer lanzarme por la ventana—. Bailar cansa, ¿sabes?

Una respiración a la vez, Emma, no pierdas la paciencia. Piensa en cosas bonitas.

Fingí mi mejor sonrisa y cerré los ojos, tomando una profunda inhalación para luego dejar escapar el aire muy lentamente. Tomé un puñado de globos y decidí alejarme en modo pacífica de mi mejor amigo, dirigiéndome hacia el otro extremo de la sala para inflarlos alejada de él, de lo contrario, no dudaría en reventarle uno en la cara.

Llevábamos ya varias horas en casa de Oliv. Nos habíamos ofrecido a ayudarla con la decoración y revisión de los últimos detalles para su fiesta de cumpleaños. Sí, mi amiga oficialmente tenía dieciocho. Addy y ella habían ido en busca de un par de cosas que hacían falta y sus padres salieron a recoger los encargos de comida, dejándonos a Josh y a mí completamente solos. Nuestra sencilla tarea consistía en terminar de inflar algunos globos que faltaban, pero al parecer al castaño le parecía muchísimo más entretenido bailar sobre una silla y poner a prueba los límites de mi paciencia.

A diferencia de Oliv, yo no era muy fanática de los cumpleaños, mucho menos de invitar a una cantidad considerable de personas a casa para festejarlo. Desde pequeña que prefería las cosas más tranquilas y reservadas, para mi suerte, mis amigos comprendían a la perfección mis preferencias con ello y siempre me apoyaban con todo lo que quisiera hacer ese día.

—¡Llegamos!

Suspiré con alivio al oír el sonido de la puerta cerrándose y la voz cantarina de Olivia avisando su llegada. Dirigí mi mirada hacia la entrada, donde mis sonrientes amigas cargaban un par de bolsas entre sus manos.

—¡Al fin! —exclamé, señalando a Josh— Una oruga aporta más que este chico.

—Probé el sonido —él se encogió de hombros, encaminándose hacia la rubia—. ¿Trajiste comida?

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