No pienses tanto, Emma.
Pensar mucho a veces daña, ¿sabes?
Quedaban diez días para que el pequeño descanso de dos semanas finalmente comenzara. Exactamente cuatro meses para graduarme. Cuatro meses para decidir qué estudiaría en la universidad. Cuatro meses para prepararme, dar los tan temidos exámenes de admisión y postular... cuatro meses para dar aquel gran paso que sería de muchísima importancia al momento de determinar lo que será de mí en un futuro no muy lejano.
Crecer es un asco.
La universidad era algo que me aterraba por completo; nuevas personas, nuevas experiencias, nuevas responsabilidades, nuevos desafíos... distanciarme de las personas que amo. Temía no tomar la decisión correcta, temía arrepentirme y que luego fuese muy tarde. Temía decepcionar a mamá, temía no cumplir con las altas expectativas que la gente tenía sobre mí, temía fracasar y no sentirme orgullosa de la mujer en la que me convertiría dentro de unos años.
La literatura y las letras habían llamado mi atención desde que era pequeña, ¿el problema? No estaba segura de si eso era realmente para mí. ¿Y si leer sólo se trata de una etapa? ¿Y si en algún momento me aburro de hacerlo? ¿Y si las letras con las que he crecido terminan transformándose en algo sin importancia? Mamá había dedicado toda su vida a ello, y ella lo amaba. Ahora trabajaba desde casa y la biblioteca corrigiendo cientos de manuscritos para una prestigiosa editorial.
Una parte de mí deseaba seguir sus pasos, era la mujer más esforzada, dedicada y apasionada que conocía. Ponía todo su cariño en lo que hacía. Sin duda alguna mamá era mi mayor ejemplo a seguir.
—¿Quieres dejar de hacer eso ya? Estoy a nada de sacar ese vaso de tus manos y hacerlo volar —Parpadeé un par de veces al oír la voz de Josh y lo miré extrañada. El chico se pasó las manos por el rostro, soltando un pesado suspiro—. ¡Mira tus manos!
Al bajar la mirada me encontré con mis dedos jugueteando con el vaso de plástico que sostenía, dándole golpecitos inquietos. De inmediato lo dejé de lado y apreté los labios, arrepentida.
—¿Estás bien, Emma? —cuestionó Scott con tono preocupado— ¿Hay algo en lo que podamos ayudarte?
—Estoy bien —musité— Sólo un poco... cansada.
Estábamos en nuestra hora de descanso. La cafetería se encontraba llenísima, sin embargo, yo sentía que no había nadie a mi alrededor. Era como si mis oídos omitiesen por sí solos el ruido que me rodeaba y mis ojos estuviesen evitando a todo el mundo. Me sentía perdida, desorientada y sobre todo agotada.
—¿Quieres un helado? —Ofreció Oliv— ¿Menta con chocolate?
—Vamos, Emmita, no te resistas —Addy me codeó, sonriéndome de lado— Sea lo que sea, no hay nada que un helado no pueda solucionar.
ESTÁS LEYENDO
The Library Of Our Dreams
Romance«Los libros pueden unir más que corazones». Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...