Capítulo 37: Decisiones

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Se lograron escuchar una serie de pasos aproximándose desde el fondo de aquel lúgubre pasillo, la joven no estaba segura de cuantas personas podrían tratarse, ni de quienes eran, pero sí de algo estaba segura es que no se enfrentaría a ellos, eso no era una opción. En su mente había cosas mucho más importantes en las cuales tenía que preocuparse, y el tiempo seguía corriendo en su contra. Charlotte hizo una mueca y luego se puso de pie, algo tambaleante por el golpe que había recibido, se tomó unos segundos para  reincorporarse, pero al momento de que apoyó su manos contra la pared, todo el lugar volvió a sacudirse. Aquello ya comenzaba a preocuparle, era increíble como todo siempre lograba empeorar tan rápidamente. La joven respiró profundamente y contuvo el aire por algunos segundos, tratado da apaciguar el creciente dolor de sus heridas, parecía que las drogas que le habían inyectado anteriormente habían comenzado a perder su efecto. Apretó con fuerza la correa del bolso entre su mano y continuó con su camino, soportando sus propias dolencias que aumentaban  con cada paso. Observó furtivamente a su alrededor y vio restos cercenados de personas esparcidos por el piso, lo que hizo que la joven frunciera el ceño, pues eso no estaba allí antes y estaba segura de ello, tampoco es como si estuviese tan distraída como para no fijarse en algo tan obvio, lo que sea que haya pasado en ese lugar mientras no estaba, era u completo misterio para Charlotte. Negó con la cabeza disipando aquellos pensamientos,  no debía de distraerse con esas cosas sin importancia, lo más importante ahora mismo era regresar al lado de Elías.

A los pocos metros, una gélida briza acaricio la piel desnuda de la joven, la cual la hizo detener su paso nuevamente. Su cabello se meció ligeramente capturando su atención. No había sentido algo como eso en todo el tiempo que había permanecido en aquel edificio. Era demasiado extraño como para dejarlo pasar. La joven miró a su alrededor en busca de la fuente de aquella briza, instintivamente dirigió su atención hacia el sistema de ventilación, pero nada parecía circular por aquellos conductos, o por lo menos no era tan fuerte como para provocar una corriente de aire. Hizo una pausa y continuó revisando a su alrededor, hasta que sus azulados ojos dieron con una de las puertas, la cual se encontraba entreabierta. Eso tampoco estaba así antes. Era demasiado sospechoso. Desvió su atención al piso, en el cual se podían ver rastros rojos, algo  que solo un objeto con ruedas hubiese podido dejar. Un escalofrío recorrió la espalda de la joven, al darse cuenta de que alguien había salido recientemente, tal vez todos los  jugadores ya se encontraban fuera de sus salas y eso era una terrible noticia. Tenía que darse prisa y regresar hacia donde estaba el elevador. Aceleró su paso, pero al momento de cruzar por aquella puerta, una mano emergió desde la oscuridad y capturó su tobillo, apretándolo con fuerza y derribando a la joven, la cual cayó con todo su peso sobre una de sus rodillas. Una mueca de dolor se formó en su rostro al momento de sentir el impacto, el cual la tomó por sorpresa. Dejó escapar un quejido mientras veía como aquella mano clavaba las uñas en su carne, haciéndole sangrar, arrastrándola hacia el interior de aquella oscura habitación. Charlotte trató de liberarse pateando la mano que la apresaba, pero no tuvo existo alguno, cada vez el agarre era más fuerte. Fue entonces que sacó la pistola de su bolso, pero sus ojos solo veían oscuridad cuando la mitad de su cuerpo se encontraba sumido en aquella penumbra. No lograba apuntarle a nada. Gotas de sudor frío comenzaban a caer por su frente. Ella estaba en problemas, fue entonces cuando instintivamente volvió a patear, esta vez logrando golpear algo duro y liberándose. La joven retrocedió rápidamente mientras aún se encontraba en el suelo, su espalda chocó contra el muro del otro extremo y solo ahí se detuvo, levantando nuevamente el arma y apuntando hacia la puerta frente a ella.

Un escalofrío la estremeció cuando se comenzaron a oír extraños lamentos y una silueta comenzaba a aparecerse de entre la oscuridad. El arma entre sus manos comenzó a temblar al ver aquella cosa que se arrastraba por el suelo, un mal trecho y ensangrentado cuerpo emergía lastimosamente. Un hombre cuya boca había sido cortada y suturada para formar una enfermiza y eterna sonrisa, uno de sus ojos colgaba fuera de su cuenca mientras que el otro, parecía haber sido arrancado de su lugar, ya que solo se lograba ver la sangre que brotaba de entre los parpados. Le faltaba el brazo izquierdo y ambas piernas, las cuales solo eran unos muñones a la altura de las rodillas. Todos ellos mal suturados y chorreantes de sangre. Cada vez que aquel cuerpo avanzaba dejaba el macabro rastro bajo suyo. Era un espectáculo grotesco que Charlotte no era capaz de mirar, se mantuvo en silencio desviando su atención hacia sus piernas que no dejaban de temblar. Escuchar sus lamentos  que se ahogaban en su garganta, la hacía sentir con la urgente necesidad de escapar de allí. Aquel hombre que se aferraba a la vida suplicaba por ayuda, una que ella no podía brindar, ya era demasiado tarde para esa desafortunada víctima.

Solo fue otro lamentable juguete de aquellos sádicos.

Charlotte se puso lentamente de pie, en completo silencio y dio algunos pasos hacia el cuerpo que se seguía arrastrando a duras penas. La joven entrecerró los ojos y apuntó hacia la frente de aquel hombre.

—Lo siento – murmuró por lo bajo – Pero esto es lo único que puedo hacer por ti – añadió presionando el gatillo.


Elías abrió lentamente los ojos, viendo a su alrededor todo demasiado borroso como para poder distinguir alguna cosa, así que volvió a cerrarlos por un instante, ya que incluso la tenue luz le molestaba. Había perdido la noción del tiempo y del espacio, su mente era una maraña de imágenes incompletas a las cuales no lograba encontrarles sentido. Por si no fuese poco sentía que el dolor dentro de su caneo lo haría explotar, una desagradable palpitación que aumentaba cada vez que intentaba levantarse. Se movió de manera incomoda, dándose cuenta de que se encontraba en el suelo. Ese nunca era un buen lugar para estar. Hizo el primer intento de levantarse pero aquello solo disparo una señal de dolor que le recorrió todo el cuerpo. Contuvo un quejido y nuevamente abrió los ojos, esta vez ya lograba ver con un poco más de claridad. Le tomó algunos segundos poder ubicar en donde se encontraba, apenas si era capaz de recordar lo que había sucedido. Pero si se trataba de él, de seguro era algo malo. Ladeo la cabeza hacia un lado y se encontró con un largo pasillo, uno que era desagradablemente familiar. Maldijo mentalmente. Se tomó algunos segundos para reunir el ánimo suficiente como para hacer otro intento de levantarse, pero aquella herida en su estómago era un verdadero problema, ya que al realizar el menor esfuerzo el corte comenzó a sangrar, y las señales de dolor volvieron a dispárese en su cerebro. Contuvo el deseo de volver a maldecir. Ya ni siquiera podía recordar la última vez que había sufrido una lesión como esa. Presionó el corte con su mano y con la otra se ayudó a sentarse. Se sentía exhausto a tal punto que le resultaba difícil mantener su espalda erguida, pero con esta nueva perspectiva pudo observar nuevamente el lugar donde se encontraba, dándose cuenta de que algo andaba mal  y no por el hecho de que Max se encontrara sentado a unos metros de él, el problema no era quien estuviese allí, el problema era quien faltaba, cosa que hizo que el ceño de Elías se frunciera.

—¿Dónde está ella? – preguntó con una respiración errática.

—Ni idea – Max se mantuvo desinteresado mientras le daba una calada a su cigarrillo – simplemente regresó a ese laberinto que se hace llamar hospital, como hace unos diez minutos – añade mirando el reloj de su muñeca – ciertamente se está tomando su tiempo.

—Maldita sea ¿Qué mierda es lo que pretende marchándose sola?

—Dijo que buscaría algo para curar tu herida – hace una pausa y bota el exceso de cenizas – pero claro, estamos hablando de un piso repleto de jugadores armados y que les gusta abrir a las personas para ver cómo funcionan por dentro, no es un buen lugar para dar un paseo, pero es increíblemente obstinada. 

—Por un demonio. Lo que faltaba – gruñe molesto mientras se obliga a ponerse de pie, ignorando el brutal dolor que punzaba en cada centímetro de su cuerpo.

Elías apoyó su mano en la rodilla para darse un poco más de estabilidad, mientras que con la otra mantenía una presión constante en la hemorragia. Todo parecía moverse y dar vueltas a su alrededor y sus piernas parecían que lo enviarían al suelo en cualquier momento. Todo en él era un completo desastre, pero se negó rotundamente a obedecer las señales que le enviaba su cuerpo para que se detuviera. No había pasado por todos esos problemas por aquella chica, para permitir que su estupidez lo arruinara todo, si tenía que regresar por todo ese camino y traer a rastras a Charlotte, lo iba a hacer y luego la golpearía por ser tan idiota. Respiró profundamente y se irguió para tomar una postura más normal. Aunque le resultaba difícil debido a que sus músculos se contraían involuntariamente producto del profundo corte en su abdomen. El solo tratar de moverse en esa condiciones sería un verdadero infierno. Además su vista se seguía nublando constantemente y el respirar consumía gran parte de la poca energía que le quedaba.

Lo que lo mantenía en pie era su pura voluntad.

—Que te puedas mover en tu condición es algo aterrador – menciona Max levantándose del suelo – alguien normal ya se habría muerto – su tono de voz era tan monótono que sonaba como alguien que estuviese aburrido, y tal vez así era – con razón nadie te quiere enfrentar en un uno a uno.

—¡Cállate! No fastidies.

—Tienes una personalidad horrible, por eso tienes tantos enemigo, eso y que siempre andas matando a todo lo que se te cruce por delante – comenta sin ningún interés – pero si te mueres ahora será un problema para mí, no quiero tener que lidiar con ese tipo de pelo plateado.

—Por mí que ese idiota se muera.

Max deja caer la colilla del cigarrillo al suelo y luego la pisa.

—Y aun así te uniste voluntariamente a su grupo – comenta dando un bostezo – y no solo eso, también eres su mano derecha y el único por el cual hace tanto escándalo. Joder, en verdad los idiotas tienen una gran suerte. 

Antes de que Elías pudiese decir algo al respecto, se escucharon pasos apresurados que venían desde el fondo del pasillo. Ambos hombres miraron la silueta de la joven que se aproximaba cada vez más a la luz. Su cabello estaba completamente despeinado, tenía manchas de sangre por todas partes, sus heridas eran evidentes y había estado un largo tiempo en aquel infierno, pero aun así fue capaz de sonreír al momento que pudo ver al joven de ojos dorados.

—Elías ¿estás bien? – Pregunto aun jadeante – no deberías estar de pie.

La joven miró de reojo a Max, quien solo se limitó a encogerse de hombros.

—¡No voy a quedarme recostado en un lugar lleno de sangre, es asqueroso!

—Técnicamente ¾ partes de la sangre que hay aquí es tuya – interrumpe Max.

—¡Tú cállate! – Le gruñe a Max y luego se voltea hacia Charlotte — ¡¿Y tú donde mierda estabas?!

La joven baja la mirada hacia el bolso que cuelga de su hombro.

—Necesitaba encontrar algo para tratar tu herida… lamento haber tardado tanto.

—Tks. No pierdas el tiempo en esas tonterías, yo estoy bien.

—¡No estas para nada bien! – Grita Charlotte angustiada – te desmayaste, no has dejado de sangrar, ni siquiera eres capaz de pararte derecho ¡¿Por qué tienes que ser tan terco?! ¡¿Por qué no me dejas ayudarte?! ¡No eres ningún inmortal, pedazo de animal con retraso! 

—Jajaja. Joder, te acaban de humillar – ríe Max desee la distancia.

—¡Tú no te metas! – Gruñe molesto y luego mira de reojo a la chica que tenía en frente, una que lo observaba de manera severa y que de cierta manera le hacía sentirse incomodo – no necesito la ayuda de nadie, soy perfectamente capaz de arreglármelas por mí… — se queda a media oración cuando observó los ojos llorosos de Charlotte. Elías da un suspiro de fastidio – Joder, tampoco es para que te pongas a llorar. No me voy a morir por algo como esto, pero has lo que quieras si con eso dejas de actuar tan extraño.

— ¿En serio? ¿Entonces está bien que cure tu herida?

—Sí, da igual, de todas formas no vas a dejar de molestar hasta que lo hagas. Además no creo que sea posibles que me dejes peor de lo que ya estoy.

Elías hace una ligera mueca. No era como si la idea de dejarse tocar por alguien más le fascinara, pero por las circunstancias las opciones eran casi nulas, ponerse a discutir por algo como eso no tenía sentido alguno. Por otro lado Charlotte sonrió aliviada al escucharle decir eso, después de todo tratar de aliviar aquella herida era lo único que podía hacer por él en ese momento. Si lograba mantenerlo estable durante los últimos pisos, por primera vez habría podido hacer algo bien por alguien más.

Los tres jóvenes dejaron aquel lugar e ingresaron al elevador, donde Max se encargó de ingresar la clave para que las pesadas puertas metálicas se abrieran, mostrando así su iluminado interior el cual producía una cierta sensación de satisfacción. Ya era un piso menos del cual debían preocuparse, Charlotte por fin podría dejar atrás aquel lugar tan desagradable, en donde todo lo que había creído se le había sido arrebatado en tan poco tiempo, la sensación de perdida aun permanecía en su pecho y no creía que desaparecería tan fácilmente, pero aquello podía seguir esperando, distraerse en cosas así solo causaría problemas, y ella lo sabía, por eso mantuvo esa ansiedad alejada de sus pensamientos y solo se enfocó en lo que era importante, en sobrevivir. Ya antes había sido capaz de olvidar todo eso ¿Por qué no podría hacerlo una segunda vez? La joven miró de reojo a E lías quien se encontraba apoyado contra el elevador, luego la joven desvió su atención hacia sus propias manos. Sintiendo que olvidar, tal vez no sea la mejor opción para ella.

Max observó con monotonía aquello que le rodeaba, sobre todo a aquellas dos personas que le acompañaban. Si uno ya resultaba ser un problema, dos era una locura. Pero era lo suficientemente listo como para entender la situación, y que ninguno de esos dos se movería sin el otro. Lo cual ante su lógica y racionamiento era completamente estúpido, pero discutir sobre eso resultaría igual de improductivo, era más fácil que arreglaran las cosas entre ellos y no meterse, así que simplemente se cruzó de brazos y guardó silencio. La chica le había resultado mucho más sensata la primera vez que se vieron ¿Cómo era posible que cambiara tanto en tan poco tiempo? ¿Acaso la idiotez de Elías era contagiosa?  Max comenzaba a dudar de su propia cordura al respecto. Sin duda alguna era la cosa más estúpida que había pensado en ese día. Aburrido y cansado tomo asiento en el suelo del elevador, tratando de no prestarle demasiada atención a lo que acontecía. Eso era demasiado trabajo según él.  

—Deberías recostarte – murmura Charlotte hacia Elías, luego de terminar de vendar su mano lesionada.

—No quiero.

—Pero no puedo tratar tus heridas si estás de pie.

—Mala suerte.

—¡Elías!

—No jodas. No voy a tirarme de nuevo al piso, me costó un huevo el poder parame.

Charlotte hace una mueca al no saber que decir para que le hiciera caso. Podía entender lo molesto que le resultaba el hacer eso, pero no había otra manera de curar sus heridas.

—¿En serio pretendes que una chica menor de edad se arrodille frente a ti? Que depravado eres – murmura Max sacando un cigarrillo de su chaqueta.

—¿Ah? ¿De qué estás hablando idiota? No entendí.

—Que mal, yo sí – se lamenta Charlotte llevándose una mano a la cara.

—No me esperaba que Berserker fuese así de lento, es algo triste que una niña casi diez años menor que tú, sea más madura.

—¡Ahg! ¡Ya dejen de hablar como si yo estuviera aquí! – gruñe Elías.

Las puertas del elevador se abren y Max es el primero en salir.

—Georgette ya debe de saber que estamos aquí, habrá que tener cuidado a pesar de que este piso no está diseñado para contener trampas, esa mujer es muy lista y manipuladora – comenta antes de avanzar hacia el pasillo.

El chico de cabello grasoso y mirada de aburrimiento da unos cuantos pasos hacia el nuevo piso. Aquel lugar seguía siendo desagradable en muchos sentidos. Se podían escuchar los lascivos ruidos que venían desde el interior de las habitaciones. Eran algo repugnantes, pero al menos podían estar seguro de que ninguno de esos “jugadores” saldría para arruinarles la existencia. Este era un piso de placer, por lo que nadie se tomaría la molestia en atacar a tres extraños. Max miró a su alrededor. Se podía decir que era una fortuna que solo el piso 12 y 10 fuera de cacería libre, si todas las plantas hubiesen tenido ese mismo sistema, ninguno de ellos lo hubiese podido lograr. El joven le dio una calada a su cigarrillo. Por otro lado no estaba muy convencido de que tan buena idea era que una niña estuviese en un lugar como este, en donde georgette había mostrado gran interés en la joven rubia, si aquella mujer aparecía, sería un problema, Elías estaba demasiado hecho mierda para poder hacer algo y él estaba consciente de que era un completo asco para enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Ya comenzaba a lamentar la decisión de haber venido por Elías, pero tener que dar explicaciones al líder de Heatens tampoco era algo que le apeteciera hacer. Por donde lo mirara, su seguridad dependía de que aquel idiota sobreviviera.

—En verdad deberías recostarte – vuelve a insistir Charlotte.

Elías la mira de reojo y deja escapar un pesado suspiro.

—¿Cómo es posible que te hayas vuelto más fastidiosa que antes?

Sin dar demasiadas vueltas, Elías se sienta en el piso del elevador, quedando casi recostado, con parte de su espalda apoyada contra la pared. No era exactamente la posición más deseable, pero Charlotte entendió que no conseguiría nada mejor que eso. Se quitó el bolso y se arrodilló a un lado de Elías, quien mantenía una expresión de entre aburrido y molesto. La idea de tener que perder el tiempo en algo como eso, no le hacía demasiada gracia, pero andar por ahí con una herida abierta y dejando medio estomagó tirado, le resultaba aun peor.

—Esto… — murmuró por lo bajo Charlotte – voy a levantar tu camiseta, dime si algo te algo te molesta.

—Vale – responde sin ningún interés.

La joven sostiene con cuidado las telas empapadas de sangre y las levanta lentamente, teniendo gran cuidado de no causarle más dolor del que ya sentía. De apoco iba despejando la zona dejando a la vista el profundo corte, uno que era casi tan largo como su mano y que no dejaba de sangrar, por lo que le resultaba difícil saber dónde empezaba y donde terminaba. Un atisbo de melancolía se formó en el rosto de la joven al ver las otras cicatrices que cubrían el abdomen de Elías, algunas tenían un aspecto realmente preocupante y no solo lucían como cortes, habían algunas que parecían pequeñas quemaduras hechas con algo redondo, pero si algo tenían en común era que todas parecían ser ya bastante viejas. Inconscientemente Charlotte pasó la yema de sus dedos por una de las irregulares cicatrices. 

—Ahg.

—Lo siento – dijo de inmediato retirando su mano – no quería lastimarte.

—¿Qué? No, es que tus manos están frías.

Charlotte lo mira confundida por un momento.

—No me asustes de esa manera, de verdad pensé que te había dolido – hace una pausa – esas cicatrices ¿no te duelen? 

—No – responde desviando la mirada – hace mucho que dejaron de doler.
—Ya veo.

Charlotte toma su bolso y comienza a sacar todo lo necesario para trabajar.

—¿Qué es eso? – pregunta curioso.

—Solución salina – le responde vertiendo el líquido en sus manos – no puedo tratar tu herida con las manos sucias, es como el alcohol pero menos doloroso.

Dicho eso la joven vierte el resto del contenido en el abdomen de Elías.

—¡Ahg! ¡Eso duele, por un demonio!

Charlotte lo mira por un momento.

—¿Soportas una puñalada pero no un poco de ardor? Qué raro eres.

—¡Cállate! Tu eres la única rara aquí, y si no vas tener cuidado con lo que haces mejor no lo hagas.

Charlotte suspira por lo bajo. Tratar con un niño de tres años seria mucho menos problemático que lidiar con las rabietas de Elías. Aunque en cierto modo tampoco sabía si lo que hacía estaba bien, después de todo para ella esta era la primera vez que aplicaba conocimiento práctico. A pesar de que siempre solía leer los libros de medicina de su madre y la veía trabajar de vez en cuando, ella nunca había tenido la oportunidad de hacerlo, por lo que trataba de ser lo más cuidadosa posible. Sacó una jeringa y una pequeña ampolla que contenía un líquido transparente. Tener que lidiar con las ajugas seguía resultante todo un reto para ella, no importaba el tiempo ni la situación, aquello seguía despertándole una cierta fobia que le tomaba trabajo controlar, pero aun así logró preparar la inyección, a pesar de que prácticamente solo una de sus manos era útil en ese momento. 

—¿Al menos tienes idea de lo que estás haciendo?

—En teoría, sí – responde – conozco todas estas medicinas y sus dosis, pero nunca he tenido que hacer algo como esto.

—Que bien ¿sabes qué? Solo hazlo, pero si me muero quiero que sepas, que es por tu culpa.

—¡No me pongas más nerviosa de lo que ya estoy! Para mí esto es muy extraño.

Clavar una aguja en una persona no era tan sencillo como su madre lo hacía ver, en realidad la joven tenía sus inconvenientes al hacerlo, pero no sabía si le costaba por el hecho de que no aplicaba suficiente presión o porque atravesar un musculo tonificado de por sí era más complicado. Definitivamente las inyecciones no era algo que se pudiese aprender leyendo algún libro, pero aun así logró terminar su trabajo.  La lidocaína solo le tomaría algunos segundos adormecer la zona.

—¿Te puedes descubrir el brazo?

—¿Para qué?

—Aun debo inyectar epinefrina y penicilina. Lo ideal sería un tratamiento intravenoso para reponer los fluidos perdidos por la hemorragia, junto a una dosis de heparinas, glucosa y ATX. Pero no hay tiempo para eso y tampoco tengo los recursos – hace una pausa tomando otra jeringa – además una punción en vena es algo complicado y que solo se aprende con la práctica.

Elías la observa por un instante. 

—No tengo ni puta idea de lo que dijiste.

Charlotte siente la necesidad de golpearse la frente contra la pared, pero se abstiene de hacerlo.

Usar las dosis correctas era algo muy importante, no quería cometer un error y provocar una hemorragia aun peor en Elías, así que se aseguró varias veces de que el contenido dentro de la jeringa fuese el correcto. Cada cosa que hacia lo hacía con mucho cuidado, incluso al clavar la ajuga en la piel trataba de ser lo más suave posible, y Elías no decía nada al respecto, simplemente miraba el trabajo de la joven, quien se mantenía completamente concentrada en lo que estaba haciendo. Para él le resultaba un tanto extraño que alguien fuese así de cuidadoso. Las pocas veces que había recibido atención por alguna de sus heridas, no habían sido precisamente “cariñosos” o atentos con algo. Esto era completamente diferente, esto de alguna manera se sentía bien.

—Bien, ahora voy a suturar la herida.

—¿Y sabes hacer eso?

—No – confiesa – pero solía hacerle mucha ropa a mis muñecas.

—No soy un trozo de tela.

—Lo sé, voy a ser cuidadosa, lo prometo.

Mientras colocaba los puntos, Charlotte se tomó un momento para ver terrible corte que aun sangraba y luego miró las viejas cicatrices que se encontraban a su alrededor ¿Cómo era posible que tuviese tantas? Incluso cuando ya habían tomado otro color producto al tiempo, ella estaba segura de que en su momento habían sido realmente dolorosas.

—En verdad tienes las manos frías.

—Ya deja de quejarte por eso – regaña cortando el hilo con el cuchillo.

—Nunca – hace una pausa y observa el arma – con que aún lo tienes.

—¿Eh? Oh. Esto… seguía dentro de mi bolso, por un momento pensé que lo había perdido.

—Solo es un trozo de metal con filo, tampoco es como si se perdiera la gran cosa.

La joven baja la mirada y toma asiento aun lado de Elías.

—Aun así… es algo importante para mí.

—Haces y dices cosas muy extrañas – se queja mientras arregla su ropa – ya terminaste con mi herida, no necesitas quedarte aquí sentada.

—No me molesta quedarme aquí por un rato.

—Estás consciente de que este lugar se está, literalmente, viniendo abajo ¿verdad? 

—Lo sé – responde abrazando sus rodillas — pero voy a quedarme aquí hasta que puedas levantarte.

Elías guardó silencio por un momento, mientras observaba el techo del elevador, aunque sin prestar atención a nada en especial. Solo divagaba. Su herida ya se encontraba suturada y por lo mismo había detenido su sangrado, el dolor también había disminuido en gran medida, por lo que moverse ya no resultaba un gran problema. Si no fuese porque aún se sentía cansado y mareado todo sería casi perfecto. Pero al menos ahora podría caminar sin inconvenientes. Elías respiró profundamente y apoyándose contra el muro, logró ponerse de pie. Incluso si quedarse sentado sin hacer nada resultaba tentador, era mejor retar su camino aprovechando la momentánea ausencia de dolor y la fala sensación de bienestar. Charlotte acomodó su cabello, recogió su bolso y también se puso de pie para caminar detrás de Elías.

Por primera vez la joven rubia sintió el penetrante y empalagoso olor de aquel lugar. El vino, cigarrillo y perfume demasiado dulce, no era una mezcla grata de percibir, hacía que su estómago se revolviera. Aquel piso tenia demasiados olores que alteraban mucho los sentidos y no de una buena manera. Observó furtivamente las cosas que decoraban aquel pasillo de colores oscuros. Definitivamente era muy distinto a cualquiera de los otros niveles donde ya había estado. Los cuadros que decoraban las paredes eran bastante explícitos como para no darse cuenta de que se trataba aquel lugar. Además Charlotte no era tan ingenua para no entender aquellas cosas, pero incluso si le resultaba desagradable o incomodo, guardó silencio y continuó su camino. Sobre todo porque no sabría que decir en un sitio como ese, no quiso prestarle demasiada atención y solo se limitó a continuar con su camino detrás de Elías. Ya que mientras nadie apareciera para atacarlos deberían estar relativamente bien, incluso con las cámaras vigilándolos aún tenían oportunidad.

Los dos chicos se detuvieron cuando le dieron alcance a Max, quien se encontraba en la esquina que colindaba con otro pasillo.

—¿Alguna idea de cómo salir de este piso? – murmuro Max mirando a Charlotte por sobre su hombro.

—No, ninguna.

—Me lo imaginaba.

La joven rubia se quedó en silencio por unos segundos para ordenar sus pensamientos.

—¿Cómo fue que llegaste hasta aquí?

—Siguiendo las indicaciones que dejaste escritas, cuando se acabaron en el piso anterior, simplemente le pregunté la clave a Klaus.

—¿Y te la dijo así sin más? – pregunto confundida.

—Me disparó en la pierna antes de hacerlo. No era alguien precisamente alguien amable – se rascó la nuca – Klaus solía ser muy racional y era difícil tratar con él. En pocas palabras no fue fácil hacerlo hablar. Pero en cierta forma no nos llevábamos tan mal – hace una pausa – pero con Georgette.

—¿Quién es Georgette?

—La maestra de este piso y también la que le tiene ganas al idiota ese.

—¿Por qué todos aquí te tiene ganas? – le pregunta al chico que está a su lado, quien solo responde dándole un golpe en la cabeza – Auch – se queja — ¿Y eso por qué fue?

—Se me antojó hacerlo. Si tienes tiempo para preguntar idioteces, mejor busca la manera de salir de aquí.

A pesar de que salir de allí era el principal objetivo, decirlo resultaba mucho más fácil que hacerlo. Ninguno tenía ni la más remota idea de cómo era que funcionaban las cosas en ese lugar, tampoco podían asegurar de que Georgette siguiese aun en aquel piso. Ahora que Daniel ya no estaba prácticamente ya no habían reglas en ese lugar, el caos probablemente ya se esparcía por los pisos superiores, pero sin nadie que diera las órdenes de evacuación, las personas continuarían atrapadas en su propio infierno y aquellos que llamaban “Los ojos”, los mejores clientes, muy poco les importaría las vidas que se perdieran en ese lugar, ellos solo pagaban por ver muerte, no les importaba de quien se tratase, mientras pudiesen saciar sus retorcidos apetitos por la morbosidad. Así eran las cosas ahora. Al menos para los jóvenes el hecho de seguir escapando seguía exactamente igual, el juego era el mismo, solo que ahora tenían a Max de su lado, el cual, incluso sin quererlo los había ayudado por sus propios motivos. Pero cantar victoria en este punto era ser demasiado prematuros, ya que si incluso lograban superar a Georgette, aun quedaría el primer piso, el nivel que se interponía con su libertad. No podían bajar la guardia en este momento.

Max sacó la pistola de su bolsillo, a la cual solo le quedaba una bala. Aunque era mejor que no tener nada. Haber sido maestro de piso por tanto tiempo tuvo una cierta satisfacción, pero esa ya era cosa del pasado. Las ultimas ordenes que había recibido habían sido el de preparar los pisos para el tributo libre, en donde todo estaba permitido mientras se le diera una manera de conseguir el código correspondiente para que pudiese continuar, y la segunda regla era no matarlo, en este caso, se tenía estrictamente prohibido matar a Charlotte, pero Max no se imaginaba que se debía a una razón tan bizarra como esta. Después de todo, aquella joven nunca mostró alguna conducta extraña que fuera su inteligencia o su rápido actuar. No se esperaba a que esa chica fuese alguien tan problemático, pero ahora tenía cosas más importante en la cuales pensar, que una niña con serios problemas de bipolaridad. 

Los jóvenes se aventuraron por el pasillo más largo con el que se habían topado, pero que seguía teniendo la misma atmosfera desagradable que los anteriores.

—¿Te encuentras bien? – preguntó la joven al ver que Elías disminuía su paso.

—Sí, no es nada.

Al avanzar un poco más por aquel pasillo, una pieza de música se lograba oír desde el interior de una dela habitaciones. No se lograba distinguir de que se trataba pero si se lograba distinguir el sonido de muchos bajos  en una melodía lenta. No era tan raro que algo como eso se pudiese escuchar, lo raro era que apareció casi al mismo tiempo que los jóvenes pasaron por una puerta que se encontraba entre abierta. Como si aquella música fuese una invitación hacia una muy evidente trampa.

Tanto Elías como Max hicieron una pequeña mueca al tener presente los desagradables gustos de Georgette. Nada bueno podía venir de aquella mujer. Por lo que no se sentían muy motivados por saber que había del otro lado de esa puerta. Pero antes de que ellos pudiesen hacer alguna cosa, Charlotte se les adelantó y abrió la puerta antes de que alguien lograran detenerla. Del otro lado solo era una habitación vacía de colores oscuros, donde un viejo tocadiscos se encontraba funcionando sobre una mesa que se encontraba casi en el centro. Era una pieza de jazz, pero que ella no reconocía. Aunque cuando quiso entrar una mano la sujetó del cuello de la chaqueta y la obligó a retroceder.

—¿Qué se supone que haces? – Preguntó Elías arqueando una ceja – no andes entrando a lugares extraños, maldita sea.

—Aquí todo es extraño.

—¡Eso ya lo sé! Pero deja de estar yéndote por tu cuenta. Ya no puedo andar por ahí como si nada salvando tu desnutrido trasero.

—No estoy desnutrida, mi peso es constante… y mi trasero no tiene nada de malo. 

—Solo eres una vara con piernas.

—Dejen sus peleas maritales para después – interrumpe Max – Aun hay un piso que recorrer. Esto hace mucho que dejó de ser un juego, Daniel está muerto, lo que significa que cada loco hace sus propias reglas y ahora estamos en uno de los peores lugares, Georgette no será tan amable como para dejarnos ir, de hecho, ella será el principal problema aquí.

Charlotte no dijo nada, pero entendió perfectamente el punto. En este piso ya no habría consideración por quien ella, simplemente la matarían si tenían la oportunidad de hacerlo. Y Charlotte no tenía ni la más mínima idea de cuál era el aspecto de Georgette. No solo tendría que lidiar con la maestra de aquel piso, también tendría que encontrar la manera de hacer que aquel elevador funcionara, de lo contrario significaría el fin de su camino. Cosa que no podía permitirse.

Al igual que los otros niveles, este lugar era un laberinto de pasillos que no parecían llevar a ninguna parte, además que todas las puertas se mostraban cerradas e imposibles de abrir desde afuera ¿aun habían jugadores en aquel piso? Por los ruidos que se lograban filtrar, parecía que así era. Aquello podía significar que la noticia de lo sucedido con Daniel aún no se hacía público  y por el momento, los tres jóvenes eran los únicos que sabían aquella verdad. Podía ser un punto a favor, pues nadie se atrevería a hacer alguna estupidez sabiendo que su jefe sigue observándolos, pero seguía el problema de no saber cómo atravesar este piso, según Max, aquí Charlotte ya no era respetada como un trofeo valioso” por lo que no podían fiarse de obtener alguna ayuda, al contrario, este y el siguiente piso, sería una verdadera batalla por la supervivencia y su libertad. Y andar de curiosos por cada lugar que les llamara la atención, podría convertirse en un error fatal.

Una interferencia proveniente desde los parlantes ubicados en el techo, llamó la atención de los jóvenes, quienes miraron la cámara que los enfocaba. Elías se cruzó por delante de Charlotte, evitando que ella fuese vista directamente.

—Miren nada más quienes decidieron regresar — Se escuchó la lasciva voz de Georgette. En serio fue una molestia el que huyeran, son unos niños traviesos que merecen unos cuantos azotes. Pero no se preocupen mis ternuritas, que muy pronto me encargaré de ustedes – hace una pausa – por cierto querido Elías, tal parece que ya están llegando por ti, un montón de autos acaba de salir de la carretera y ha tomado el camino directo hacia aquí ¿no te sientes feliz? Pronto podrás irte a casa. Es tan triste no haber podido jugar contigo, pero al menos fuiste tan dulce como para traerme un lindo regalo. Es una chica preciosa, de seguro pagaran mucho por su cuerpo.

—¿Por mi qué? – pregunta confundida.

—Olvídalo, esta tipa está loca  — gruñe Elías cruzándose de brazos.

—Sean unos buenos niños y entréguenmela sin hacer escándalo. Yo le daré mucho mejor uso que ustedes.

La transmisión se corta en ese momento, dejando a los chicos en completo silencio. Oficialmente Georgette seguía en aquel piso, lo cual no sabían si era algo bueno o malo. La forma en la que habló parecía ser muy confiada, como si no tuviera nada de qué preocuparse y eso solo causó malos presentimientos en el grupo ¿acaso los jugadores seguían estando aquí? georgette era una mujer ambiciosa, por lo que no era difícil de suponer que no dejaría escapar su dinero tan fácilmente y Charlotte era una pieza con la cual se había obsesionado, pues no tuvo reparo alguno al comentarle a Elías lo que planeaba hacer con ella. Y el solo recordarlo le producía nauseas al chico de cabello oscuro. Terminar en un lugar como ese era peor que morir y Elías no permitiría que eso pasara.

—Hey, Elías ¿Esa era Georgette? – preguntó Charlotte.

—Sí, es una maldita loca.

—Entiendo – hace una pausa – creo que iré a verla.

13 PisosWhere stories live. Discover now