Capítulo 34: Monstruo vs Demonio

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Fue un sonido similar al de una llanta explotando, acompañado de un pequeño temblor que apenas alcanzó a durar un par de segundos. Lo que había causado aquello o en donde había sido, resultaba un completo misterio. No podía ser algo demasiado importante, teniendo en cuenta las cosas que sucedían en aquel edificio. Elías miró por sobre su hombro, hacia la puerta que conducía hacia la salida, la cual seguía tan cerrada como siempre. Un completo fastidio. Se dijo a sí mismo ignorando la pantalla que seguía mostrando estática. Las imágenes que había mostrado hace un par de segundos, fueron perfectamente explicitas, acompañadas de un mensaje demasiado complicado. Elías inclinó la cabeza hacia atrás y dio un pesado suspiro, en el cual su ceño se frunció ligeramente. Se mantuvo en esa posición, observando el techo como si estuviese meditando alguna cosa ¿Qué opciones tenia? Literalmente se encontraba atado de manos y pies, mientras que la puerta de salida, se encontraba con un seguro. Ya no tenía armas a su disposición, estaba completamente solo. Pero eso no era algo que le sorprendiera.

–Joder – gruñe por lo bajo – ¿Por qué siempre tengo que estar haciendo las cosas que duelen? – Bajó la mirada hacia el piso – mierda, de verdad no quiero hacerlo – se queja.

Contuvo la respiración por un momento y cerró los ojos con fuerza, al momento de dislocar el pulgar de su mano izquierda. El crujido del hueso resonó de forma repúgnate. Se formó una mueca de dolor en su rostro, para luego dejar escapar un suspiro entrecortado. Maldijo por lo bajo y se tomó algunos segundos para similar la lesión. Nunca era grato el tener que llegar a medidas así de extremas, pero al menos ya había conseguido su cometido. Inclinó su cuerpo hacia adelante y sostuvo la cadena con su mano derecha, mientras deslizaba su mano izquierda de la esposa. La cual ahora no ponía gran resistencia para salir. Además de que la sangre ayudaba a al proceso. Uno que le tomó varios segundos en conseguir. Pero tras tragarse el dolor y tras un par de maldiciones, finalmente se encontraba con una mano libre. Contrajo los dedos un par de veces para que el entumecimiento no le afectara. Necesitaba que su mano siguiese siendo funcional. De otra forma habría sido un sacrificio en vano.

Miró nuevamente por sobre su hombro, hacia la puerta. Asegurándose que aquella mujer de escasa ropa no entrara. Cuando se sintió seguro de que nadie estaba cerca, volvió a estirar su brazo hacia atrás, para reacomodar su pulgar. Otra dosis de dolor. El crujido de los huesos volviendo a su lugar, se hizo presente de forma desagradable. Pero lo había hecho bien, al menos esta vez no lo había roto, lo cual se podía considerar todo un logro teniendo en cuenta que se trataba de él. Pero su celebración tendría que esperar a que se encontrara totalmente libre. Aún tenía otras esposas de las cuales encargarse, y no estaba dispuesto a sacrificar más articulaciones para eso.

Tomó la delgada cadena que rodeaba su cuello y la cortó. Si aquellos maestros de piso hubiesen puesto más cuidado, se habrían tomado la molestia de quitar cualquier cosa que pudiese usar para su beneficio. No solo las armas que portaba eran una manaza. Aunque lo quiten los colmillos a un león, aun tendrá sus garras.

Una placa de metal con el nombre de Berserker y la imagen de un dragón grabados, se encontraba colgando de la cadena, junto con una pluma del mismo material. La cual Elías tomó y usó su punta para introducirla en la cerradura de la esposa. Aunque con su mano entumecida, hacer los movimientos necesarios para abrirla, se hacía mucho más complicado. Varias veces estuvo a punto de dejar caer el objeto, pero finalmente escuchó aquel “clic” y el sonido de las esposas cayendo al suelo.

–Ya era hora – se queja estirando ambos brazos hacia adelante. Aliviado de no estar en una posición tan incómoda.

Sin perder el tiempo, se inclina para lidiar con las esposas de sus tobillos, las cuales resultan más fáciles de abrir, por el simple hecho de que podía ver lo que estaba haciendo. Y el hecho de que aun recordara como forzarlas, fue algo que le sorprendió incluso a él.

Cuando sus piernas estuvieron libres, se puso de inmediato de pie, sintiendo las miles de agujas invisibles que atravesaban su carne de forma casi dolorosa. El efecto de la droga, seguía en su sistema. Elías ignoró la sesión, guardó el collar en el bolsillo de la chaqueta y marchó hacia la puerta. La cual se había convertido en otro obstáculo en su camino. Un cerrojo electrónico la bloqueaba y no tenía ni la menor idea de cómo poder abrirla. Perecía haberse topado con un callejón sin salida, antes de lo esperado. Hizo una mueca de disgusto. Definitivamente, no tenía talento alguno para estas cosas. Pateó con molestia la puerta y volvió a maldecir. Como si eso le ayudase en alguna cosa.

El sonido de algo reventando con fuerza, se volvió a oír, solo que esta vez parecía ser más cerca. Aquello ya comenzaba a ser algo preocupante ¿Qué es lo que estaban haciendo en los otros pisos? Cualquiera diría que los estaban tirando abajo. El chico de cabello negro se cruzó de brazos y dio un furtivo vistazo panorámico a la habitación. La cual le desagradaba, y bastante. Tampoco tenía el ánimo como para investigar dentro de los muebles, por si hubiese alguna cosa que pudiera servir. El sentimiento de encontrarse estancado, solo lo impacientaba a cada segundo. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que Klaus lo había puesto a dormir. Pero necesitaba moverse más rápido, si es que no quería llegar cuando fuese demasiado tarde. Aquellas imágenes volvieron a cruzar por su mente, como un mal presagio.

La atención de Elías, fue captada por unos pasos que se oían desde el otro lado de la puerta. Pero no eran el singular sonido de los tacones de georgette. Estas eran pisadas de alguien normal corriendo. Que rápidamente fueron acompañados por tres disparos. Elías dio unos pasos hacia atrás y mantuvo la guardia en alto. Había vivido lo suficiente como para saber que cuando las cosas van mal, siempre se pueden volver peor. Y ahora que no poseía ninguna arma, lidiar con los enemigos se volvería un completo infierno. Aunque ya había estado en él varias veces. Los dorados ojos del joven, se estrecharon hacia la salida, en la cual parecía haber alguien del otro lado. Una nueva ráfaga de disparos volvió a resonar, casi al mismo tiempo que el cerrojo comenzaba a retirarse lentamente. La adrenalina volvió a recorrer el cuerpo de Elías, haciendo que el dolor desapareciera, al igual que el ligero entumecimiento.

Dos hombres de negro, irrumpieron la habitación con pistolas en mano, las cuales no dudaron en apuntar al joven desarmado frente a ellos. Ordenando a toda voz que pusiera sus manos detrás de su cabeza. Orden que Elías no siguió en lo más mínimo, sin importar cuanto gritaran aquellos hombres, que avanzaban sin dejar de mirar a su blanco. El joven de cabello oscuro solo se limitaba a seguir cada uno de sus pasos con la mirada, mientras que su rostro se mantenía impasible. Esos dos extraños se mostraban agitados, casi cansados. Cosa que no pasó desapercibida para Elías. Tenía que encontrar la manera de deshacerse de esos tipos, solo hacía falta hallar el momento correcto para atacar.

Pero antes de que pudiese hacer algún movimiento. Una bala atravesó el cráneo de uno de los guardias. Una escena que tomó por sorpresa a ambos hombres que vieron como el cuerpo sin vida se desplomaba en el piso. Elías aprovechó aquel momento de distracción para acabar con el otro extraño. Atrapando la mano con la que sostenía la pistola, y rompiéndole el brazo al torcerlo. De su boca escapó un grito de dolor mientras una de sus rodillas caía al suelo. El hombre de traje miró con horror como el hueso atravesaba su piel y parte de la ropa. El sonido del quiebre se vio opacado por los constantes gritos de dolor. Aunque a los pocos segundos los lamentos fueron callados con brutalidad, cuando Elías le rompió el cuello, girándole su cabeza hasta que quedó mirando a su espalda. Una muerte rápida, no le quitaba el hecho de lo grotesco que había sido.

Elías recogió el arma del suelo y apuntó hacia la puerta abierta, de donde había provenido aquel disparo.

Sus ojos se estrecharon cuando la silueta del fondo comenzaba a acercarse. Sus pasos eran lentos pero firmes. Se podía ver el pequeño punto luminoso del cigarrillo que fumaba y la pistola que sostenía en su mano izquierda. Elías presionó ligeramente el gatillo, preparándose para disparar en cualquier momento. Y la razón de que aún no lo hubiese hacho, era porque aquel extraño no mostraba señales de querer hacer algo. En circunstancias normales, eso no habría sido impedimento para que el hombre de ojos dorados, asesinara a otras personas. Él no era alguien que dudase de sus acciones, pero solo por esta vez, se tomaría el trabajo de analizar un poco más la situación.

Un muchacho de cabello negro y grasoso, apareció frente a Elías.

–Sigues en una solo pieza – murmura dándole una calada a su cigarrillo – Supongo que los halagos hacia ti no eran por alarde – añade sin ningún interés.

Elías estrecha la mirada y baja el arma.

–Tu… ¿Quién mierda eres? – pregunta arqueando una ceja.

– ¿Por qué será que eso no me sorprende? – murmura botando humo por la boca – Aunque el hecho de que no recuerdes a una persona que viste hace un par de horas, se podría considera como algo preocupante. Tal vez, no lo sé. Tampoco es como si fuera importante.

El chico de vestimenta descuidada, guardó la pistola en el bolsillo de la sudadera, una que le quedaba demasiado holgada y se resbalada desde uno de sus hombros. Pero aquello parecía traerle sin cuidado. Tenía bolsas oscuras muy marcadas debajo de los ojos, mientras que en su mano derecha, un vendaje blanco la cubría por completo, en cual se podía apreciar pequeñas manchas rojas. Su ropa también se encontraba maltratada. Manqueaba de una pierna, debido a una herida que parecía demasiado profunda, por la cantidad de sangre que le brotaba. Posiblemente a causa de alguna bala o de algún objeto punzante. Fuera lo que fuera, Elías no se permitía bajar la guardia ante ese extraño.

– ¡Aun no has respondido, maldita sea! – gruñe molesto.

–Eres increíblemente impaciente – balbucea mirando a su alrededor – Es molesto tener que lidiar con personas así. Aunque tampoco es como si tuviera más opciones – su voz sonaba cada vez más como alguien aburrido – si solo digo que te moriste, dudo que me crean.

– ¿De qué mierda hablas?

–De nada importante. Solo divago. Algo que debe ser producto de la hemorragia – le da una calada al cigarrillo y ladea la cabeza haca un lado – y que aparentemente no es tu caso ¿Qué acaso nada te detiene? 

La situación entre ellos, se había vuelto increíblemente tensa, al mismo tiempo que confusa. Ninguno de los dos parecía encajar en ese lugar, pero por diferentes razones ahí se encontraban, uno frente al otro y ambos armados. Solo era cuestión de que alguno de los hiciera algún movimiento sospechoso, para que todo se convirtiera en un desastre. El joven de ojos dorados mantenía una expresión seria, observando la situación. No confiaba ni un poco en aquel sujeto, que ciertamente le provocaba la sensación de haberlo visto en alguna parte. Tal vez en un mal recuerdo.

Elías guarda el arma en la parte trasera del cinturón y abandona la habitación, pasando por el lado del otro chico y sin prestarle atención. No tenía tiempo como para estarlo perdiendo en charlas sin sentido. Si aquel extraño no estaba ahí para matarlo, entonces no era un problema del cual preocuparse. Era mejor enfocarse en los enemigos que pudiese tener este piso, el cual resultaba un completo misterio para Elías, quien solo veía pasillo tras pasillos. Y a pesar de que eran mucho más iluminados, el olor a perfume y alcohol era desagradable, casi al borde de ser nauseabundo.

– ¿A dónde vas, Berserker?

Como si fuese un encanto, aquella simple palabra logró hacer que el joven detuviese su paso, y mirara por sobre su hombro y con expresión seria al muchacho del cigarrillo.

– ¿Qué mierdas quieres?

–Das bastante miedo cuando hablas así – murmura tirando al suelo la gastada colilla, para poder sacar un nuevo cigarrillo de su chándal – La verdad no quiero nada – hace una pausa cuando el piso se vuelve a sacudir ligeramente – creo que debí de calcular el tiempo dos veces – murmura mirando el techo.

–No tengo tiempo para esto – gruñe Elías retomando su camino.

El chico de mirada perezosa lo observa por un instante, para luego centrar su atención al cigarrillo que trata de encender.

–Ciertamente como van las cosas, ya no tienes tiempo – señala sin mayor interés en sus palabras – Si no te apresuras ese tipo al que llaman Hannsel, te encontrara antes de que puedas escapar de aquí.

Aquel nombre resonaba de forma repugnante, en el subconsciente de Elías. El cual traía todos aquellos recuerdos que permanecían en lo más profundo de su mente, en un lugar donde no pudiesen molestarle. Pero de vez en cuando, la imagen de aquel hombre volvía a él como un desagradable problema no resuelto. Posiblemente Hannsel era la única persona que lograba despertar un verdadero sentimiento de odio, por parte de Elías, e ignorar eso, no era algo que él pudiese hacer. Por lo que cuando se dio la media vuelta para mirar al extraño, sus ojos solamente reflejaron frialdad y desprecio contenido.

El arma se levantó y apuntó directamente hacia la cabeza del chico, que fumaba su cigarrillo con tranquilidad.

– ¿Tú quién eres? – pregunta con seriedad manteniendo el dedo a un lado del gatillo.

El extraño lo mira por un instante antes de responder.

–No me gusta eso de las presentaciones, demasiado trabajo – murmura sin ganas – pero tal parece que contigo no hay muchas opciones – hace una pausa y ladea la cabeza hacia un lado – Soy Max, nos conocimos en el piso 9, me disparaste en la mano.

–Sí, eso suena a algo que yo haría.

–Y gracias a eso ya no pude seguir como maestro de piso, aunque tampoco es como si me importara, fue divertido mientras duró – le da una calada al cigarrillo – ya baja esa cosa. De haber querido matarte te habría disparado mientras no mirabas. Tal vez. La verdad es difícil saber hasta qué punto bajas la guardia, das miedo.

–Sigo sin saber quién mierda eres. Mejor te disparo.

–Qué poca paciencia – señala recogiéndose el cabello, dejando ver en su cuello el tatuaje de un dragón tribal, con el número 6 en su boca – por ahora finjamos que no somos enemigos y no queremos volarnos los sesos entre nosotros.

Elías maldijo por lo bajo al reconocer el símbolo, el mismo que él poseía en su antebrazo. Una eterna marca de viejas decisiones que en su momento, no le habían parecido tan estúpidas. Aunque, si incluso compartían el mismo emblema de aquel grupo, Max no dejaba de ser un blanco ante los ojos de Elías, incluso si eso era ir en contra de las reglas. Pero después de todo, aquel joven de ojos dorados, jamás había seguido las reglas impuestas por otros.

El suelo vuelve a temblar luego de que se oye otro ruido fuerte. Pequeños fragmentos de techo, caen frente a ellos.


– ¿Qué mierda es eso? – pregunta molesto.

–Sí, eso, posiblemente sea el C4 detonando – responde mirando el reloj de su muñeca – no tenía que suceder hasta dentro de 30 minutos, mi error – Elías baja el arma y arquea una ceja – aunque tampoco es tan grave, este edificio es muy resistente, no creo ser capaz de derribarlo por completo – observa su cigarrillo – tal vez algunos de los pisos colapsen, será divertido.

– ¡No tiene nada de divertido que te caiga un edificio encima! – gruñe con molestia.

–No se va a caer. Eso creo. Fue un trabajo rápido, no tuve el tiempo de hacer los preparativos necesarios.

– ¡Ahg! De verdad no tengo tiempo para esto.

– ¿Por qué el apuro? Solo tienes otros dos pisos que cruzar y serás libre – Max se da la media vuelta y comienza a adentrarse en el pasillo – aunque me gustaría decir que hacerlo sería sencillo, pero como te habrás dado cuenta, aquí no hay salidas fáciles. Más cuando eres un desertor – se detiene a mirarlo por sobre su hombro – cada piso es independiente y con sus propias reglas, es por eso que a pesar de todo lo que ha pasado con las plantas superiores, las que le siguen continúan con su funcionamiento. Eso no cambiará en nada, así que – hace una pausa y se rasca la nuca – tendrás que seguir ganándole a los maestros para usar los asesores.

Elías se mantiene en silencio mientras Max se aleja lentamente, con su pierna herida y dejando un pequeño rastro de sangre a su paso. Su repentina aparición solo había logrado que todo fuese más confuso. Ir en contra de las reglas del edificio no terminaba para nada bien, y Elías lo sabía por experiencia ¿Por qué alguien más haría algo como eso? Y más si era por voluntad propia. Frunció el ceño ligeramente, mientras pensaba en aquello que le había dicho. Tener que seguir lidiando con los otros maestros era todo un problema, el cual no tenía ni la menor idea de cómo lo iba a solucionar. Se suponía que cada planta poseía un código específico, que les permitía moverse de un piso a otro ¿Cómo iba a encontrarlo en este lugar? La persona más probable que supiese esa respuesta, se trataba de la propia maestra, Georgette. El solo pensar en tener que lidiar nuevamente con esa mujer, le provocaba desagrado a Elías. Y no solo eso, también significaba que tendría que buscarla por un lugar que no conocía, obligarla a que le dijera el código y luego buscar el ascensor. Los juegos de búsqueda de cosas, no eran precisamente su pasatiempo favorito.

Estaba contra el tiempo, ahora no solo tenía que preocuparse de que los guardias trataran de matarlo, también debía de mantenerse atento por si aparecían los hombres de Hannsel. Perros de ataque cuyo nivel que ya conocía muy bien. Y por si no fuese suficiente presión, también tenía que lidiar con la posibilidad de que techo se le cayera encima. 

– ¿Por qué haces explotar el edificio? – pregunta Elías antes de que Max se aleje demasiado.

El chico de expresión plana se detiene un instante.

– ¿Por qué? – Repite pensativo – supongo que me gusta ver como las cosas arden hasta volverse cenizas. Explotar cosas es para mí, lo que es para ti matar personas. Es divertido como algo tan grande cae en cosas de segundos – hace una pausa para mirar a Elías – planeaba hacerlo desde hace mucho, solo no encontraba el momento adecuado, había demasiada seguridad, pero como has armando un gran escándalo, finalmente  pude moverme con libertad – hace una ligera mueca – además supongo que debería darle gracias a esa niña por dejar escrito todas las claves en los diferentes pisos.

– ¿Eso hizo?

–Tal parece que la observación tampoco es lo tuyo – murmura botando el exceso del cigarrillo – pero sí, eso hizo ¿Cómo crees que llegue aquí tan rápido? Aunque también mataron a medio mundo, por lo que no fue muy difícil avanzar sin contratiempos. Excepto por lo de Klaus, ahí si tuve muchos problemas y cómo puedes ver, tuve un precio que pagar – señala la sangrante herida de su pierna – Pero supongo que no me fue tan mal.

–Ese bastardo sigue ahí – murmura Elías para sí mismo.

–Puedo ver que tienes un mal hábito de buscar peleas innecesarias.

– ¡Cállate! ¡Eso a ti no te importa! 

–Eso es muy cierto. Pero estas más cerca de la libertad que ir por venganza. Incluso tú debes de entender la lógica de lo que te digo. La decisión de estallar este lugar fue solo para darte una oportunidad de escapar. Dudo mucho que los accionistas les importe sacrificar las vidas que hay aquí, pero el caos que eso generará será una ayuda a que no te vean como blanco principal. Ya de por sí muchos te quieren ver muerto, y no solo en este edificio. Incluso si logras escapar de aquí, tu vida no está asegurada.

–Tks. Me vale.

– ¿Qué no te cansas de ser tan agresivo? Yo me canso de solo verte.

Elías, cansado de una charla que no lo llevaba a ningún lado, ignora las palabras de Max y emprende su camino, y esta vez para ya no detenerse. Dejando solo al joven de apariencia desaliñada, quien se quedó observando como aquel asesino caminaba a la peligrosa dirección, una que tal vez era demasiada incierta. El saber porque alguien actuaba de forma tan irracional, le parecía todo un misterio ¿Por qué no ir por la salida, si está más cerca? ¿Por qué volver a la boca del lobo? ¿Quién en su sano juicio podía caminar hacia su propia muerte? Eran tantas preguntas, que Max simplemente decidió ignorarlas. El tiempo era corto y los guardias no tardarían en hacer acto de presencia. Entre antes saliera, mejor.

–Por cierto – dice Max en voz más alta – ese zorro plateado, dijo que no lo arruinaras. Creo que aún espera a que regreses.

Aquellas palabras quedaron suspendidas en el aire, mientras el chico de ojos dorados mantenía su paso firme. Esta vez ya no lo iba a detener.

No se permitía pensar en ninguna otra cosa, que no fuese en llegar hasta al ascensor. No importaba todo lo que había sucedido hasta ahora. Elías solo mantenía un solo pensamiento en su mente y no dejaría que nada se interpusiera en su camino. Solo era como otra misión, otra tarea que tenía que cumplir sin importar los métodos, era igual a las cientos de otras que había realizado desde su adolescencia. Miró a su alrededor y notó las cámaras que custodiaban el pasillo, por el cual caminaba. Aún seguían vigilando sus pasos. Podía ser que Max tuviese razón y que el juego aun no hubiese terminado. Y mientras existiera alguien para brindar un espectáculo, eso no se terminaría. Elías se detuvo en una intersección y observó a ambos lados, los cuales se veían muy parecidos ¿pero cuál era el correcto? Ir por allí caminando en círculos, no era precisamente su idea, pero tampoco sabía cuál era la ruta correcta. Solo lo pensó por algunos segundos antes de ir por la izquierda. Simplemente se había dejado guiar por la intuición.

A diferencia de otros pisos, este lugar poseía una cierta atmosfera más “amistosa” era como estar caminando por algún hotel, las paredes poseían un cálido color rojizo con decoraciones en dorado, también la luz era tenue, pero lo suficientemente fuerte, como para no tener que forzar los ojos en la oscuridad. Los pisos en su mayoría se encontraban cubiertos por una alfombra negra. Era extraño el no ver las manchas de sangre ni la suciedad por todos lados. Era demasiado perfecto para un lugar como este, así que de seguro debía tener su lado oculto. O por lo menos eso fue lo que pensó Elías mientras se mantenía atento a su alrededor. Ya no estaba dispuesto a volver ser sorprendido como había sucedido con Klaus. No caería en lo mismo dos veces. Así que mantuvo la pistola en la mano, preparado para disparar a cualquiera que se metiera en su camino. Ya que a cada paso, su ira parecía aumentar más. Tantas cosas acumuladas, no podían terminar en algo bueno.

Varias puertas a ambos lados, fue lo que se encontró Elías al llegar al nuevo pasillo. La mayoría de ellas permanecían cerradas y con un cartel que decía “ocupado” colgando en la manilla. Tampoco era como si le interesara averiguar lo que había del otro lado, los gemidos y jadeos ya le daban una idea de lo que pasaba. Elías rodó los ojos y se adentró en aquel lugar, ignorando lo que sucedía a su alrededor. Tener que cruzar por un sitio donde había un montón de extraños cogiendo, no era precisamente lo que hubiese preferido, pero tampoco era como si tuviese demasiadas opciones. Así que entre más rápido caminara, más rápido saldría de ese repugnante lugar. Incluso los desesperados gritos pidiendo ayuda, no parecían afectarle. Este piso también se consideraba un piso más de juego, donde los que pagaban eran los jugadores, y por ende, también existían los juguetes, aquellas que probablemente debían de sufrir un castigo peor que la muerte.  Ser abusado una y otra vez, sin descanso, sin piedad, sin posibilidades de escapar, el solo saber que es el depravado entretenimiento de alguien más ¿Cuántos de ellos estarían deseando su propia muerte, para poder abandonar ese infierno? Tal vez la muerte, era la única piedad que existía en este edificio de asesinos.

Puertas blindadas y completamente cerradas bloqueaban su camino. Aun lado de ellas, un panel numérico esperaba a que el código fuese introducido.

–Por un momento pensé que tomarías una decisión más razonable – murmura Max acercándose a paso lento – pero está claro que la lógica y tú no son compatibles.

– ¿Qué demonios planeas siguiéndome?

–Nada realmente, pero es entretenido ver los pasos que dan en este lugar – hace una pausa – aunque no es tan emocionante cuando falta un jugador – inclina la cabeza a un lado – de verdad no me esperaba que llegaran hasta aquí, aunque supongo que nadie se lo esperaba, por eso el repentino cambio de las reglas.

–Si no ayudas, no estorbes.

–En verdad eres un retrógrado para estas cosas – comenta mirando el panel de control – ¿quieres ir a matar a Klaus? Eso es muy estúpido.

– ¿Y eso a ti que te importa? – gruñe sin prestarle atención.

–Sería más conveniente obligar al maestro de este piso a que suelte la clave ¿Por qué quieres volver a subir? Solo conseguirás que Klaus te mate y que a mí me sermonen por eso.

Elías lo mira de reojo, manteniendo un cierto recelo al respecto. Si ya lo había intentado de matar era por una buena razón, y no haberlo conseguido le causaba molestia. Nunca perdonaba a una víctima, nunca las dejaba escapar y ahora, volvía a tener a una de sus presas justo al lado, y aun así no era capaz de apretar el gatillo. Max había sido listo, tal vez demasiado, pero estar tan cerca de fuego podía quemarlo. La reputación de que apodaban como Berserker, era muy conocida en el bajo mundo. Era el monstruo que no podía ser detenido, el asesino al que no lograban alcanzar, el perro de ataque más valioso de Hannsel, el cual pagaría lo que fuese necesario para tenerlo de regreso bajo sus órdenes. Max ya sabía todo eso, y aun así continuaba alimentando la llama del odio.

–Si tanto quieres salir de aquí, ve tú mismo a conseguir las mierdas de esa mujer.

–No soy del tipo que se avienta de cabeza a los leones – murmura dando un bostezo – Me gusta planificar las cosas antes de hacerlas. Además, no estoy en condiciones de enfrentarme a nadie. No todos tenemos esa horrenda resistencia tuya – le da una calada al cigarrillo – de verdad me pregunto si eres humano. Da bastante miedo que puedas mantenerte como si nada.

–Tks. No fastidies. Aun puedo matarte.

–No me cabe duda de eso. Pero si me matas no podrás volver al piso de Klaus – lo mira de reojo – Es eso lo que quieres ¿no? – Max avanza hacia el panel de números – ¿si te mueres que le digo a tu jefe?

–Esa mierda no es mi jefe.

–Aun así tengo que decirle alguna cosa, y no creo que la caiga muy en gracia si le mencionó que traté de matarte. Soy  nuevo en esto de los grupos y no entiendo cómo funcionan. Pero el líder parece tenerte en alta estima.

Las pesadas puertas metálicas se abren cuando Max ingresa el último número. Un pequeño silencio se forma mientras observan el vacío interior del ascensor.

–Dile a ese idiota lo que quieras – murmura Elías ingresando al elevador – No tengo que darle explicaciones a nadie. 

–Si le llamo idiota se va a enojar.

–Ese bastardo siempre está enojado ¿y que va a hacerme, matarme?

Elías apoyó la espalda contra la pared, cuando las puertas del elevador finalmente se cerraron. El sonido de los cables metálicos jalando de la maquina provocaba una sensación de desconcierto hacia lo que podía esperarle más arriba. Regresar a un piso en donde le habían derrotado, era como recibir una patada con todas la fuerzas en el estómago. Un fracaso nunca era una experiencia grata. Pero seguía de pie y eso era lo que importaba, mientras pudiese seguir levantándose y sostener un arma, podría seguir peleando. Ellos habían cometido dos errores fatales, uno había sido el hacer enfadar a Elías, y el otro fue el haberle dejado con vida. No había asesino más peligroso, que aquel que no temía correr hacia los brazos de la misma muerte.

Oscuridad y el desagradable olor a hospital, fue lo primero que recibió al chico de cabello oscuro. El cual miró con recelo. Seguía todo tan vacío como la primera vez que había llegado al lugar. El lúgubre pasillo se extendía frente a sus ojos, como una macabra invitación hacia lo desconocido. Las cámaras que solían vigilar sus movimientos ya no poseían esa molesta lucecita roja, más bien parecían estar apagadas. Algo bastante fuera de lugar, teniendo en cuanta de iba todo el asunto. Elías mantuvo una expresión impasible antes de ponerse en marcha, dejando que sus pasos resonaran como un eco fantasmagórico en la penumbra. Las inestables luces parpadeantes de las paredes, producían un molesto zumbido que se prolongaba por todo el camino. Manchas puertas dobles se encontraban a su mano derecha, algunas semi abierta y otras cerradas por completo, con un letrero luminoso que decía: cirugía en curso. Iluminado en rojo.  Se podía escuchar ciertos murmullos provenir de aquellas salas, si se prestaba un poco de atención. Eran como gritos ahogados acompañados con el sonar de utensilios metálicos. Elías se quedó de pie frente a una de las salas, cuya entrada estaba abierta. Solo era curiosidad por saber que se escondía del otro lado.

No era algo muy distinto a lo que se podía encontrar en una sala de emergencias. Los utensilios médicos estaban por casi todos lados, y ya todos parecían haber sido ocupados. La sangre fresca se deslizaba por las hojas metálicas amontonadas sobre una bandeja del mismo material. Al otro extremo se podía ver una mesa con ruedas, oxidada y con líquido rojizo marrón chorreando de ella. Una cortina semi transparente impedía ver aquello que se encontraba sobre la camilla, por lo que Elías solo lograba divisar la extraña silueta formada por la sombre de la lámpara del otro lado. El joven se movió con sumo cuidado, evitando hacer ruido con sus pisadas. Se podía escuchar la entrecortada respiración de alguien y el burbujeo de algo. Con la mano rozando el arma que llevaba en su cinturón, Elías avanzaba manteniéndose atento a cualquier cosa fuera de lugar. Estaba dispuesto a volarle la cabeza a cualquiera que se cruzara en su camino.

Su mano apenas rozo la delgada cortina, cuando el repentino sonido de una puerta abriéndose capturo su atención. Elías maldijo por lo bajo  y rodeo la zona aislada para ocultarse en los estantes del fondo, resguardándose por la oscuridad de la habitación. Con el arma en mano, espero a que el hombro de ropa quirúrgica a pareciera. No era alguien demasiado alto, era robusto. Los guantes de látex estaban manchados de sangre, así como gran parte de su vestimenta. Aunque la mascarilla que usaba, hacía imposible identificarle. Elías miró desde la esquina como aquel sujeto abría la cortina, dejando en evidencia su repugnante acto.

En la camilla se encontraba un mal trecho hombre, con sus extremidades extendidas en una X, sujetadas por correas, las cuales habían lacerado brutalmente su piel, hasta el punto en que parte del hueso se encontraba expuesto. Las maquinas que tenía a un lado le ayudaban a mantener su respiración, mientras que una bolsa de sangre alimentaba su cuerpo. Su rostro mostraba rastro de lágrimas secas y también que en algún momento había vomitado. Aunque eso, no era lo más grotesco que se podía apreciar. Todo el abdomen del hombre había sido cortado de forma vertical, mientras que ganchos mantenían la piel y el musculo abierto. Los intestinos permanecían fuera de su lugar, extendidos a un lado del cuerpo, lo que hacía que la sangre chorreara y callera directamente a la rejilla que estaba debajo de la camilla. El hombre que permanecía de pie, tomó uno de los bisturís e hizo un nuevo corte al costado de su víctima, la cual apenas logro abrir la boca, pero ningún sonido salió de ella. Como si ya no tuviese fuerzas para hacerlo. Aun así su rostro reflejaba la agonía de aquella tortura.

Aquel hombre estaba tan concentrado en su tarea, que no fue consciente del peligro que lo asechaba hasta que ya fue demasiado tarde. Sintió la brutal puñalada de las tijeras clavarse en su hombro, y el golpe detrás de su rodilla que le hizo caer al suelo. Su cara se vio bañada de la sangre mientras que el pie sobre su cabeza lo mantenía inmóvil.

– ¡Joder! ¡¿Pero qué mierda?! – Gritaba horrorizado viendo las tijeras metálicas aun enterradas en su carne – ¡Mierda!

Elías apunto el arma directamente al hombre que tenía a sus pies.

––Deja de lloriquear, maldito cerdo. Te haré una pregunta y más te vale responder – pronuncio aplastando a un más la cabeza de aquel sujeto contra el piso.

Un quejido escapó de su boca cuando su nariz hizo un repugnante crujido.

–D… de acuerdo… solo cálmate – suplicaba con voz titubeante.

–Yo estoy calmado, tan calmado como un vaso de leche – sonríe de forma maliciosa – el tributo libre ¿Dónde está?

El hombre tragó saliva mientras su respiración se hacía más irregular.

–No lo sé…– murmuro en voz baja.

–Pésima respuesta.

El grito de aquel hombre resonó por la habitación, cuando Elías torció las tijeras clavadas en su hombro, haciendo que la herida empeorara.

– ¡Joder! – Sollozó ante el dolor causado – ya te dije que no lo sé – vuelve a repetir – anunciaron que una chica venia aquí… pero no sé nada, no la pusieron a la venta… no sé dónde pueda estar – el hombre apuña las manos contra el suelo – ya déjame… por favor.

Los ojos de Elías se estrecharon ligeramente, cuando arrancó el objeto de la carne de aquel sujeto. La sangre que salpico se mezcló  con la que ya estaba en el piso.

–No estas siendo de ninguna ayuda. Mejor has un esfuerzo.

El hombre cuya mandíbula temblaba, dejó escapar un sollozo.

–Klaus… de seguro Klaus sabe dónde está… es el maestro de este piso… estoy seguro que él puede decirte.

No había que ser un genio para deducir que el maestro de piso tenía las respuestas. Pero tener que enfrentarlo en este momento no era el plan. Pero tal parecía que no quedaba otra solución. El tiempo era limitado y tenía que moverse rápido, antes de todos sus esfuerzos se volvieran en vano.

–Te creo – murmura Elías retirando su pie – ¿En dónde encuentro a ese bastardo? 

–E… en el área quirúrgica… casi siempre está allí, le gusta ver a los jóvenes practicar sus habilidades – el hombre se gira lo suficiente para poder hacer presión en su herida con la mano – sigue este pasillo y dobla en la primera intersección a la derecha – hace una pausa aguantando el dolor – deberías toparte con unas puertas dobles blancas.

Eso había sido sencillo. Pensó Elías, guardando el arma en el bolsillo de su chaqueta. Giró la tijera en su dedo y en un rápido movimiento, la clavó directamente en el ojo del hombre, atravesando el cristal de sus anteojos. Haciendo que casi de forma instantánea deje de moverse. Sus brazos cayeron extendidos hacia los lados, mientras que un pequeño charco rojo se formaba debajo de su cabeza.

Con la nueva información obtenida, Elías abandonó aquella sala, cerrado la puerta detrás de él. Tal parecía que al final sí podría tener su ajuste de cuentas con Klaus, incluso antes de lo que esperaba. El solo hecho de pensar en asesinar a alguien como él, le causaba una cierta satisfacción, la cual se reflejaba en una media sonrisa en su rostro. Y antes de que pudiese darse cuenta, se encontraba corriendo por todo el largo del pasillo. La adrenalina volvía a recorrer todo su cuerpo.

Dobló hacia la derecha, tal y como se lo habían indicado y no tuvo que recorrer demasiado para toparse con aquellas puertas blancas, lo que hizo que su marcha se detuviese un poco. A un lado había un tablero numérico, similar al de los elevadores, solo que este mostraba luz verde, como si aquellas puertas ya estuviesen abiertas. Era difícil el saber se eso era algo bueno o malo. Pero las dudas no lo detendrían. Su paso se mantuvo firme al momento de ingresar del otro lado, encontrándose con una zona diferente al resto del piso que había visto antes. El lugar parecía un poco más limpio, al igual que iluminado. Los pasillos eran más amplios y a medida que se adentraba, se podían ver los diferentes letreros; cardiopatía, kinesiología, traumatismo, neurología, entre otras especialidades. Elías se detuvo casi en la mitad de la sala que simulaba ser una pequeña recepción, que derivaba a las otras áreas. Todas tenían puertas que parecían estar bloqueadas, con cerrojos que exigían una clave de acceso. Sentía haberse topado con otro callejón sin salida. El joven observo nuevamente las cámaras, las cuales también parecían apagadas. Aquello no podía ser normal. Miró nuevamente las puertas que le rodeaban, dándose cuenta de la luz verde que mostraba una de ellas.

Elías dio un pesado suspiro antes de dirigirse a la zona de neurología. Era el único camino que podía seguir sin tener que dar marcha atrás. Y tal vez era una completa estupidez tener que ir por un lugar que no conocía, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr.

Con un rotundo golpe, la pesada puerta se cerró detrás de él, como si se burlara de su infortunio. Elías ignoró el sentimiento y continua hacia adelante, hacia el profundo silencio que reinaba en ese nuevo pasillo que era más corto que los anteriores, tampoco había demasiadas puertas. Solo eran tres, para ser precisos, así que mientras esas puertas no dieran con más pasillos interminables, la búsqueda no podría ser demasiado larga. Tenía que encontrar a Klaus  y hacerle hablar de alguna manera, si alguien sabia la ubicación de Charlotte, era él. En el caso de que la chica siguiese con vida. El desagradable pensamiento provocó una mueca en Elías, quien maldijo por lo bajo.

Tras la primera puerta que abrió, se topó con una sala de operaciones, no muy grande y donde no había nadie en su interior, solo la típica instrumentaría que se podría esperar de un lugar así. Elías solo dio unos cuantos pasos hacia su interior, mirando rápidamente y sin poner atención en nada en específico. Si había algo que llamase un poco la atención, era la camilla con correas que se encontraba casi en la mitad de la sala, se podían distinguir pequeñas manchas rojas sobre la superficie blanca, y otras más en las correas. Tal parecía que alguien se había encontrado en una situación parecida, a la del hombre que había visto antes. Pero sin tener nada más que ofrecerle, Elías abandona aquel lugar. Aún tenía otras dos puertas que revisar. Las posibilidades de encontrarla a ella, cada vez eran menores.

Era un salón bastante amplio y estaba completamente vacía. Un cristal grueso atravesaba la habitación separándolas en dos, una más grande que la otra. La iluminación era deficiente y era difícil saber que era lo que se ocultaba del otro lado del muro transparente.  Elías miró con desconfianza a la nueva sala a la que había ingresado, por lo que su mano no se separa del arma que tenía lista para disparar.  Sus ojos analizaron cada centímetro en búsqueda de algo sospechoso, pero los muros grises y el piso opaco, no parecían estar ocultando absolutamente nada. Se había vuelto a equivocar. Ni Klaus, ni ninguna otra persona se encontraba allí. Ni siquiera había rastros de las cámaras que habían estado vigilando cada uno de sus movimientos hasta ahora ¿Qué era lo que estaba pasando? Tanta tranquilidad no podía ser bueno, no en aquel edificio de torturas. Pero cuando dio un paso hacia atrás, la puerta se cerró con un azote que resonó por todo el cuarto. El joven miró por sobre su hombro, hacia la luz roja que mostraba el seguro electrónico que bloqueaba la salida.

–Mierda – masculló frunciendo el ceño.

–Bienvenido de regreso, Elías – pronuncio con cordialidad el hombre que aparecía desde el otro lado del cristal – tal parece que disfrutas mucho de la experiencia que te ofrecen mis humildes instalaciones – añade con una fingida sonrisa.

Era de no creer la cantidad de extraños que le conocían, pero a pesar de la repentina aparición de aquel hombre, Elías se mantuvo serio, observándolo fijamente al nuevo sujeto que deseaba entablar una conversación ¿Por qué todos los raros querían hablar con él? Apretó un poco más el arma en su mano, mientras vigilaba los movimientos del hombre de traje y cabello marrón. Ese definitivamente no era Klaus. 

–Me importa una mierdas tus tonterías – le responde con frialdad.

–Que amable – murmura lleno de sarcasmo – deberé de amonestar a  Georgette por no cumplir con su trabajo – inclina la cabeza hacia un lado – ¿no me digas que también la mataste?

–Puede ser, no me acuerdo – sonríe con burla.

El hombre de traje avanza unos pasos, y el cristal que los separaba comienza a alzarse, permitiendo que ambos queden frente a frente, permaneciendo solo a unos metros de distancia. Dispararle en aquel momento, habría sido relativamente sencillo, pero la actitud de seguridad que mostraba el extraño, no era de fiar. Elías ya conocía esa mirada, la de alguien que creía tener el mundo a sus pies. Era exactamente igual a Hannsel, lo que solo hizo que su ira aumentara aún más, así como las ganas de clavarle una bala justo entre sus arrogantes ojos.

–Realmente me haces las cosas difíciles, Elías. Me gusta mucho tu trabajo, pero no me gusta que andes por ahí rompiendo mis cosas, eso cuesta dinero – hace una pausa negando con la cabeza – Te di la oportunidad de que te fueras, solo con unos cuantos golpes. Por respeto a Frederiksen, pero ahora me veré en la obligación de explicarle tu lamentable deceso – sonríe extendiendo lo brazos hacia los lados – pero regocíjate, antes de que eso suceda, formaras parte de una de mis obras maestras. 

Delicados pasos se escucharon aproximarse desde las espaldas de aquel hombre. No eran de alguien que pareciera tener prisa por aparecer, así que lentamente su silueta se asomaba a la luz. Una persona pequeña, delgada, descalza y con una   bata blanquecina que no lograba rozar sus rodillas. Se podían apreciar las heridas abrasivas de sus tobillos y muñecas, así como varias otras lesiones menores; una raspadura en su rodilla, una vieja cicatriz en el lado interior de su muñeca izquierda, mientras que en la derecha, una pulsera de identificación de pacientes la rodeaba. El cabello rubio despeinado, cubría parte de su cara, la cual mantenía mirando hacia abajo, hacia cada uno de sus tambaleantes pasos, que se detuvieron al llegar al lado de aquel hombre de traje.

Los ojos de Elías se abrieron incrédulos de lo que le mostraban, mientras que la mano que sostenía el arma titubeo por un momento. La muchacha que parecía que se quebraría en cualquier segundo, mantenía su mirada en la nada misma, con unos ojos azules totalmente vacíos e inexpresivos, era como ver los ojos de alguien que ya se encontraba muerto.

No había forma de aquella chica, fuese la Charlotte que él conocía.

– ¿No crees que es linda? – Murmura aquel hombre acariciando el cabello de joven – Hubo que sacrificar muchas cosas por ella, pero – la contempla con cierta satisfacción – valió la pena, el solo hecho de que pueda tenerla en mis manos, supera cualquier pérdida generada por sus acciones. Pero tú no eres capaz de comprender su valor – hace una pausa y lo mira reojo con malicia – o tal vez sí lo haces ¿Por qué otra razón estarías aquí?

–Tks. Bastardo.

–No te enojes, solo bromeo contigo. Sé perfectamente que monstruos como tú solo piensan en ellos mismos – da un par de pasos para ganarse detrás de Charlotte y abrazarla por sobre sus hombros – pero eso ayudó a que 1402 asimilara todo de mejor manera. Tal como lo esperaba de ella. Debería darte las gracias por ello, Elías – añade apoyando su barbilla en la cabeza de la joven – hiciste algo que ni yo hubiese podido. 

–Deja de joderme – escupe apuntándole con la pistola.

El hombre sonríe con arrogancia y saca un arma de su chaqueta, la cual apunta a la cabeza de Charlotte, quien permanece totalmente inmóvil, casi ajena de todo lo que estaba sucediendo. El ceño de Elías se frunce ligeramente, mientras observa como  ese sujeto presionaba lentamente el gatillo.

–Adelante, dispara si es lo que quieres, pero si me matas, ella se va conmigo. Además Klaus tiene órdenes de bloquear este piso si eso llegase a pasar ¿Cuánto tiempo podrías durar? – Sonríe triunfante – debiste ser más listo e irte cuando te di la oportunidad de hacerlo. Te has convertido en un problema, el cual voy a cortar de raíz.

Hubo un pequeño silencio, en el que ninguno de los daba su brazo a torcer, aquello se había vuelto una guerra de voluntades.

– ¿Qué fue lo que le hiciste?

–No mucho realmente, solo corregí algunos de sus defectos y no fue nada fácil. Estaba tan convencida de su propia historia, que sus mentiras se convirtieron en su realidad. De verdad logró convertirse en Charlotte Evergarden. Sacarla de ese personaje de niña buena fue  terrible de complicado – hace una pausa para mirar a la joven que sostenía – gritó tanto, el miedo reflejado en sus ojos era tan verdadero, hasta creo que me entristecí un poco cuando comenzó a llorar – hace una pausa para mirar a Elías – incluso te llamó un par de veces, fue enternecedor. Creo que hasta el último segundo tuvo la esperanza de que llegarías a salvarla ¿no te parece que esa ingenuidad es algo hermoso? Mi pequeña tuvo que sufrir bastante para volver a ser ella misma. Pero hasta la voluntad más fuerte puede ser quebrantada si se usa la suficiente fuerza.

Daniel separa el brazo con el que rodea a Charlotte, para tomar su mano y hacerle entrega del arma, la cual ella toma de forma automática. Unos vacíos ojos azules observan la pistola plateada totalmente cargada y lista para ser husada.

– ¡¿Qué demonios estás haciendo, Char?! – le grita mientras la apuntaba con el arma, a pesar de que ella no mostraba ni un indicio de querer hacer algo.

Pero no hubo respuesta, solo una mirada plana e impasible, de alguien que parecía estar totalmente vacío en su interior. Ya no estaba aquella expresión curiosa e ingenua, el brillo que asemejaba al sol reflejado en el agua, había desaparecido de sus ojos; dejando solo la turbiedad de un profundo pozo. Incluso su cuerpo parecía más delgado y frágil que antes, como si hubiesen pasado días desde la última vez que se había visto ¿Quién habría pensado que aquella vez, realmente iba a ser la última vez que se vieran? La rubia frente a él no era Charlotte, la rubia frente él, era la marioneta de aquel hombre. El cual la había destrozado hasta no dejar nada de ella.

De forma inconsciente, Elías dio un paso hacia adelante, pero de inmediato fue detenido por la bala que la joven disparó frente a sus pies.  Miró de reojo la marca que el proyectil había dejado a escasos centímetros de él, y fue entonces cuando lo entendió…

Había llegado tarde.

–Creí que te había quedado claro en el video que te envié – interrumpe Daniel paseándose por el lado de la joven, que aun mantenía la pistola en alto y con el dedo en el gatillo – no sé si eres lento o simplemente no quieres aceptarlo, así que seré muy directo. Perdiste, es el fin del juego para ti.

–Que tú decidas esa mierda no significa que deba hacerte caso – interrumpe Elías mirándolo seriamente.

Daniel agacha la cabeza y niega resignado.

–Te lo diré de otra forma, esta vez no vas a ganar – sonríe de medio lado - si tu eres un monstruo… esta chica es un demonio.










Hola mis amores, por fin terminé un nuevo capítulo, en el cual me quemé 5 millones de neuronas para estas +8k de palabras (sé que es largo, pero era necesario y no los quería dejar con tantas dudas) los capítulos próximos tendrán más o menos la misma extensión. Y en honor a mis neuronas pérdidas quiero que le den mucho amor a la historia (aprecien mi esfuerzo, carajo \>:v/ )
Y bueno, eso seria todo por el momento, ahora si me disculpan tengo que ir a asesinar a mi lector beta que anda hablando demás
Así que sí  no me ven por aquí, significa que la policía encontró el cadáver y mis huellas dactilares en el.
Como sea, los amo, besos y tengan dulces pesadillas :3









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