Capítulo 12: ¿Ángel o Demonio?

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Los gritos de agonía se mezclaban con los extraños canticos que inundaban el lugar, de la misma forma en que lo hacia aquel desagradable olor dulce. Las paredes de lo que parecía ser un calabozo lentamente se pintaban de un rojo brillante. Hombres vestidos con túnica caían uno a uno cuando las balas les daba un certero golpe en la frente o el pecho, mientras que otros recibían cortes letales en puntos vitales del cuerpo, pero aun así sus ataques no parecían detenerse, ya que al caer uno de inmediato aparecía otro en su reemplazo intentando terminar con su trabajo, pero ninguno parecía ser rival suficiente para detener al verdadero monstruo con el que se enfrentaba, uno que no dudaba al apretar el gatillo, uno que no sentía ni el más mínimo remordimiento por sus acciones y que parecía disfrutar con cada vida que arrancaba. La imagen de aquel ser de ojos dorados no era diferente a la de un demonio encarnado, que hacía que el miedo se reflejara en la cara de sus víctimas.
Un demonio que no le importaba a cuantos matase, nunca eran suficientes para saciar su sed de sangre.

Un hombre fornido, con más músculos que cerebro aparece de entre las sombras, y en su mano carga un hacha que parece ser demasiado grande y pesada como para levantarla, pero él lo hace como si fuese de aluminio. Su cara no se podía ver puesto a que llevaba la capucha de la túnica puesta, pero no era necesario ver su expresión para conocer sus intenciones al momento de blandir aquella arma, en contra del joven que se agacha para evitar ser decapitado. La roca que recibió el impacto se destroza agrietando parte de la pared.

-Deja de moverte, maldita rata – gruñe intentando volver a darle sin éxito - ¡quédate quieto!

Elías se mueve a un lado dejando que la hoja del hacha pase a centímetros de él, para contraatacar con una certera puñalada entre las costillas, se puede ver la mueca de dolor de aquel hombre, pero que de todas maneras se resiste sujetando al joven del cuello, con una fuerza aplastante, levantándolo y luego dejándolo caer con furia contra el suelo.

La colosal mano rodeaba con fuerza el cuello de Elías, apretando el agarre a cada segundo impidiendo que el aire pueda entrar o salir de su cuerpo, para finalmente inmovilizándolo al poner su rodilla sobre su estómago. La diferencia física era muy evidente, aquel hombre encapuchado fácilmente pesaba casi el doble que Elías, quien se mantenía en su lugar sin hacer ningún intento por soltarse, con el arma lejos de su alcance y con un pequeño hilo rojo que comenzaba a descender del costado de su cabeza, era difícil saber si estaba inconsciente o si ya estaba muerto, de todas maneras el hombre se aseguraría de acabarlo, por ello toma el hacha con la intención de darle el golpe final y fue en ese momento en el que bajo la guardia. Cuando una llave de piernas aplicada a su cuello lo detiene. La presión que comenzaba a sentir era abrumadora, tanto que ni la fuerza de sus manos podía aligerar aquel dolor, su voz se ahogaba en un vacío intento de respirar hasta que una patada lanzada directamente a su cara lo derriba.

Elías rueda hacia atrás para alejarse y ponerse de pie al mismo tiempo, sin apartar la mirada del tipo que tocia de forma descontrolada y gruñía por lo bajo, aunque eso era normal para alguien a quien le acaban de romper la tráquea y comenzaba a escupir sangre. Sus ojos oscuros se entornan hacia Elías quien ya caminaba hacia él sosteniendo el cuchillo en su mano, pero que a sorpresa de aquel hombre, termina guardando en  la funda de su pierna, la pistola se encontraba tirada a unos cuantos pasos, pero ese tampoco era su objetivo. Sus manos rodearon el mango de la enorme hacha que parecía ser demasiado pesada para él, pero que levanta con la misma facilidad que lo hacia el dueño original. Una siniestra sonrisa se dibuja en su cara y sus ojos brillan con locura cuando deja caer la ensangrentada hoja sobre el musculoso hombre, cuyo cuerpo es cortado de forma transversal partiendo desde el hombro, haciendo  que la parte superior se desprenda y caiga al suelo, la sangre se mezclaba rápidamente con la de los otros cuerpos que se amontonaban en aquel lugar.

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