Capítulo 25: La motivación viene de lugares inesperados

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Muchas cosas se habían complicado, si no es que todas, pero lo que si sabían los jóvenes es que desde ahora todo sería cuesta arriba, estaba más que claro que la idea de tributo libre se les había salido de las manos. No podían dejarla escapar, ni a ella ni a su acompañante, tenían demasiada información que podía resultar perjudicial para todos los involucrados, pero, matarlos de la nada tampoco era una opción. Decenas de personas habían pagado para ver como la débil chica se las ingeniaba para sortear cada piso, y si bien los asesinatos era el platillo preferido, un espectáculo de supervivencia era igual de delicioso y beneficioso. Por lo que se podía decir que ambos lados se encontraban con las manos atadas, solo podían hacer todo lo posible para que el juego continuara dela mejor manera posible, y si era necesario terminarlo de una vez por todas, incluso si ello les causaba perdidas.

Los jóvenes observaron por todos lados sin encontrar nada en especial, solo era una cocina donde el platillo principal era la carne humana, pero fuera de eso, era normal. No había nada que les dijera como llegar al siguiente piso o de como abrir las puertas de ascensor, parecía que habían quedado atrapados en aquel lugar.

La chica observo la puerta que conectaba al pasillo principal, temiendo de que en cualquier momento aparecieran más guardias. Hasta ahora habían tenido bastante suerte, sobre todo porque Elías sabía lo que hacía, eso de matar personas se le daba de forma natural, pero tampoco podía estar dependiendo todo el tiempo de que aquel hombre la defendiera, más que nada porque tenía una personalidad demasiado inestable e impredecible. Además de que no parecía estar muy contento con la situación ¿y quién lo estaría?  Están siendo cazados como animales por un grupo de gente loca, que piensa que la tortura es el nuevo deporte de moda. Charlotte se quedó quieta un momento y observo la herida en su brazo, el dolor seguía siendo punzante y le costaba trabajo mover los dedos, prácticamente no podía usar su mano izquierda para nada, cosa que la ponía en una mayor desventaja, aún tenían seis pisos que bajar y no podían seguir lastimándose de esa manera. Su encuentro con Alice le dejo muy en claro que los instintos pueden ser muy peligrosos, y de cierta forma eso la hacía sentir culpable ¿era correcto sacrificar a otros para salvar la vida propia? Eso no era algo que realmente quisiera pensar, pero no podía evitarlo, en este momento de calma Charlotte comenzaba a sentir todo el peso de sus acciones, y su frágil cuerpo no parecía soportarlo.

Ella comenzaba a quebrarse.

– Bien, no encuentro nada ¿ahora qué? – interrumpe Elías girando la pistola en su dedo.

– No hagas eso, puedes disparar por accidente –comenta por lo bajo, saliendo de sus pensamientos. 

El chico hace una mueca y deja de hacerlo.

– No seas idiota, esta cosa ni balas tiene y aunque tuviese no dispararía, el cañón está dañado – se queja tirando el arma por sobre su hombro – preocúpate de encontrar la salida, yo me preocupo de las armas – se cruza de brazos –  ¿y bien, que hacemos ahora?

– Supongo que ir por esa puerta – señala la salida de madera.

Elías no mira con buena cara la opción.

– ¿Sabes? Al principio parecías muy segura de lo que hacías, ahora solo parece que tratas de adivinar el camino.

La joven abre la boca para refutar algo, pero silencia cualquier pensamiento, no había nada que pudiese decir al respecto, ya que en cierto punto era verdad. En este momento ya no lograba razonar con la claridad de antes, era como si algo no estuviese bien con ella misma. Cada vez que trataba de concentrarse, cientos de pensamientos invadían su mente como una avalancha, que la aturdía y la hacía dudar con respecto a todo. Tal vez no tenía lo necesario para luchar por su vida, ella no era valiente, no era fuerte, no era decidida, no estaba hecha para este tipo de situaciones. Todo lo que Charlotte sabía hacer era comportarse como  una chica normal, alguien que no causara problemas y que era una buena hija, para ella, todo lo relacionado a los  asesinos era algo que solo veía por la televisión, lo más cercano que había estado de la muerte fue por sus propias decisiones hace dos años, incluso si no eran las correctas, era en lo que ella creía en ese tiempo.

La rubia acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja, y sin querer roza la herida de su pómulo, provocándole una mueca de dolor. La sangre ya se había detenido, pero ante el ligero tacto volvió sangrar. Sin duda era algo que le dejaría una cicatriz de por vida, pero fue una suerte el que no resultara más grave, fácilmente pudo perder el ojo en ese corte, y esa hubiese sido otra historia, probablemente la hemorragia ya la habría matado. La mirada de la muchacha reflejo tristeza por unos segundos y luego volvió a su estado normal, uno inquietantemente tranquilo.

Perder la calma no servirá de nada, aún faltan otros seis pisos que bajar, aún hay oportunidades de salir con vida, hay una promesa que debo cumplir. Esos eran los pensamientos que se repetía una y otra vez dentro de su cabeza, como un mantra que la mantenía centrada en la realidad.

No era el momento para las dudas.

– Lo siento – murmura por lo bajo.

– ¿Ah?

– No he sido muy útil últimamente – musita apretando la correa de su bolso – la verdad es que ya no sé cuántas posibilidades hay de escapar…

– ¿Y por eso te estas disculpando? En verdad que eres muy extraña – le responde Elías con poco interés – si tanto te molesta ser poco útil, entonces has algo para remediarlo, quedarte a llorar por eso no servirá de nada.

– Pero… –  le interrumpe con la mirada baja – yo… yo también te use para que te enfrentaras con esos tipos… sabía que ellos venia armados… –  hace una pequeña pausa – sabía que podían haberte matado y aun así te use… lo siento, te hice algo horrible…

Se forma un largo silencio entre ambos, en los que Charlotte solo mantiene la mirada fija en el suelo, avergonzada por las decisiones egoístas que había tomado hasta ahora. Jamás en su vida se habría imaginado tener que hacer este tipo de cosas, pasar por sobre los demás para el beneficio propio. Alguien con ese pensar ¿merecía salir con vida? Lo que ella había hecho no era mejor de lo que hacían los asesinos, alguien que presencia un crimen y lo permite, es tan culpable como el que lo hace, y ese era el dilema moral que estaba enfrentando en este momento.

– Ya veo.

La muchacha abre los ojos sorprendida y  lo mira confundida ante su reacción.

– ¿No estás enojado por eso? Esas personas pudieron matarte…

– No me compares con esa basura – se cruza de brazos – esos idiotas no son más que novatos. No me importa lo hagas con tal de salir de aquí, si es efectivo para ti, entonces úsame como quieras, pero no te acostumbres, tampoco es como si me gustara recibir órdenes.

– Pero…

– Si tienes tiempo para pensar en esas tonterías, mejor concéntrate en encontrar la salida.

La joven guardo silencio y asintió. No podían quedarse demasiado tiempo en un solo lugar, ellos no sabían en que momento podían volver a atacarlos, debían salir lo antes posible, y según como estaban las cosas, solo podían tomar la única ruta que les quedaba, la puerta de madera. 

Ambos se encaminaron en esa dirección, sabiendo que una vez dentro ya no habría vuelta atrás, si se equivocaban, quedarían atrapados sin remedio en ese piso y solo podrían esperar a que la muerte viniese por ellos. Pero intentarlo era mucho mejor que quedarse sin hacer nada al respecto, por lo que la joven tomo la manilla llena de seguridad y abrió la puerta con un solo empujón de su mano.

Del otro lado se encontraron con un pasillo corto pero bastante ancho. Cuando Elías ingreso la puerta se cerró automáticamente detrás de él mientras que unas barras metálicas la cruzaban. Definitivamente ya no podrían volver por allí. Pero por un instante eso no pareció importante. En una de las paredes del pasillo se podían ver decenas de fotografías pegadas, eran de distintas personas, mujeres y hombres de distintas edades y razas; debajo de sus fotografías se encontraba una ficha con información, como el nombre, edad, tipo de sangre, nacionalidad, peso y altura. Todo se encontraba pegado en un pulcro orden el cual al multiplicarlo, dio como resultado 27 personas, alguna de las imágenes tenían una X, pintada con rojo y una de ellas era la foto de la doctore Persia. Charlotte sintió congelarse la sangre de su cuerpo al entender de qué se trataba todo, aquellos que estaban marcados eran los que serían servidos como platillos en el menú.

La nauseas se apoderaron de su estómago, el cual le dolió como el infierno cunado lo abrazo con sus manos; fue un dolor tan intenso  que la hizo soltar un pequeño quejido, y la obligo a agacharse para atenuar el mal estar. Ahora que los niveles de adrenalina de su cuerpo bajaban, podía sentir la repercusión de todo el daño que le había causado, todos los golpes que había recibido hasta el momento se hacían presentes como uno solo. La joven apretó los dientes y soporto en silencio todo el martirio, esperando a que no durara demasiado, no podía quedarse demasiado tiempo lamentándose del dolor, tenía que continuar. Miro furtivamente a Elías quien permanecía casi indiferente a su lado, pero su falta de empatía no era que la sorprendiera o molestara, más bien le costaba entender como podía mantenerse tan tranquilo después de todo, había recibido un disparo en el brazo, soporto una descarga eléctrica que fácilmente pudo haberle matado,  resistió el golpe en seco de la máquina de Alice y se metió en un montón de peleas ¿Cómo alguien podía resistir tanto?  No se había quejado ni una sola vez, como si no sintiera nada, pero ella sabía que eso era imposible, pero de lo que sí estaba segura, era  que aquel chico tenía un lumbral del dolor muy alto.

– ¿Cuánto tiempo planeas quedarte ahí?

– Ya voy – murmura por lo bajo mientras se levanta con dificultad.

Se ayuda de la pared para ponerse de pie, pero sus piernas flaquean derribándola y a pesar de que se prepara para el golpe, este nunca llega. Elías la había sujetado del brazo, antes de que golpeara contra el suelo.

– ¿Qué diablos es lo que pasa contigo? – regaña.

Los azulados ojos azules de Charlotte se entornaron hacia él.

– Lo siento – murmura en voz baja.

– Tal parece que solo sabes decir eso – suspira – te dije que no volvería a cargarte, así que más te vale ponerte de pie.

La muchacha queda sentada sobre sus talones y espera hasta reponerse. Abraza su estómago casi haciéndose una bola.

– ¿Elías? –pregunta por lo bajo

– ¿Huh?

– ¿Puedes ir a ver el panel del elevador? Quiero saber si también se necesita un código.

El chico observa por un instante a la muchacha y luego camina hacia el elevador, no era un largo trayecto, solo unos cuantos pasos hasta llegar  a las puertas metálicas blindadas que obviamente, permanecían cerradas. Al lado se encontraba el característico panel, pero esta vez solo mostraba nueve números  y la pequeña pantalla que pedía la clave de acceso. Elías frunce ligeramente el ceño y le da una patada a las puertas.

– Maldita basura – masculla para sí mismo –  ¡Esta porquería está cerrada! – Le grita a la chica –  ¿ahora qué?

– Dame un minuto.

– Me aburro.

Charlotte tomo un profundo suspiro antes de volver a intentar levantarse, en esta ocasión parecía que sus piernas están más estables que hace un momento, por lo que se anima a dar unos cuantos pasos y voltearse a mirar la pared repleta de fotografías, sobretodo puso su atención en aquellas que estaban tachadas con una X, sus ojos se estrecharon ligeramente y observo las ubicaciones que tenían, a simple vista parecían marcas al azar pero con el pasar de los segundos la joven comenzó a unir los puntos uno a uno. Aquello lucia como una pista, aunque también estaba la opción de que fuera una trampa y solo empeorara las cosas ¿pero qué otra cosa podía hacer? ya no tenía vuelta atrás, lo único que podían hacer era seguir avanzando, de la misma forma que ha sido desde el principio. La rubia se paró en la punta de sus pies y se estiro para tomar la primera foto, que parecía ser el punto central de todo, ya que todas las imágenes marcadas, ocupaban un número que resultaban ser múltiplos de tres, y la cual tenía una inscripción al reverso.

Deja a la reina descansar en el centro, mientras el apóstol se recarga a su derecha, a su izquierda hay vacío así como la trinidad sobre su cabeza, a sus pies el sendero santo y el demonio a la derecha que quiere cruzarlo.

– ¿Un acertijo? – murmuro para sí misma.

La joven se quedó un instante leyendo una y otra vez aquellas líneas, tratando de comprender su significado, el cual no parecía tener sentido, parecía una cita bíblica pero aquello no podía tener lugar, no concordaba para nada con la temática de aquel piso. La chica mordió la punta de su pulgar y frunció el ceño ¿Qué era lo que pasaba por alto? Había tomado la primera foto por el hecho de que todas las X se encontraban en números específicos, múltiplos de tres, por un momento pensó que podía tratarse de eso, pero con esta nueva pista todo cambiaba, no podía ser algo relacionado a los números, para escapar de este piso, tenía que resolver el significado de aquellas palabras ¿y si no eran los números que era? Charlotte mordió con tal fuerza su dedo que lo hizo sangrar  y maldijo por lo bajo.

Aguanto el dolor y suspiro por lo bajo.

No podía darse el lujo de perder la compostura en este momento, pero decirlo era más fácil que hacerlo.

– ¡¿Por qué tardas tanto?! – se queja Elías mientras se acerca.

La joven que fue tomada por sorpresa da un pequeño brinco dejando caer la foto al suelo.

– Que susto – murmura en un suspiro.

– ¿Cuál es tu problema? – Se queja el chico de cabello negro recogiendo el trozo de papel –  ¿Y esto que de que va? No lo entiendo.

– Es un acertijo, como las preguntas que hacia Cathleya, eso creo, pero no entiendo lo que significa o como se unen a las demás fotografías.

– Vaya porquería, me estoy cansando de todo esto ¿Por qué no solo pones números al azar?

– Porque el mecanismo podría bloquearse, si esto funciona de la misma manera que la clave del teléfono, entonces tiene un límite de intentos antes  de que deje de funcionar – hace una pausa y mira el muro frente a ella – incluso pudimos haber quedado atrapados en tu piso.

– ¿Y eso de que va?

– Dijiste que poseías una clave de acceso, pero cuando rompiste las reglas, fue bloqueada, si ponías números al azar posiblemente las puertas jamás se hubiesen abierto y no estaríamos aquí ahora.

– Tks. Como sea – voltea hacia otro lado – solo apúrate con esto.

La muchacha da un suspiro para seguir pensando en alguna solución, pero lo único que veía eran fotos y nombres ¿Cómo podía ser eso de ayuda? Aquello solo la confundía, eran las imágenes de personas que ella no conocía y que jamás había visto en toda su vida.  Se fijó en los rostros de cada uno de ellos buscando alguna similitud o algún patrón, pero no había nada ¿y si no se trataban de los rostros? La rubia comenzó a leer la ficha da cada uno, todas muy distintas y sin nada en común, solo eran nombres sin sentido hasta que sus ojos se posaron en el nombre de una mujer de mediana edad, Isabel.

– ¿Son los nombres? – Preguntó en voz baja para ella misma  –  parece una mala broma – añadió haciendo una mueca – no, no son los nombres, ninguno encaja con las descripciones del acertijo – dijo finalmente caminado hacia las puertas del elevador.

Elías le quedo mirando cuando paso por su lado, sin tener alguna idea de que planeaba, aunque eso le parecía lo de menos, no le interesaba que métodos se usasen si con eso significaba el poder salir de aquel edificio. La muchacha se detuvo frente el panel electrónico mientras que su compañero caminaba hacia ella, con bastante tranquilidad en su andar.

– ¿Ya sabes cómo salir?

– Eso creo, pero puede que me esté equivocando – murmura nerviosa con su dedo a centímetros de los números – si lo hago mal… tal vez no podamos salir de aquí… 

– Si dejaras de dudar de cada cosa que haces, estoy seguro de habríamos avanzado más rápido.

– ¿Y si me equivoco?

– Pues te equivoca y ya. Eres lista pero increíblemente cobarde – la chica hace una mueca – solo hazlo de una vez.

Charlotte da un largo suspiro antes de atreverse a cualquier movimiento. Le era difícil encontrar el valor suficiente para hacerlo de una sola vez, pero de todas formas comenzó a trabajar en ello siguiendo paso a paso lo que decía el mensaje. Si la reina debía permanecer en el centro eso significaba que en el tablero era el número 5, teniendo en cuenta de que el cero estaba ausente, el apóstol a su derecha era el 6, la trinidad que hacía referencia a la primera fila, estaba fuera del código, a sus pies estaba el 8 y a su derecha el 9, por lo que la clave final resultaron en los dígitos 5, 6, 8 y 9. La muchacha mantuvo gran duda antes de presionar el último número, por lo que al final lo hizo con los ojos cerrados, esperando lo mejor de ello. Si su teoría no era la correcta, ya no sabía que otra podía intentar, no importaba cuanto mirara la pared repleta de fotografías, nada de allí parecía tener sentido. Los segundos de espera se le hacían eternos, hasta que finalmente escucho las pesadas puerta blindadas abrirse.

– Buen trabajo, Char. Andando.

– Eso fue horrible – murmura entrando al elevador.

– De verdad de que te tomaste tu tiempo.

– Tuve un bloqueo, no sabía si estaba bien lo que hacía – confiesa aliviada.

Las puertas se cierran y comienzan su descenso hacia el nuevo piso, ya le podían decir adiós al nauseabundo restaurante, y decirle hola a lo desconocido, pero incluso si no sabían que podía esperarles más abajo, tenían el alivio de que ya quedaba menos camino que recorrer.

Elías se sienta en el suelo con la espalda apoyada en la pared, acto que le causó cierta preocupación a la joven.

– ¿Te sientes bien? – pregunta arrodillándose a su lado.

Los dorados ojos de Elías se posaron sin preocupación en la delgada chica.

– Supongo – responde pasándose la mano por el costado de su cabeza – tengo algo de migraña – añade sin interés.

Cuando retira la mano puede ver como esta, quedo bañada en sangre.

– Aun sangras, eso no es bueno, recibiste ese golpe hace más de dos horas, podría ser grave.

– ¡¿Qué rayos haces?! – Le gruñe mientras se pone a la defensiva – ¡no me toques!

De inmediato Charlotte retrocede ante la reacción de su compañero. No se mostraba enojado, más bien estaba sorprendido y confundido ante esa acción. La joven bajo la mirada sintiéndose culpable por haberle incomodado. Su reacción hacia el sangrado había sido puramente un reflejo aprendido de su madre, a la cual había visto a tender heridas de urgencia varias veces, sobre todo las de su padre cuando trataba de construir alguna cosa en el garaje. Eso de ayudar a otros era una cualidad que había aprendido como habito, no porque en verdad quisiera hacerlo, de hecho, nunca antes había hecho una curación hasta que llego aquí.

– Lo siento – murmura por lo bajo.

– Que rara eres.

– Lo sé – afirma abrazando sus rodillas y guardando silencio – tal vez por eso  estoy aquí.

– Si me dices pensamientos a medias, no entiendo – murmura Elías limpiando su mano en el pantalón –viniste como tributo, no hay nada raro en eso, solo mala suerte.

– Uno de mis profesores es cliente de este lugar, voy a una escuela privada y se supone que todos son investigados antes de entrar allí, y aun así mi profesor guía resulto ser un asesino – murmura con la cara oculta entre sus rodillas – mi psiquiatra también fue traída a este lugar, eso no puede ser coincidencia, vivo en una ciudad de 250 mil personas – hace una pausa donde se abraza con más fuerza – solo… debo regresar a casa.

– Es extraño que dijeras “debo” en lugar de “quiero” – estira las pierna e inclina la cabeza hacia atrás –  ¿en serio estas interesada en volver?

Los ojos de Charlotte se abren sorprendidos por un instante, al retroceder sobre sus propias palabras.

– Si no regreso a casa, todos estarán tristes… y ya no quiero que vuelvan a estar así.

– Entonces… si no hubiese nadie esperándote ¿no te importaría morir aquí?  

– Eso no… yo… pues – las palabras de la joven se iban acortando a medida que se quedaba sin respuestas – si me importa estar viva… pero… no estoy segura… de que merezca estarlo… veras… yo hice algo muy malo para ellos.

– ¿Lo dices porque intentaste suicidarte?  

– ¿Cómo sabes eso? – pregunta sorprendida.

– Estaba escrito en la hoja que te robaste de esa perra masoquista.

– ¿Cathleya?

– No soy bueno con los nombres.

– Ya veo – murmura por lo bajo. Ella no esperaba que hubiese puesto atención a algo como eso – es verdad que intente acabar con mi vida, pero no es eso, yo, yo hice algo verdaderamente malo, algo que los destrozó pero no recuerdo que fue, más bien es la sensación de haber hecho algo. No sé cómo explicarlo.

– Entonces pídeles disculpas cuando regreses con ellos – le dice sin más poniéndose de pie – y aprende a vivir para ti misma, existir solo para complacer a otros ¿en serio le puedes llamar vivir a eso?

Charlotte lo mira por un instante y luego asiente. Aquello le había recordado a algunas de las sesiones con la doctora Persia, en las que habían tardado meses de largas y monótonas charlas para llegar a algún resultado, recordaba las horas que pasaba recostada en el diván de la fría consulta, las preguntas incomodas, la amabilidad fingida de la especialista.

Esto era parecido.

Pero sin la incomodidad.

Sin la necesidad de dar una buena impresión.

Aquí no importaba lo que dijera, no la cuestionarían.

Esto era mucho más agradable. 

Charlotte dejo salir una tenue sonrisa antes de ponerse de pies, y seguir a Elías una vez que las puertas estuvieron abiertas.

– ¿De qué crees que trate este piso? – pregunta curiosa mirando las paredes lisas a su alrededor.

– Ni idea, pero sería grandioso que el otro elevador estuviese en línea recta.

– No creo que eso pase.

– Lo sé, pero soñar no cuesta nada.

Las puertas del ascensor, los dejo frente a una pequeña estancia, que no tenía más de cuatro metros de largo, del otro lado les esperaba la única puerta del lugar, los muros así como el techo, se veían seguros, no parecía que nada fuese a aparecer de la nada, por lo que no duraron en cruzar.

La puerta a la distancia lucia como la madera, pero al tocarla se dieron cuenta de que era metálica. Una puerta de seguridad. Una vez cruzaran se cerraría detrás de ellos. No tenían otra opción.

Elías fue el primero en observar el nuevo escenario.

Lo que estaba frente a sus ojos era la sala de estar de una casa. 








Hola mis amores, han pasado 84 años desde la ultima vez que actualice, lo sé, no me odien, pero es que la inspiración y yo estamos peleadas, así es, nuestra relación es tóxica, pero lo seguiré aguantando por ustedes, así que denle mucho amor a la historia <3 . los adoro mis hermosos, nos vemos en el próximo capítulo, y tranquilos que ya luego se viene las masacres :3

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