Capítulo 36: Capaz de todo

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El mundo es un lugar cruel, lleno de personas igual de crueles. La ingenuidad y la piedad no es algo que se tenga permitido, no al menos si se quiere sobrevivir en él.  En este mundo era matar o morir; eso era una de las primera verdades que se le daban a los niños que tenían la mala fortuna de caer en las garras de aquel hombre, un ser corrupto, manipulador y hambriento de poder, un demonio con apariencia humana, o al menos, así era como lo veían aquellos que llevaban más tiempo con él.

Aquel lugar era un infierno del que nadie podía escapar. Al menos no con vida.  Niños que aprendían a romper huesos y torturar, mucho antes de poder entender lo que realmente hacían. No eran entrenados para pertenecer a la sociedad, era entrenados para destruirla si era necesario. Llevando sus cuerpos y mentes al límite para despojarlos de toda esperanza, para volverlos dóciles y obedientes. Perfectos perros de caza. Nadie se quejaba, nadie se oponía a ese calvario, básicamente, porque la mayoría de ellos no conocía otra cosa o no tenían otra opción. Estar allí era mucho mejor que morir en las calles. Incluso ver morir cruelmente a sus compañeros durante los entrenamientos, no bastaba para que el resto se detuviera, todos conocían a lo que se enfrentaban, todos sabían que solo los fuertes podrían tener el privilegio de conservar su vida, es por ello que parte de las pruebas finales era asesinar a sus propios compañeros, a aquellos que habían sido amigos durante años, no importaba sus lazos ni su historia, ya que al momento de recibir las ordenes, todos eran enemigos a los cuales había que eliminar. Cada año nueve de cada diez reclutas, moría en la prueba final de selección. No había lamentaciones para los caídos, no había gloria para los ganadores, no había ninguna otra cosa que saber que podrían vivir un día más e intentar no morir al día siguiente.

Los perros de ataque de Hannsel, asesinos despiadados que se habían hecho conocidos en el bajo mundo, los cuales nunca se dejaban atrapar, nunca dejaban rastro, nunca perdonaban… y nunca fallaban.

Por eso eran temidos ¿pero qué sucedía si alguien se negaba a continuar con el juego? La mayoría de las veces eran aniquilados rápidamente por el equipo de contención, los asesinos más letales bajo su cargo. Por desgracia la lealtad que tenían no era para su amo, si no para ellos mismos. Por ello no dudaron en   morder la mano que les daba de comer cundo tuvieron la oportunidad. Después de todo, un asesino no seguía ninguna regla, ellos eran incapaces de mantenerse fiel a alguien, ellos estaban tan rotos que ya no existía nada que pudiesen reparar, ellos solo seguían por instinto, bajo la única orden que se les fue clavada en sus mentes: vivir un día más.

No tenían propósito alguno, no sentían empatía por otras personas, no sentían remordimiento alguno por sus actos. Hannsel había hecho un perfecto trabajo al dejarlos completamente vacíos, pues un asesino que no tenía nada que perder ni nada que temer, era imparable.

— ¿Y pretendes soltarme algún día? – Pregunta molesto, mirando a la chica  que mantiene su cara oculta en su pecho, aferrándose a la ensangrentada camiseta del muchacho – en serio comienzas a molestarme.

—No quiero – murmura entre sollozos — ¿Qué me asegura que no te vas a ir?

Elías arquea una ceja, sintiendo que aquella pregunta era realmente estúpida.

—Niña, tengo un corte por donde literalmente, se me están saliendo los intestinos ¡¿Cómo mierda pretendes que me pueda mover rápido?! – Gruñe — ¡Ahora suéltame!

— ¡No quiero!

— ¡Voy a matarte!

— ¡NO ME IMPORTA! – grita aferrándose más a él.

Elías la observa mientras un pequeño tic afecta su ojo por la molestia contenida ¿en qué momento ella se había vuelto tan obstinada? Tenerla tan cerca le resultaba increíblemente incomodo, a tal punto que quería empujarla, pero una mano la utilizaba para contener la herida en su estómago, y la otra para mantener el equilibrio mientras estaba sentado en el suelo. Era una situación desesperante, ella le resultaba desesperante. Si le hubiesen dicho que Charlotte se le pegaría a él como un imán, no se habría tomado tantas molestias por venir. Aunque eso también habría jugado en su contra en algún momento, después de todo, aún quedaban pisos que superar, Charlotte aún tenía que cumplir con su parte del trato, eso, si es que aún tenía la lucidez suficiente para ello, lo cual era difícil teniendo en cuenta lo trastornada y errática que había estado actuando hasta hace poco.

—Que fastidio – murmura sin ganas – primero me golpea, luego me disparan y luego me atraviesan el estómago, mi vida es una mierda ¿Por qué simplemente no me muero?

—No quiero que te mueras – murmura Charlotte por lo bajo.

—Tú no decides eso, yo decido cuando me muero, ahora quítate – la joven niega con la cabeza – No jodas ¡¿Qué tengo que hacer para que te me quites de encima?!

Pero no hubo ninguna respuesta, la joven simplemente permanecía aferrada a él. Sus hombros temblaban mientras inútilmente trataba de contener su llanto, uno que no sabía de donde venía ni porque había comenzado a hacerlo, simplemente allí estaban las lágrimas empapando sus mejillas que comenzaban a sonrojarse. Su mente se sentía tan llena que parecía que explotaría en cualquier momento, mientras que en su pecho algo parecía oprimirle, pero no de una forma dolorosa, más bien era reconfortante y a la vez muy extraño. Charlotte se encontraba desconcertada de todo lo que sucedía, ya ni siquiera sabía que era ella,  no sabía que le esperaba del otro lado de esa puerta, tantas dudas simplemente la desconcertaba. Por primera vez sentía miedo, por primera vez no tenía un plan, por primera vez se sintió incapaz de poder hacer algo, solo era niña aterrada que se aferraba a lo único que consideraba real en ese momento, temiendo que si lo soltaba sus manos ya no serían capaz de alcanzarlo, que se quedaría completamente sola en un mundo que desconocía por completo.

Charlotte nunca se quejaba, nunca hacía algo que pudiese molestar a otros, Charlotte jamás lloraba, ni siquiera tras recibir golpes, insultos, tras saber que personas cercanas desaparecían a su alrededor, ni siquiera tras la muerte de su hermano. Charlotte jamás sintió algo por esas cosas ¿sentimiento de culpa? Tal vez, lo cierto es que ella siempre parecía tener la misma expresión, una sonrisa falsa con la cual engañaba al mundo sin darse cuenta. Así era ella, es por eso que ahora se encontraba abrumada por lagrimas que había visto en otras personas, más nunca en ella misma ¿eran dolorosas? Solo un poco, pero de cierta forma también parecía calmarla, como si lentamente aquellos problemas se desvanecieran de su interior.

Por primera vez se comportaba como una chica de 15 años, horrorizada por el infierno a su alrededor.

— ¿En serio no vas a quitarte de encima? – La voz del muchacho interrumpe sus pensamientos – estás haciendo que mi herida sangre aún más, en serio me estas matando. 

—Lo… lo siento – murmura apartándose ligeramente de él. Observando el líquido rojo que brotaba de su estómago de una forma preocupante – de verdad… lo siento – vuelve a murmurar mientras que más lagrimas rodaban por sus mejillas.

— ¿Y ya quieres dejar de llorar? Ya de por sí eres bastante fea.

—Lamento no ser más bonita – solloza – pero no puedo evitar llorar… no sé qué me pasa – añade secando torpemente las lágrimas con sus manos.

Elías la observa por un instante y luego da un pesado suspiro.

—Como sea, ya vámonos antes de que termine dejando medio estomago en este lugar. 

El chico de cabello oscuro, presiona su herida mientras se pone de pie, sus piernas mostraban un ligero temblor ante el esfuerzo, al tiempo que su rostro reflejaba una mueca de dolor.  La sangre caía de forma preocupante, manchando su mano y el piso con gotas carmesí, pero a pesar de que era evidente que sentía dolor, no se quejó en ningún momento. Tal vez era demasiado orgulloso como para admitirlo, tal vez estaba tan acostumbrado a lo mismo que simplemente ya no le importaba, o simplemente la necesidad de salir de allí superaba todas sus dolencias, pero lo cierto era que nada parecía detenerlo. Charlotte lo contemplo por un momento para luego centrar su atención en su propia muñeca rota, la cual comenzaba a inflamarse y a tornarse de un color morado negruzco, tampoco era capaz de moverla y el dolor aparecía y desaparecía esporádicamente, por las drogas que aún continuaban teniendo cierto efecto en ella. Se podía decir que era algo bueno, ya que si sintiera la verdadera lesión, las cosas se le complicarían.

La joven se tomó un momento antes de ponerse de pie, acomodando la chaqueta que resbala de uno de sus hombros. Realmente le quedaba grande. Dejó el pensamiento de lado y avanzó hacia donde se encontraba tirada el arma. Solo tres balas. Pensó recogiendo las municiones. Era mejor que nada. Charlotte miró el cuerpo boca debajo de Klaus, no se movía,  era un problema menos del cual preocuparse, pero también significaba que el maestro de ese piso ya no estaría para brindarles la clave para salir de allí. La joven frunció el ceño, pensando por un momento en el nuevo problema.

— ¿Elías? – murmura caminando hacia él.

— ¿Ahora qué?

—Si Klaus está muerto ya no se le puede preguntar la clave del elevador.

Elías la observa por un momento.

— ¿Y por qué no usas esa tarjeta que tienes?

—Porque solo funciona para abrir las puertas de esta planta, no funciona con el elevador, ese usa una clave numérica – hace una pausa – podríamos hacer que Daniel nos diga cuál es la clave – Elías desvía la mirada — ¿Qué fue lo que hiciste?

—Nada – hace una pausa — Solo se murió… cuando le disparé.

— ¿Lo mataste?

—No, no, no, no… bueno sí.

Charlotte se lleva una mano a la cara.

—Ese es un gran problema ¿ahora cómo se supone que abramos las puertas del elevador? – murmura por lo bajo hasta que una puntada atraviesa su cabeza – Por cierto ¿Dónde estuviste todo este tiempo?

—En el piso de abajo, eso creo – dice con desagrado al recordar aquel lugar – sinceramente preferiría no regresar ahí.

— ¿Entonces como hiciste para regresar aquí?

—No fui yo… fue ese idiota del cementerio.

Charlotte inclina levemente la cabeza, sintiendo curiosidad.

— ¿Hablas de Max? ¿Sigue vivo? – Pregunta asombrada – es increíble que haya llegado hasta aquí solo.

Elías frunce el ceño y mira hacia otro lado.

—Cuando dejes de adularlo, espero que pienses una forma de salir de aquí – gruñe molesto.

La joven rubia lo miró por un instante, sin comprender porque lucia tan molesto, pero no quiso preguntar, no quería arriesgarse a que las cosas empeoraran ahora, cuando ya les faltaba tan poco para obtener su libertad.  Ya pensaría en la forma de solucionarlo.

Un piso sin su maestro se podía considerar más peligro, puesto que ya nadie controlaba a los jugadores que ahí se encontraban, ya no había reglas y no sabían que podían estarles esperando a la vuelta de la esquina. Charlotte tenía vagos recuerdos de lo que había sucedido mientras estaba atada en ese lugar, como la de los pacientes violentos, los cuales se encontraban en su mayoría en el área neurológica, debían de cuidarse de ellos, ya que sus encuentros con anteriores no fueron de los más gratos, y ahora con Elías gravemente herido un enfrentamiento era demasiado riesgoso. Charlotte debía de encontrar la manera de llegar hasta el elevador sin forzar a su compañero más de lo necesario, el simple hecho de que tuve que caminar se convertía en una enorme carga para él, donde la herida se abría y le hacía perder más sangre. No importaba lo resistente que fuese, una herida como esa era casi letal sin la atención correspondiente, si seguía perdiendo sangre de esa manera llegaría el punto en que su cuerpo se debilitará y desfallezca. Charlotte no tenía la fuerza suficiente como para cargar con él, lo único que podía hacer era permitirle que apoyara su brazo sobre sus hombros, para aliviar un poco la carga de su lesión, pero no era suficiente, al menos así lo sentía la joven, que mantenía la cabeza gacha, observando cada paso de sus pies descalzos, sintiéndose culpable de lo sucedido. Elías estaba herido y eso era su culpa, por no haber sido más fuerte, por no haberle escuchado cuando debía.

¿Si Elías moría… entonces qué?   

— ¿Qué no te cansas de estar llorando? – se queja Elías en un tono que mostraba cansancio.

—Solo ignórame – le respondió sin mirarle – no es nada. 

—Que molesta eres.

Sus pasos los llevaron de regreso al vestíbulo de la primera vez. Seguía pareciendo un lugar lúgubre y silencioso. Tal vez demasiado. Estar allí provocaba una cierta inquietud, con aquellas luces parpadeantes y el penetrante aroma a desinfectante. Charlotte hace una ligera mueca de preocupación y mal estar. Ya que allí era donde habían comenzado sus problemas, desde ese punto todo había comenzado a ir mal. Pero sus pensamientos duraron muy pocos al notar que el peso en sus hombros aumentaba, al punto que sus piernas no la sostuvieron y sus rodillas chocaron contra el piso.

— ¡¿Elías?! – Chilló angustiada al ver que su compañero tenía los ojos cerrados y no respondía — ¡Elías! – Volvió a insistir – maldición.

La rubia sostuvo a su compañero inconsciente y lo arrastró, hasta dejar su espalda apoyada contra la pared. El joven respiraba con dificultad, su piel se notaba más pálida y la herida de su estómago no dejaba de sangrar. No era un buen pronóstico para él. Charlotte presionó el corte para detener la hemorragia momentáneamente, pero sabía que tenía que hacer algo al respecto. La joven miró a su alrededor, pero no había nada que pudiese servirle en ese momento, pero estaban en un hospital, por lo que era más que probable que existiese algo que le ayudara, pero no podía dejar a Elías solo, no en su estado, estaba inconsciente y no tenía forma de defenderse si alguien llegaba ¿Qué podía hacer? Charlotte observó cómo sus manos se llenaban de sangre y la angustia comenzó a invadirla, tenía que detener aquel sangrado antes de que fuera demasiado rápido. La joven tomó el borde de la bata y la rasgó, dejando gran parte de sus piernas desnudas, pero obteniendo un improvisado material para contener temporalmente la hemorragia.

— ¿Elías? – pronunció por lo bajo – por favor despierta, necesito que sostengas esto – añadió presionando la herida con la tela – Elías… por… favor…

Charlotte muerde su labio, mientras sus manos temblorosas comienzan a perder fuerza ¿acaso ya era tarde?

—Vale… te oí la primera vez – balbucea abriendo tenuemente los ojos – demonios… me quedé dormido.

—Más bien creo que te desmayaste – señala preocupada – deberías quedarte quieto por un momento…

La fría mirada de unos ojos dorados se posa en la joven.

—No digas estupideces, lo que menos quiero es pasar más tiempo en este lugar – la interrumpe poniéndose de pie.

—Pero no deberías moverte con esa herida… estás perdiendo mucha sangre, si sigues así realmente vas… — guarda silencio incapaz de completar la frase – No es bueno… que te esfuerces de esa manera – añade en un tono muy bajo.

— ¿Qué es lo que sucede contigo? Actúas muy extraño – menciona apoyando el hombro contra la pared.

Charlotte bajó la mirada sin darle respuesta a esa pregunta, ya que ni siquiera ella sabía la razón de su actuar. Elías era la persona que había tratado de matarla más de una vez, era alguien peligroso, era un asesino que no dudaría en sacrificarla si así se requería. La joven de ojos azules sabía perfectamente todo aquello, y aun así se comportaba como alguien irracional. No lograba explicarlo, era como aquellas preguntas que solía hacerle la doctora Persia en las sesiones, sobre que expresara sus emociones con sus propias palabras, acto que Charlotte jamás logró completar. Tal vez una de los pocos fracasos que tuvo en los cinco años que vivió junto a los Evergarden. No podía explicar por qué se sentía preocupada, no entendía por qué sentía aquella presión en su pecho cada vez que pensaba que podía quedarse sola, simplemente tenía miedo.

La joven bajó sus manos hasta el borde de la chaqueta, y comenzó a jugar con ella nerviosa.

—Lo siento – murmuró sin levantar la mirada.

Elías deja escapar un suspiro.

—Tal parece que no sabes decir otra cosa.

Antes de que pudieran decir otra palabra, un ligero temblor bajo sus pies los puso en alerta, donde pequeños fragmentos de yeso cayeron del techo.

— ¿Y eso que fue? – pregunta Charlotte desconcertada.

—Sí, eso – Elías hace un esfuerzo para alejarse del muro y comenzar a caminar – ese idiota de los cigarrillos… mencionó algo de querer tirar este edificio.

— ¿Derribar el edificio? – pregunta acercándose a Elías para apoyar sus pasos — ¿Por qué no lo dijiste antes?

—Porque estaba muy ocupado evitando que me dispararas en la cabeza.

Charlotte hace una mueca de disgusto, pero decide que es mejor dejarlo así, ya que ahora realmente tenían serios problemas. No solo  debía de preocuparse de hacer algo con la herida de Elías, también debía hacerlo rápido, antes de que el edificio se les cayera encima ¿en que estaría pensando Max cuando se le ocurrió hacer eso? Además ¿Cuánto tiempo tenían antes de que la estructura comenzara a ceder? Eran demasiadas preguntas que necesitaba responder, pero tampoco era algo que podía decirle a Elías. No existía forma en que él le ayudase, era del tipo de personas demasiado distraído como para haberle puesto atención a alguien más, sobre todo si se trataba de alguien que no le agradase. La joven por lo menos tenía la fortuna de saber hacia dónde dirigirse, no porque ya hubiese estado allí antes, ella lo sabía porque había recorrido gran parte de aquel piso, trazando un mapa dentro de su mente, sabía a donde ir, porque ya sabía dónde había estado. Un hábito muy propio de ella, era algo que simplemente sucedía sin que la misma Charlotte de diera cuenta.

Extrañamente los pasillos se encontraban en silencio, el sonido metálico y los gritos que solían oírse antes, ahora ya no estaban ¿era algo bueno o malo? tanto sigilo podía volverse igualmente inquietante. Pero la joven solo esperaba que nada indeseado apareciera, ya que ninguno de los dos lograría reaccionar a tiempo y no tenían demasiadas opciones para defenderse. La pistola que portaban solo tenía tres balas y más el cuchillo recuperado de Elías, eran todas las armas que poseían, las cuales podrían ser muy útiles en manos hábiles. Lastimosamente el que tenía las habilidades para eso, no estaba en condiciones, si mantener el paso ya era una tremenda presión para su mal herido cuerpo, una pelea definitivamente lo terminaría matando y Charlotte, estaba decidida a evitar que eso sucediera.

Los pies descalzos de la joven, sintieron el frío líquido acumulado en el suelo. La mala iluminación hacía difícil el poder distinguir con claridad, pero habían pasado tanto tiempo en la oscuridad que sus ojos ya estaban acostumbrados. Sangre. Habían llegado a un pasillo algo estrecho, que tenía varias puertas a ambos costados, las cuales algunas permanecían abiertas y otras cerradas con seguro. A pesar de todo lo ocurrido, aun se encontraban jugadores haciendo de las suyas ¿Qué acaso nadie se había enterado de nada? Aunque de cierto modo sí tenía sentido, con Klaus muerto ya no había nadie que hiciera cumplir las reglas de aquel lugar, los jugadores podrían torturar a sus víctimas hasta el cansancio si así lo deseaban. La joven sintió repugnancia ante el desagradable pensamiento que atravesó su mente. A ella no le gustaba matar, no tenía afición alguna por la tortura, todo lo relacionado con causarle dolor a alguien, iba en contra de lo que ella sentía. Daniel se había equivocado con ella, no era perfecta, no era el asesino que él deseaba, sin importar cuanto hubiesen trabajado en convertirla en lo que esperaban, el resultado habría sido exactamente igual. Ella jamás mataría por placer, pero sí mataría por salvar a aquello que consideraba valioso. 

Por eso no le importo cruzar por aquel desagradable charco, tampoco se quejaba del dolor de sus huesos rotos ni del cansancio que envolvía su cuerpo ¿con que derecho podría quejarse? Sus heridas en comparación no eran nada, aun podía moverse con relativa normalidad, aún era capaz de correr si era necesario. No era ella quien luchaba por mantenerse con vida.

Los jóvenes se detuvieron y Elías se apoyó contra la pared, cuando finalmente lograron ver las puertas del elevador. Por fin estaban allí, pero aun no era motivo de celebración, aun no sabían cómo abrir aquellas puertas blindadas, sin Klaus o Daniel, ya no había nadie que les pudiese decir el código que necesitaban ¿habría otra forma de conseguirlo? Charlotte miró el pasillo tras ellos. Aquel piso era demasiado grande y enredado como para ir a investigar habitación por habitación, no tenían tiempo para eso, no podían enfrentarse a otros asesinos en su condición. Charlotte no era lo suficientemente hábil para recorrer toda una planta por sí misma, y no podía forzar a Elías para que la acompañara. Las heridas acumuladas hasta ahora, habían cobrado la cuenta, dejándolo vulnerable y demasiado débil para soportar otra de sus locuras. Él ya no era capaz de protegerla a ella, ni a él mismo.

— ¿Te encuentras bien? – pregunta preocupada.

—Claro, estoy de puta madre – murmura luchando con su respiración.

—Aun sigues siendo sarcástico, supongo que es buena señal.

—Si no me estuviese muriendo, te golpearía.

Charlotte baja la mirada.

—Lo siento, no te estoy siendo útil – murmura apretando los puños – pero voy a esforzarme… encontraré la forma de salir de aquí, así que, solo espérame un poco, iré por algo que sea de ayuda.

— ¿Y vas a ir tu sola?

La joven detiene su paso y se voltea a mirar al hombre de cabello oscuro, quien la observa detenidamente.

—Es que… — balbucea por lo bajo – no quiero que tu herida empeore, ya de por si es bastante grave… necesitas mantener tu energía para los siguientes pisos… así que…

— ¿Y qué planeas hacer si alguien te ataca? – interrumpe.

—Bueno… planeo ser cuidadosa – responde titubeante. 

—Olvídalo, la última vez que te dejé sola las cosas terminaron terriblemente mal.

—Pero… estás muy herido…

—Estoy bien, mientras no me hagas esforzarme no tendré problemas.

Charlotte se da la media vuelta para esperarlo, puesto que la decisión ya había sido tomada, incluso cuando aquello no era del agrado de la joven. Exigirse de esa forma no era nada bueno, pero no podía hacer que alguien como Elías hiciera caso a sus palabras, mientras pudiese seguir moviéndose no se detendría. Una determinación admirable, pero que no dejaba de preocupar a la muchacha que se sentía angustiada por no poder ayudarle correctamente.

Solo eran algunos cuantos metros los que lo separaban, pero que de la nada se hicieron demasiados lejanos cuando una de las puertas se abrió de golpe, provocando un escalofriante eco por todo el lugar. Charlotte se volteó a mirar al hombre con mascarilla que se abalanzaba sobre ella, sosteniendo una ruidosa cierra entre sus manos. Los ojos de la joven se abrieron aterrados mientras todo sucedía demasiado rápido para que ella pudiese reaccionar, la afilada hoja que giraba a gran velocidad se aproximaba hacia ella, incluso si pudiese evitar el primer ataque, no podría con el segundo, no en esa posición, no mientras su guardia se mantenía abajo, terminaría cayendo al suelo y ese sería su final. Fue entonces que sintió como la tomaban de la chaqueta y de un violento jalón, la tiraban hacia atrás. El golpe contra el suelo fue brutal al no poder amortiguar el impacto con sus manos. Elías derribó al extraño de un solo golpe, tomando el cuchillo de su cinturón y clavándolo con fuerza en el pecho de aquel hombre, una y otra vez, esparciendo su sangre por todos lados. Repitió aquella acción hasta que su brazo ya no pudo más, y su mano soltó el arma debido al cansancio. Su respiración era errática y apenas lograba mantenerse estable con una rodilla apoyada en el suelo.

— ¿Qué parte… de no me hagas esforzarme… no entiendes?

Charlotte se levanta instintivamente y corre hacia él, sosteniéndolo antes de que caiga completamente al suelo.

—Elías… — pronuncia al ver que nuevamente había perdido el conocimiento.  

La joven se sienta sobre sus talones y apoya la cabeza de su compañero sobre sus piernas, mientras que con su mano hacia presión en la sangrante herida, la cual parecía haber empeorado. Él aun respiraba, aún estaba vivo ¿pero por cuánto tiempo? Nuevamente lo había arruinado, algo que era valioso e importante para ella comenzaba a perderse. Algo que antes de ella estaba bien, pero que luego se encargó de romperlo…

Por ser débil.

Por ser egoísta.

Por ser un error, estaba condenada a perder todo aquello que llegase a apreciar.

—Elías… — sollozó sintiendo las lágrimas quemar por sus mejillas – no te mueras… por favor… por favor… tengo miedo, no sé qué debo hacer – suplicó poyando su frente en el cabello de él – te seré útil, ya no voy a ser tan molesta… no importa si lo me gritas, pero por favor… despierta…

La joven se lamentaba en silencio mientras la angustia inundaba su cuerpo. Todo había resultado absolutamente mal. La persona que parecía invencible ante sus ojos, había caído ¿Qué le podía esperar a ella? Sin nada a lo cual pudiese aferrarse, la infinita oscuridad parecía devorarla. Los monstruos no deben estar cerca de otras personas, por lo que quedarse en aquel infierno para ser lo correcto para ella. Después de todo, alguien como ella ¿merecía algo de aquello a lo que llamaban felicidad? Alguien cuyo propósito jamás cumplió, alguien que no lograba ser un asesino y tampoco una persona normal ¿Qué era ella realmente? ¿Una mentirosa? ¿Una manipuladora? Ni la misma Charlotte estaba segura de aquellas respuestas. Ella solo quería una familia, ella solo quería ser parte de algo que la hiciese sentir bien.

Pero los monstruos no tienen el derecho de tener nada de eso.

Todo aquello en lo que alguna vez creyó, se derrumbó frente a sus ojos sin poder hacer nada para evitarlo. Fue un fracaso para sus creadores, fue un fracaso para los que alguna vez llamó padres y ahora, había sido un fracaso para la persona que la había protegido a costa de su propia vida.

¿Así era como todo terminaría? ¿Ese era el final de su promesa?

El mundo era un lugar verdaderamente cruel.

—Que fastidio, este es un desastre más grande de lo que esperaba.

La repentina voz puso en alerta a Charlotte, que sacó el arma de su bolsillo y se giró para apuntar al intruso, mientras que con el resto de su cuerpo protegía a Elías. Pero a pesar de que mantenía su dedo en el gatillo no lo presionó, sus azulados ojos observaron recelosos al joven que mantenía las manos en señal de rendición.

— ¿Max? – murmuró por lo bajo sin bajar el arma.

—Sigues en una pieza, bien por ti, supongo – dice sin interés —  seria genial que dejaras de apuntarme con eso – la joven frunce el ceño como gesto de que no lo haría – es increíble lo violenta que te has vuelto en tan pocas horas.

— ¿Qué es lo que quieres? – pronuncia en un tono frío.

—Eres aterradora – murmura bajando los brazos – se estaban tardando una eternidad y vine a ver qué pasaba, en lo personal esperaba no encontrármelos, pero bueno, con frecuencia la vida es decepcionante.

—Tú ayudaste a Elías a llegar a aquí ¿Por qué?

—Larga historia y muy aburrida. En serio ya baja eso, me pones incómodo. De haber querido matarte te hubiese disparado mientras estabas lloriqueando — Charlotte lo mira fijamente por un instante antes de bajar el arma, aunque se mantenía atenta y protectora hacia Elías — ¿está muerto?

— ¡Claro que no! – Hace una pausa y mira de reojo a su compañero – O por lo menos… aun resiste – añade angustiada.

—Ya veo – Max saca un cigarrillo y lo enciende – deja de mirarme de esa manera, me da la sensación de que quieres matarme.

—No te mataré – murmura – mientras no me des motivo para hacerlo ¿Qué es lo que quieres?

—Nada realmente – hace una pausa cuando hay una sacudida más fuerte en el edificio – Que mal, están llegando a las cargas pesadas – murmura botando el humo del cigarrillo – es lo que me gano por hacer todo a la rápida, y si yo fuera tú, trataría de moverme más rápido, puede que las cosas comiencen a ponerse agitadas y Daniel haga una tontería como siempre.

—Daniel está muerto.

Max se queda en silencio por un momento, con el cigarrillo detenido a escasos centímetros de sus labios.

—Vaya, eso no me lo esperaba y ese sí que es un problema, en verdad deberías meditar eso de irte de aquí.

— ¡No me iré a ningún lado sin Elías!  — pronuncia cada palabra con seguridad total.

— ¿Qué clase de obsesión enfermiza tienen entre ustedes dos? Bueno, a mí eso ni me importa, en cierto modo es divertido verlos – hace una pausa y observa el enorme desastre que hay ante sus ojos, un extraño muerto, una chica con serios problemas de estabilidad y un asesino con una herida que lo hace más cercano a la tierra de los muertos que a cualquier otro sitio. Tal vez haber regresado no fue una de las ideas más brillantes de Max – pensé que eras del tipo de personas que usaba la lógica para sus acciones, pero aun eres una niña, supongo, no me interesa. Pero si no haces algo pronto, no solo Berserker morirá, también lo harás tú.

La joven observó a Elías, sabiendo que su situación era grave, si ella no hacía algo nadie más lo haría.

—Regresaré pronto, encontraré la forma de curarte, así que por favor, resiste un poco más – murmura por lo bajo dejando al muchacho suavemente en el suelo, para luego ella ponerse de pie – si le haces algo a Elías vas a lamentarlo – advierte fríamente hacia Max. 

—Vale, vale, ya entendí ¿podrías dejar de ser tan aterradora? – Responde sentándose con la espalda contra la pared – no le haré al  retrasado ese ¿feliz?

Charlotte lo mira desconfiadamente, pero tampoco era como si tuviese otra opciones, incluso si Max podía tener intensiones desconocidas, seguía siendo mejor opción que dejar a Elías solo. La joven solo le quedaba esperar que aquel muchacho de mirada de aburrimiento, cumpliera su palabra. Charlotte apuñó sus manos y se dio la media vuelta para echarse a correr por el largo pasillo.

Sus pasos producían un eco que se perdía en la inmensidad del lúgubre lugar,  sus piernas parecían guiarla por si mismas hacia su destino, uno que le parecía demasiado lejano en aquel momento. Su respiración se hacía más agitada a cada paso que daba mientras que el aire parecía cortar su seca garganta, ignoró aquel dolor como así ignoro el dolor de sus costillas rotas. No es tan grave. Se murmuraba a su misma manteniendo el ritmo de su carrera. Ella sabía hacia donde quería llegar, pero no sabía si en ese lugar encontraría algo que valiese la pena, después de todo, nada allí estaba diseñado para curar a las personas, pero aun así se negaba a darse por vencida, si tenía que revisar cada una de las salas de aquella planta, lo iba a hacer. No importaba quien se pusiera en su camino, lo apartaría de alguna forma u otra.

El camino se terminó cuando Charlotte llego a una puerta blanca, la cual permanecía cerrada. A un lado un panel numérico con una ranura para deslizar una tarjeta. La muchacha frunció el ceño y sacó del bolsillo de la chaqueta la tarjeta plateada, la misma que le había arrebatado a Daniel cuando decidió disiparle. Había sido una buena idea el conservarla, al menos para este piso su utilidad  era muy buena. Deslizó la cinta magnética por la ranura y el panel parpadeo con una luz verde, al tiempo que se oyó un pequeño clic. Charlotte apoyó ambas manos en la puerta y la empujo. El hecho de que fuese tan pesada ya no parecía sorprenderla pero si, le seguía siendo un inconveniente. Una mueca de dolor se formó en su rostro por la presión que le exigía a su lastimado cuerpo, llegando a un momento en que no sabía si lo que sonaba era la puerta o sus huesos rotos.

Recargándose con el hombro, finalmente logró pasar hacia el otro lado de la habitación, encontrándose con varios casilleros, estantes y la camilla con correas en el centro de la sala. Un escalofrío descendió por su espalda al volver a ver aquel lugar. Allí había sido donde todo se había arruinado. Aunque probablemente ella ya estaba arruinada desde mucho antes, solo que aquí logró darse cuenta de todo eso, por lo que no pudo evitar pensar lo que habría sido si nada de esto hubiese ocurrido, si no la hubiesen capturado, ella habría seguido siendo la Charlotte de siempre, la buena hija de los Evergarden, una buena alumna promedio, seguiría yendo a las terapias con la doctora Persia, fingiendo que todo estaba bien. Charlotte se detiene frente a la camilla donde había sido atada por aquellos hombres, el recuerdo le produce nauseas. No hay tiempo para esto. Se dijo así misma desviando su atención hacia los estantes, corrió hacia ellos y comenzó a revisar cada cajón y puerta que  encontraba, pero ninguno contenía algo útil en su interior, solo habían papeles y artículos inservibles. Tiró los objetos al suelo llenándose de frustración ¿Cómo era posible que no hubiese nada que pudiese ayudarla? La joven retrocedió unos pasos y observó a su alrededor, miró las agujas usadas que reposaban sobre una bandeja, haciendo que de forma inconsciente tocara las marcas que habían dejado cada una de aquellos punzadas. Sacudió la cabeza para deshacer el mal estar y concentrase en su búsqueda, la cual la llevo hacia el otro lado de la habitación, donde se encontraba un mueble de madera, al cual al acercarse pudo notar que se mantenía cerrado con llave  ¿existiría algo útil allí dentro? Lo observó por algunos segundos sin saber que hacer realmente. Si se tratase de un candado podría haber usado algo para golpearlo hasta romperlo, pero aquí se necesitaba de una llave para insertar.

—Rayos – maldijo por lo bajo.

Charlotte tomó el cuchillo de Elías y lo clavó con todas sus fuerzas contra la madera. Era dura. Su mano izquierda no era tan fuerte ni hábil para aquel trabajo, poder abrir un agujero le tomaría una eternidad  y no tenía el tiempo para eso. La joven empuñó el arma con ambas manos, soportando el dolor que aquello le causaba a su muñeca lastimada. Pero estaba bien, podía soportarlo, solo debía romper la madera en donde se encontraba el seguro, si lograba astillarla lo suficiente podría abrir la puerta si tiraba con suficiente fuerza, era la forma más rápida que tenía para lograr su cometido. Así que respiró profundamente  y dio el primer golpe. Un gemido de dolor escapó de su boca al recibir el impacto. Se detuvo solo unos segundo para asimilar el daño y luego continuo. Uno tras otro clavaba la afilada hoja contra la madera, en ocasiones fallando y otras apenas rasguñado el material, hasta que finalmente se lograba ver el metal del seguro expuesto. Charlotte dejó el cuchillo a un lado y se apresuró a abrir la puerta, la cual seguía poniendo resistencia pero la terquedad de la muchacha logró ganarle.

En lo primero que sus ojos se fijaron fue en el bolso oscuro arrumbado en un rincón. Charlotte debió de estirar todo su brazo para poder alcanzarlo.

— ¿Mi bolso? – Murmuro revisando su interior – todo sigue aquí – añadió sacando los objetos, que en su mayoría le pertenecían a Elías, incluidos el cuchillo que él le había prestado antes de separarse en aquel piso. 

La joven lo observó con cierta melancolía antes de dejarlo en su lugar, para continuar buscando. Se topó con muchos instrumentos de cirugía médica, todos envueltos y limpios. Pero no necesitaba hacer ningún tipo de operación, por lo que continuo revisando todo lo encontraba, agujas esterilizadas, hilo, jeringas, pero nada de eso prestaría una verdadera ayuda si no detenía el sangrado de Elías. Charlotte recordaba los libros de medicina que su madre tenía en casa, las veces en que la vio trabajando en la sala de emergencias, tenía un cierto conocimiento de lo que necesitaba pero no sabía dónde encontrarlo.

—Tal vez en la otra puerta – murmuro mirando a su lado.

Charlotte rompió el segundo seguro mucho más rápido que el primero, encontrándose con varios frascos ubicados en perfecto orden sobre los distintos niveles, no conocía varios de los nombres que tenían las etiquetas, pero guardó en su bolso las que sí conocía junto a otras cosas las cuales intuyó que podría necesitar. El haberse reencontrado con su viejo bolso parecía haber sido un golpe de suerte, de otra manera llevar todas esas cosas habría sido un dilema. Poniéndose de pie se cruza la correa por sobre su hombro, sintiendo de inmediato el punzante dolor de sus costillas. Ahogó un quejido y dio el primer paso para salir de allí, ya había conseguido lo que necesitaba, ahora solo le quedaba regresar.

— ¿Qué son esos temblores que se sienten desde hace un rato?

La repentina voz hizo que Charlotte retrocediera y se volviera a ocultar en la habitación, cerrado la puerta, dejando solo un pequeño espacio para poder ver a los dos hombres vestidos de cirujanos que cruzaban por el pasillo.

—Pues quien sabe, no tengo ni idea de que estarán haciendo en los otros pisos.

—Pero nunca había pasado algo como esto.

—Tal vez sea una nueva modalidad, estos tipos suelen tener demasiada imaginación, son una molestia.

—Ya veo. Supongo que tienes razón, de cualquier forma Klaus ya nos hubiese avisado si algo raro pasara – dice más tranquilo – voy a aprovechar la media hora que nos queda.

— ¿Ya terminaste? Eso sí fue rápido ¿A dónde vas ahora?

—Traumatología está trabajando con amputaciones, iré a ver cómo van.

—Entonces de allí eran los gritos que escuché al entrar – le responde con una risa – parece que se divierten.

Charlotte se mantuvo en silencio y sin moverse, hasta que las voces se perdieron en la lejanía del pasillo. Que aun hubiese jugadores dando vueltas libremente, era todo un problema, tendría que ser cuidadosa si no quería toparse con ninguno de ellos.

Abrió lentamente la puerta y miró ambos extremos del pasillo, asegurándose de que todo estuviese despejado. Y todo se veía escalofriantemente vacío. Charlotte dio un pequeño suspiro  y comenzó a moverse, sus piernas la llevaban tan rápido como podían a través del camino que ya había memorizado. Sostenía su bolso para evitar que se moviera demasiado y que algo se rompiera. Pero su carrera se vio bruscamente interrumpidas cuando sus pies tropezaron con algo blando y la tiraron al suelo. Gruño por lo bajo al sentir el golpe que recorría todo su magullado cuerpo. Su respiración se hizo dificultosa por un momento mientras asimilaba lo que había sucedido, se giró sobre su costado para poder sentarse y observar aquello que la había hecho caer. Aunque a primera vista ni siquiera sabía lo que era, solo era un bulto cubierto por un trozo de tela sucia. La joven frunció ligeramente el ceño mientras se reincorporaba. Sin duda eso era algo que no estaba allí antes. La joven se acercó un poco y lo empujo con el pie. Era blando y no era difícil de mover. La curiosidad se apoderó de ella así que lo empujó con más fuerza hasta hacerlo rodar, desprendiendo la tela que lo cubría y revelando una mano con parte del brazo cortado. Charlotte retrocedió asqueada ¿de dónde había salido eso? Era muy inquietante a la vista, no solo por lo que era, también por el hecho de que había sido arrancado en un corte limpio. Un escalofrío recorrió su espalda. Aquel era un lugar desagradable, entre antes salieran de allí, mejor sería. No era el momento de buscarle lógica a un sitio donde obviamente no la tenía.  Lo importante ahora era salvar a Elías.









Hola mis amores, espero que les haya gustado el capítulo, ya saben que falta muy poco para que esto se acabe, así que hagan sus apuestas sobre quien sobrevive al final >:3

Los adoro y nos leemos en el siguiente capítulo <3

13 PisosWhere stories live. Discover now