Capítulo 31: Bienvenida

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Los pasos resonaban por toda la recepción, haciendo un lúgubre eco en los más profundos rincones de aquel hospital. Apenas si se lograba divisar lo que vislumbraba las lejanas luces rojizas pegadas en los muros, las cuales parpadeaban de forma intermitente, creando sombras espectrales a donde quiera que el ojo mirase. Si los hospitales eran considerados como sitios aterradores, este lugar confirmaba ese hecho. Era inquietante el caminar sin sentir la necesidad de mirar a su alrededor para asegurase de que nada saliera para atacarlos.

La recepción se podía considerar como anticuada y muy descuidada, con suciedad por todos lados y un tiradero de papeles. Por lo que para ser un "supuesto centro de salud" las condiciones de higiene dejaban mucho que desear. Pero a estas alturas, los jóvenes ya se habían acostumbrado a estos tipos de escenarios, por lo que ignoraron la primera impresión  y continuaron con su camino hacia el mostrador, el cual, no tenía nada del otro mundo, era el típico escritorio atiborrado con carpetas, archivos, fichas médicas y un montón de papelería manchada, la cual Charlotte decidió no tocar y pasar de largo hacia las gavetas del mueble. Estaba esperando encontrarse con más basura, pero en lugar de eso, se encontró con un juego de llaves, las cuales estaban unidas por una vieja argolla. Ninguna tenia escrito un nombre para identificar a donde pertenecían, más bien tenían pegado un papel con un numero especifico. Eran demasiadas. La joven rubia dejó el llavero completo sobre el escritorio y continuo revisando las gavetas, sin hallar nada útil en ellas.

En el muro trasero de la recepción, se podían ver diferentes fotografías, algunas mostraban a grupos de personas, otras eran en solitario y que parecían ser de diferentes épocas, pero lo que tenían en común, es que todas las personas  fotografiadas vestían bata blanca, guantes y cubre bocas; que parecían observarlos desde las imágenes, o eso se podría decir si sus ojos no hubiesen sido tachados con un lápiz, el cual lo cargaron con tal fuerza que atravesaron el papel, como un descuido o tal vez con ira, que rasgó esas zonas. Los marcos eran simples y de madera, y no tenían escrito ningún nombre ni fecha de cuando había sido tomada aquella fotografía, solo estaban ahí como parte de una tétrica y de muy mal gusto decoración.

Elías se cruzó de brazos y a poyó la espalda contra el muro. Tal parecía que iban a estar allí un buen rato, ya que la rubia parecía entretenida revisando algunas de las documentaciones.  El joven dio un suspiro y al mirar hacia arriba, observo una carpeta sobresaliente que se encontraba sobre el estante. Le bastó con estirar el brazo para alcanzarla. A diferencia del resto de los otros archivos, esta estaba más limpia, como si hubiese sido dejada allí hace muy poco. Solo la reviso por simple curiosidad, para matar el tiempo mientras Charlotte terminaba con lo suyo. Se trataba de un expediente médico muy detallado pero que se encontraba desorganizado, como si alguien lo hubiese revisado de forma rápida y sin tomarse la molestia de dejar los archivos en su lugar, por lo que leerlo resultaba engorroso. Mencionaba trastornos psicológicos, cambios de ánimo, autismo selectivo, pérdida de memoria y otras patologías que Elías dejó de lado. Continúo pasando páginas sin prestarle demasiada atención a alguna, hasta que da con observación escrita a mano.

20/05 "Las primeras sesiones con el paciente no han sido demasiado favorables, a pesar de que se mantiene atento a una conversación, raramente dice alguna palabra o muestra alguna expresión, lo que dificulta poder saber cómo se está sintiendo. No es un sujeto agresivo, pero tampoco es apto para convivir de forma normal con otras personas, no se comunica con ellas. Tendremos cambiar nuestro enfoque si queremos que se recupere, la doctora Persia viajará para cooperar con el caso"

La expresión de Elías se torna más seria al continuar leyendo, para luego cerrar la carpeta y dejarla en el lugar de donde la había sacado.  Hace una mueca y observa por un instante a Charlotte quien le daba la espalda.

– ¿Cuánto más planeas tardarte? – pregunta tragándose la molestia.

– Solo un minuto – le responde la joven mirándolo por sobre su hombro – solo quiero terminar con esto.

– Claro, porque salir de aquí con vida no es tan importante como tu lectura.

– No es eso – murmura tomado una de las hojas y mostrándoselas a Elías – Según esto... voy a ser ingresada como paciente... en este lugar.

Aquella hoja blanca mostraba todos los datos personales de la joven, desde su nombre hasta su grupo sanguíneo y últimos exámenes realizados, pero lo más perturbarte, era que marcaba la fecha exacta de aquel día.

– ¿En serio le harás caso a un tonto papel?

– No, pero igual da miedo. Es como ir a la casa de tu vecino y enterarte de que tiene un cuarto repleto de fotografías tuyas –   le aclara dejando el documento sobre el escritorio.

– ¿De dónde sacas esas ideas?

Aquella era una buena pregunta, pero en aquel momento no tenía respuesta para ella, por lo que la chica simplemente se encogió de hombros y levanto la última carpeta que le faltaba revisar, pero al hacerlo, sus ojos se abrieron confundidos y sintió que su corazón se le subía a la garganta, casi al mismo tiempo que un escalofrío le recorría la medula. Sobre el mueble de madera, se encontraban los mismos artículos que ella había dejado en los pisos anteriores, totalmente intactos y a su lado, estaba su teléfono celular, pero con la pantalla rota y le habían retirado la batería. Un amargo sentimiento bajó por su garganta mientras tomaba aquel aparato entre sus manos. Estaba destruido y no había forma de poder utilizarlo, también se dio cuenta de que aquellos cuadernos y libros, eran los ella portaba al momento de ser secuestrada. Los apuntes hechos por su puño y letra lo confirmaban ¿pero qué hacían en ese lugar? No tenía sentido que alguien los dejara allí  ¿de qué les serviría? Tomo el primero de ellos y comenzó a hojearlo, sin encontrar nada en especial hasta llegar al último, donde nuevamente sintió aquel mal estar en su interior al notar que aquel cuaderno era el que utilizaba en las clases del profesor William Knox, su profesor de biología, el mismo que aparecía dentro de la nómina de clientes de Cathleya. El solo pensar que alguien tan común como el amable hombre de cabello canoso, estaba involucrado en barbaridades como estas, simplemente le helaban la sangre. La muchacha respiró profundamente, antes de tomar el cuaderno y comenzar a revisar las páginas, las cuales comenzaban de manera normal, pero a medida de que avanzaba, se hacía más extraños. Habían garabatos y rayones que no le pertenecían, incluso habían hojas arrancadas a lo rápido  y con brusquedad, hasta que finalmente dio con algo que capturo por completo su atención, dejándola inmóvil hasta el punto en que Elías se fastidió y tuvo que sacudirla del hombro para sacarla de aquel trance.

– ¿Qué es lo que pasa contigo? – gruñe molesto.

– Lo siento – murmura por lo bajo, retomando su lectura – me distraje un poco.

– Sí, un poco –  afirma con sarcasmo –  ¿Cuánto tiempo más piensas perder aquí?  

– No mucho, solo terminaré con esto.

– ¿Y qué es eso?

Charlotte guarda silencio por algunos segundos, para terminar su lectura para luego pasarle el cuaderno a Elías, quien lo recibe de muy mala gana.

La letra era muy engorrosa y había manchas de tintas en varios puntos. No había duda, de que no fueron cuidadosos con su trabajo, pero era suficiente como para que se pudiese entender.

Reporte n° 9: tras ensayo y error, logramos identificar el programa a seguir para la tercera generación, esta, a diferencia de sus predecesoras han sido criadas desde el primer minuto dentro de las instalaciones, no conocen nada más allá de estas paredes, toda la información que se les entrega es supervisada cuidadosamente, no queremos que desarrollen personalidades propias

Reporte n° 11: los sujetos de prueba están respondiendo bien al programa, por ahora trabajamos en sus psiquis y los aspectos básicos de sus cuerpos, como son niños no podemos maltratarlos demasiados, pero de apoco vamos aumentando su tolerancia al dolor y al efecto de ciertas drogas. Los que sobrevivan a esta etapa pasaran al nivel de entrenamiento. Cada vez puedo ver más la belleza de un verdadero asesino.

Reporte n° 12: hay un sujeto en específico que me llama la atención, parece ser distinto al resto, es más intuitivo e inteligente, resuelve problemas al nivel de un adulto, y a pesar de que tiene la misma edad que sus compañeros, el sujeto aun no habla, o por lo menos no lo hace con nadie que no sea yo, me parece fascinante su forma de ver las cosas, es objetivo e impasible ante todo y por sobre todo muy obediente. Pero hay idiotas que lo consideran agresivo, solo son estúpidos que le temen, solo basta con un sedante para que vuelva a la normalidad.

Reporte n° 19: los 9 sujetos del grupo B, comenzaron a padecer extraños síntomas degenerativos similares al cáncer, estamos haciendo hasta lo imposible para mantenerlos con vida. No nos importaría perderlos si no fuera por el hecho de que en este estado no podemos extraer su ADN para continuar con el programa, necesitamos que entren a su etapa reproductiva para seleccionar y comenzar una nueva generación en madres sustitutas.   

Además de aquellos reportes escritos, también estaban los números 20, 21 y 22. Pero esos habían sido rayados para que leerlos fuese imposible. La historia que contaban aquellos párrafos, había sido cortada de forma abrupta, tal vez por el mismo que las había escrito, pero eso era algo que los jóvenes no podían saber con certeza.

Elías frunció ligeramente el ceño, antes de tirar el cuaderno sobre el escritorio, como si todo aquello que había leído, no tuviese importancia alguna.

– ¿Cuál es tu obsesión con esta porquería? 

– Es muy extraño que pongan tanto énfasis para que veamos estas cosas.

– Yo digo que solo nos quieren hacer perder el tiempo – se queja – ya vámonos.

Discutir con él, parecía ser un caso perdido, así que Charlotte solo dio un pequeño suspiro e hizo caso. De todas formas, tampoco era como si pudiesen quedarse allí para siempre, no sabían que podían encontrarse en el lúgubre lugar, y de ser posible, preferían no encontrarse con nada. Ni ella ni él, se encontraban en las mejores condiciones para enfrentarse a otro grupo de asesinos. Tendrían que ser más cuidadosos y no meterse en problemas innecesarios. La rubia mira de reojo a su compañero. Pensando en que tal vez eso, sea lo más difícil. Elías tenía una naturaleza demasiado volátil y agresiva, si alguien se le ponía en frente no dudaría en enfrentarlo, sin importar las circunstancias. Y no importaba lo que ella dijera, nada lo haría cambiar de idea, lo cual en cierto punto le resultaba frustrante ¿y que podía hacer al respecto? El chico de cabello oscuro era impredecible. Siempre que Charlotte pensaba que haría alguna cosa, él simplemente hacia algo completamente diferente, como si la lógica o el sentido común no funcionasen en él. Por lo que simplemente se rindió ante la idea de tratar entenderlo, y simplemente confiaría en que por lo menos sabía lo que hacía. Y no compartía su afición por matar a otras personas. 

Sus pasos se escuchaban como ecos en los desiertos pasillos, donde una fantasmagórica luz roja mostraba un incierto camino. Pequeños sollozos y gritos se hacían más notorios a medida que avanzaban, y se adentraban en las profundidades de aquel hospital. Incluso si no había ninguna brisa que soplara, se podía sentir un frío calando en la piel. La constante sensación de por ser emboscados en cualquier momento, era  incluso peor que oír aquellos lamentos a distancia.

Charlotte bajó la mirada al piso, cuando siente algo resbaloso sobre las cerámicas. Sus ojos se abrieron atónitos y contuvo el impulso natural de lanzar un grito. Incluso en aquella oscuridad se podía apreciar con claridad la inconfundible mancha de sangre. Una tan densa que pintaba de un intenso rojo el pasillo a sus pies, formando una pequeña laguna que les cortaba el paso. Mientras que las paredes mostraban marcas rojas que habían dejado algunas manos, como si hubiesen intentado aferrarse a cualquier cosa. La rubia se mantuvo dudosa con respecto al camino que tenían en frente.

– ¿Y si damos la vuelta? – pregunta la muchacha retrocediendo unos pasos.

– Solo es sangre, ya has visto cosas peores. No te acobardes ahora.

– No me gusta la sangre.

– Debe ser un gran problema teniendo en cuenta de que eres mujer.

– No entendí.

– Olvídalo – murmura rodando los ojos – Solo di a donde hay que ir.

La chica da la media vuelta y comienza a caminar por la misma dirección en la que habían llegado. Después de todo, en teoría era el más seguro,  además que podían tomar la ruta que se encontraba a la izquierda de la recepción. O así hubiese sido si aquella barrera transparente no los detuviera. Charlotte apoyo su mano contra el muro de cristal reforzado y suspiro con pesadez. 

– Creo que ya no podemos volver – murmuro por lo bajo.

– ¿En serio y que te hizo suponer eso, genio?

– ¿Nunca dejas de ser sarcástico? – pregunta mirándolo por sobre su hombro.

– No.

No les quedaba más alternativa que continuar con su primera opción, ya que tal parecía que no les permitirían caminar libremente, seguían atrapados dentro del juego a merced y voluntad de alguien más. La única forma de poder volver a tomar sus propias decisiones, era salir de aquel edificio.

Era una sensación repugnante. No se sentía como algo completamente líquido, más bien se sentía viscoso a cada paso que daban, sin mencionar lo resbaloso que era  y que el riesgo de caer en ese charco rojo, no era lo más agradable del mundo.

-¡¿Pero qué mierda haces?! – gruñe Elías cuando Charlotte lo jala del brazo, obligándolo a apoyarse de la pared para no caer.

-Me resbalé – murmura aferrándose del brazo de Elías, quien continuaba mirándola molesto - ¿Me llevas hasta el otro lado?

-¡No! ¡Y ya suéltame!

-Pero si lo hago me voy a caer.

-¡No me importa! ¡Detesto que me toquen!

-En teoría estoy tocando tu ropa. Solo piensa que tiras de un trineo.

-Me haces sentir como si fuese tu perro – se queja mientras avanza.

-Claro que no, los perros son más obedientes.

-Una palabra más y yo mismo te empujare al charco.

-Elías malo.

-¡Que no soy tu perro!

Del otro lado del desagradable líquido, pudieron ver con más claridad las diferentes puertas que tenían a su elección. Todas muy separadas la una de la otra y con un letrero luminoso que decía: "Operando" los jóvenes contemplaron las opciones que tenían. El pasillo donde se encontraban estaba bloqueado por un muro de concreto en uno de sus extremos, lo que los dejaba con solo una ruta a seguir. Por otro lado, las cámaras seguían presentes, pero no de una forma tan exagerada como los pisos anteriores. Había varios puntos ciegos que duraban varios metros. También se podían escuchar algunas voces provenientes de las habitaciones que parecían estar en uso. Gritos ahogados, ruidos similares a cubiertos de metal y algo que se oía como un taladro de dentista, también era parte del sonido que ambientaba aquellos pasillos. Gritos y un hospital no eran una buena combinación. Charlotte se acercó a una de las puertas para tomar la ficha que colgaba a su lado. Tenía puesto la fecha de aquel día, la imagen de un hombre joven llamado Boris Ross, de 34 años de edad. Más abajo aparecían datos más personales, como tipo de sangre, alergias y otra información que la joven pasó por alto, solo para llegar a una pequeña nota escrita a mano. El paciente será sometido a una laparotomía y una resección  parcial del ID" procedimiento a cargo del doctor Hopstatter. La rubia volvió a revisar la ficha y frunció ligeramente el ceño ¿Por qué un hombre sano sería sometido a una intervención tan agresiva? La pregunta se respondió automáticamente al recordar el lugar donde estaban.

– Es mejor salir rápido de aquí – murmura la joven dejando la ficha en su lugar.

– Sí, es lo que estado diciendo hace un buen rato – se queja poniendo las manos en su cintura.

– No lo entiendes, de VERDAD, tenemos que salir de aquí AHORA – remarca con énfasis la última palabra, mientras que una gota de sudor frío caía por su frente.

– ¿Qué es lo que pasa contigo? – Pregunta alzando una ceja – Estas actuando más raro de lo normal.

– Hay que irnos de este sitio – Repite nuevamente con una expresión que rodeaba el pánico – Por favor, no quiero estar aquí.

Aquel cambio de actitud había sido tan abrupto, que lo había  tomado  sorpresa. Miraba confundido a la muchacha que por primera vez parecía que entraría a llorar. Sus pequeñas manos de aferraban a la correa de su bolso y sus piernas temblaban, era bastante notorio que trataba de mantener la calma, pero a cada segundo aquella acción se le hacía más difícil. La chica que había estado rodeada por la muerte, la chica que había asesinado con sus propias manos  y que se había mantenido estoica ante ello, ahora se desmoronaba, realmente aquella muchacha se estaba quebrando frente a los ojos de Elías.

No hubo palabras ni miradas de compasión, simplemente aquel hombre de cabello oscuro pasó por su lado y continuó caminando. Si ella quería irse, eso estaba bien, después de todo esa era la idea inicial. Este solo era otro piso que debían superar tal y como lo habían hecho con los anteriores. Pero aquel chico no tenía el tiempo ni la paciencia para lidiar con la debilidad de otros. Si Charlotte no era capaz de continuar, entonces no era de utilidad, ese había sido el trato desde el principio y no lo iba a estar cambiando a mitad del juego. En este lugar solo los fuertes sobrevivían, para el resto solo les esperaba una horrible muerte.

Sus pasos volvieron a resonar en la nada de los pasillos, al tiempo que se mezclaban con escalofriantes lamentos de agonía que se filtraba por algunas de las puertas por las que pasaban. Los actos barbáricos que se ocultaban dentro de aquellas salas, era un espectáculo que preferían no presenciar, querían evitar cualquier contratiempo en su camino, el cual no sabían con certeza cuál era el correcto. Cada ruta que tomaban parecían llevarlos a un área diferente, pero no importaba cual siguieran, siempre terminan siendo obligados a nunca retroceder, donde infranqueables cristales reforzados les bloqueaban alguna ruta de escape. Como si los guiaran a un punto en específico, una situación que no pasaba desapercibido para ninguno de los dos. Elías miraba furtivamente a su alrededor como si algo se estuviese ocultando en algún lugar. El muy familiar sentimiento de estar siendo asechado por ojos que ansiaban sangre. Su andar se hizo más lento pero seguía siendo firme. Miró brevemente a Charlotte que caminaba detrás de él, con la mirada clavada en el suelo y que no parecía estar demasiada atenta con su entorno. Elías hizo una mueca y volvió la mirada hacia el frente. Ese tipo de actitud derrotista,  realmente le molestaba. Hasta ahora había tenido una cierta gracia el estar junto a ella, no pensaba que fuese capaz siquiera de seguirle el ritmo, pero lo hizo e incluso lo había llegado a sorprender en algunos momentos, pero todos aquellos logros se veían opacados por su repentino cambio de actitud. No era para nada divertido tener que lidiar con una chica con ataque de pánico. Y solo podía pensar en cómo eso complicaría a un más las cosas.

Al doblar en la siguiente esquina, se escuchó el sonido de alguien pisando el agua y antes de que pudiesen notarlo, un hombre vistiendo una bata de hospital, salto sobre ellos, sosteniendo en su mano un manchado bisturí. Su rostro formaba una extraña mueca mientras que sus pupilas estaban demasiado dilatadas, no pronunciaba ninguna palabra y su cuerpo era casi esquelético, pero eso no le impidió atacar a Elías, quien simplemente dio un paso al lado, dejando que el ataque fallara por completo. Se oyó un pequeño gruñido por parte del hombre de enmarañado cabello, cuando realizo otro intento de herir a Elías, quien nuevamente evito la puñalada. Aquel extraño blandía el arma blanca con desesperación y empeñado en acertar a su blanco, quien con sutiles movimientos los seguía evadiendo, haciéndolo parecer como algo sencillo, hasta que finalmente, Elías toma la mano del hombre haciendo que el mismo se apuñalara en su cuello. La sangre no se hizo de esperar para gorgotear por su boca mientras luchaba por llevar algo de oxígeno a sus pulmones. Pero eso no iba a suceder. Aquel extraño hizo repugnantes sonidos de ahogo mientras se retorcía en el suelo y su sangre se esparcía a su alrededor. Elías retrocedió algunos pasos solo para ver como otros cuatros sujetos aparecían desde el mismo lugar que el primero. Maldijo por lo bajo y sacó el arma que llevaba en el cinturón, pero antes de que pudiese dar el primer disparo, un ahogado grito le distrajo. Desvió la mirada por un segundo solo para ver como otro extraño con la misma ropa, tenía aprisionada a Charlotte por la espalda, estrangulándola con su brazo, el cual no cedía  por más que la chica tratara de liberarse antes de quedarse sin aire. Eran segundo cruciales en los que debía decidir.

Los disparos resonaron como fríos ecos que se perdían rápidamente, mientras que la chica caía de golpe al piso, la sangre se deslizaba por su piel, pero aquello poco importo mientras las balas seguían saliendo y golpeando a los extraños que caían uno a uno. Todos ellos con las mismas expresiones torcidas y como si no fuesen capaces de razonar por sí mismos. No se detenían al ver a los otros siendo asesinados ni mostraban indicios de temor por sus vidas. Ellos simplemente continuaron hacia adelante hasta que el último de ellos fue derribado por la mano firme de aquel joven, que sostenía la humeante pistola.  Sus ojos dorados seguían mostrando la indiferencia hacia todos aquellos que asesinaba, ya no mostraban el pequeño brillo de diversión de antes, ya no parecía disfrutarlo como antes. Esto solo era, cumplir con el trabajo.

Elías mantuvo el arma fija hasta que se sintió confiado para bajarla. Observo la profundidad de aquel pasillo por varios segundos, esperando a que alguien más apareciera, pero cuando  todo volvió a ser silencio, decidió poner la pistola en su lugar. Todo ese asunto le había tomado por sorpresa, ni siquiera les había escuchado venir, teniendo en cuenta de que no existía demasiado ruido que pudiese distraerlo, pero estar sumido es sus pensamientos le había jugado en contra. Un error de novato.

– Hey, Char – le gruñe molesto a la chica que se reincorporaba – Deja de ser tan inútil y muévete. Este lugar es una mierda.

Charlotte tose un par de veces sosteniendo su cuello. Aun podía sentir la presión fantasma de aquel brazo. Tragó un poco de saliva y volteo a mirar al hombre que yacía muerto con dos tiros en la frente. Era un sujeto enorme, incluso más alto que el mismo Elías. Que no le hubiese roto el cuello era todo un milagro. También era algo curioso que alguien apareciera por la espalda, considerando que el camino se iba cerrando a medida que avanzaban ¿Esto había sido adrede? La respuesta posiblemente fuese que sí, ellos eran piezas de un enorme y enfermizo juego, el cual ella ya no lograba comprender.

La joven acomodó un poco su cabello y se puso de pie con ayuda de la pared.

– Gracias – murmura por lo bajo.

– Sí, deja de recordarme de que te estoy salvando el culo cada cinco minutos – gruñe – Has algo más útil y encuentra el jodido ascensor.

La joven asiente dando el primer paso y mirando de reojo a los cuerpos inmóviles de las personas en el pasillo. Todos eran adultos y llevaban puesta la típica bata de hospital. En sus muñecas izquierdas tenían un brazalete con su información personal, la misma que les ponen a los pacientes. Un escalofrío recorrió su espalda. Aquel ambiente le desagradaba más que cualquier otro, vagos recuerdos surcaban por su mente como una agonizante tortura. Tantas horas perdidas en doctores y exámenes solo le aumentaban su angustia. Charlotte no estaba enferma, nunca se sintió enferma, pero de alguna u otra manera, siempre se encontraba con nuevos tratamientos los cuales terminaba por dejar botados a espaldas de sus padres ¿eso la convertía en alguien malo? pero por más que pensara en ello, jamás encontró una respuesta satisfactoria a esa pregunta.

Charlotte detuvo el paso cuando una línea en el suelo llamo su atención. Era como un fino canal que formaba un cuadrado al recorrer las paredes y el techo. Estrechó ligeramente los ojos sintiendo que ya lo había viso en alguna parte, pero sin saber en dónde, exactamente. Levanto la mirada y observo la espalda de Elías, quien seguía avanzando, quien seguía adelante sin importar que todas las cartas estuviesen en su contra. La joven dio un paso hacia atrás, dudando de sí misma, sintiéndose incapaz de poder afrontar otro desafío ¿Qué era lo que estaba haciendo? Ella sabía que no tenía habilidad alguna de supervivencia, solo se esforzaba para poder llegar con aquellos que la esperaban, pero si no existiese nadie pensando en ella ¿seguiría haciendo todo esto?  Miró sus manos manchadas con sangre y luego la cicatriz diagonal que atravesaba su muñeca izquierda, la cual siempre mantenía oculta bajo una muñequera de tela. No había respetado su propia existencia ¿antes sus ojos, su vida tenia algún valor? ¿Para qué había derramado toda esa sangre? No hay nada de malo en querer conservar tu vida. Se repitió en silencio aquellas palabras, pero que no lograron reconfortarla. Alguien que trato de acabar con su vida, no tenía el derecho de considerarse valioso.

– ¿Entonces por qué lo hago? – Murmuró para ella misma, mirando como aquel chico se seguía alejando –  ¿papá y mamá se sentirán tristes... si yo desaparezco?

– ¡¿Qué tanto haces?! – le grita Elías desde la distancia, sacándola de sus pensamientos –  ¡Deja de quedarte atrás todo el tiempo!

La joven de azul mirada lo observa por algunos segundos, para luego dar el primer paso, pero antes de que pudiese hacerlo, sus reflejos logran detenerla antes de que la barrera de cristal la golpee. Su ritmo cardiaco aumenta de golpe por el susto y luego entra en pánico al darse cuenta, de que aquella pared transparente, los había separado.

– ¡Mierda! – Chasquea Elías desde el otro lado, golpeando el cristal con su puño – Te dije que no te quedaras atrás – la regaña.

Unos pasos apresurados provenientes desde el lado de donde se encuentra Charlotte, ponen a ambos en alerta. La muchacha apoya su espalda contra el cristal, mirando a su alrededor.

– Corre – le murmura Elías mirando a la oscuridad del corredor.

– ¿A dónde?

– ¡Eso no importa! ¡Solo huye de aquí! – la joven asustada lo mira por sobre su hombro – está bien, te voy a encontrar.

-Pero...

-¡¿Acaso no me hiciste prometerlo?! ¡¿Que evitaría que alguien te matara?!  ¡Ahora no lo pienses, solo corre!

Charlotte lo miró fijamente a los ojos, intentando encontrar el valor para hacer lo que se le decía. La chica apuño las manos a su lado y simplemente asintió antes de salir corriendo por el pasillo, tomando una de las intersecciones para alejarse de aquellos pasos que parecían perseguirla. Sus piernas se movían lo más rápido que podían en medio de toda esa oscuridad. Las puertas a su alrededor eran como una macabra invitación hacia una trampa. Se sentía tentada a entrar en alguna de ellas para poder ocultarse, pero también temía en lo que pudiese guardar en su interior y por sobre todo, no quería quedar atrapada en un callejón sin salida. Para ella era mejor seguir moviéndose y esperar a reencontrarse con su compañero lo antes posible.

Su cabello se revolvía con la briza que generaba al correr, y su respiración se hacía cada vez más dolorosa para su garganta que se resecaba, por lo que no tardó demasiado en quedar exhausta. Se detuvo en una de las esquinas  y apoyó sus manos en sus rodillas para recuperar un poco el aliento. Pequeñas gotas de sudor caían por su frente mientras observaba a su alrededor y ponía atención a cualquier ruido. Los pasos ya no se escuchaban, los llantos y gritos volvían a ser el tétrico sonido de fondo que acompañaba a aquel piso. La joven mordió su labio  y se llevó una mano al pecho, tratando de calmar su acelerado corazón que golpeaba con fuerza ¿había logrado escapar? ¿Pero ahora donde estaba? Giró sobre su eje tratando de encontrar algún indicio del lugar, pero solo existían aquellas tenues luces rojizas y las puertas numeradas, las cuales algunas tenían una ficha a su lado y otras no. Se acercó a una que parecía estar ocupada y con mano temblorosa abrió lentamente la puerta, dejando un pequeño espacio para mirar al interior de la habitación, una que estaba mucho más iluminada, tampoco era demasiado grande pero sí contaba con bastante equipo médico, siendo el monitor cardiaco lo que más le llamo la atención, los signos que mostraban eran demasiados anormales. Entonces miró a la mujer que vestía ropa quirúrgica y sostenía en su mano un ensangrentado taladro que depositó en la bandeja que tenía a su lado, junto a otros implementos ya usados. En la camilla se podía ver a alguien recostado, pero la mujer impedía poder ver con más detalle lo que sucedía, lo que sí estaba claro, es que el sujeto se encontraba atado con correas marrones, restringiendo cualquier movimiento. La mujer que actuaba de cirujana tomó uno de los escarpelos y realizó un corte, al cual la otra persona respondió tirando de las correas y retorciéndose. Ahogados gritos trataban de salir por su boca amordazada mientras la mujer seguía realizando su trabajo, sin mostrar la más mínima empatía por la persona que agonizaba bajo ante sus ojos. Charlotte contuvo el aliento mientras observaba la imagen que colgaba sobre la pizarra blanca, en la cual aparecía la radiografía de una pierna fracturada en varias partes. La joven desvió su atención hacia las barrillas de metal que la mujer mantenía en una esquina, y sintió su estómago revolverse. Hizo una mueca y cerró la puerta antes de que alguien pudiese verla. No había nada que pudiese hacer por aquella persona o por alguna otra que se encontrara en este piso.

Charlotte retrocedió unos pasos y miró a ambas direcciones, tratando de decidir cuál era la correcta, pero ninguna parecía convencerla.

Y fue nuevamente cuando el sonido de pasos de varias personas, la obligaron a escapar hacia lo desconocido. Sus piernas al borde del colapso le clamaban detenerse, pero en su mente sabía que aquello sería la peor de las ideas, tenía que continuar y encontrar a Elías, tenía que existir un camino que la llevara hacia él.

Una intensa puntada en una de sus piernas la hizo caer al suelo en plena carrera. Apretó los dientes callando un quejido provocado por el fuerte golpe y el dolor que ahora se convertía en un entumecimiento. La joven se sentó de lado para mirar con horror el dardo plateado que tenía clavado en su muslo izquierdo, el cual retiró rápidamente, pero ya demasiado tarde. Su contenido ya había entrado en su sistema  adormeciendo poco a poco sus extremidades. Luchó por levantarse pero todo intento fue inútil, sus piernas ya no le respondían y se sentían demasiado pesadas como para moverlas.

– De verdad pudimos haber hecho esto por las buenas – aquellas palabras le recorrieron la espalda como un intenso escalofrío que le helo la sangre.

Charlotte miraba temerosa a la silueta que avanzaba hacia ella. Su voz había calado en lo más profundo de su mente y sacudido sus recuerdos. Aquella voz había pronunciado la misma frase  que mantenía en su memoria antes de despertar en este lugar. De haber sido capaz de huir, lo hubiese hecho, pero aquello ya no era parte de sus opciones ¿Qué más podía hacer? miró de reojo su bolso. Aún tenía el cuchillo que Elías le había dado. Incluso si no era de gran ayuda, era mucho mejor que no tener nada con que defenderse.

– Yo no haría eso si fuese tu – le señala el extraño dándose cuenta de sus intenciones – No pretendo lastimarte, así que no hagamos las cosas innecesariamente complicadas. De verdad han dado un gran espectáculo, el público los adora, pero ya ha sido suficiente de este juego ¿no lo crees?

El hombre que continua avanzando hacia la poca claridad, lentamente comienza a mostrar más detalles de su aspecto. Era bastante alto y traía puesto un traje gris y relucientes zapatos negros, un reloj de oro decoraba su muñeca izquierda, pero lo que realmente capturo la atención de la joven, fueron unos brillantes e intensos ojos verde avellana que la observaban divertidos. 

– ¿Daniel? – murmuro en voz baja y casi incrédula de su propia palabra.

Verlo de pie frente a ella, fue algo que la dejó pasmada.

– ¡Oh! Me recuerdas, que halagador – sonríe mirándola desde su altura – Y pensar que solo me has visto una sola vez – hace una pausa y se pone de cuclillas frente a ella –  ¿Qué sucede? ¿Me creías muerto? Lamento si eso te decepciona, pero no soy un sacrificio como tú, solo quería verte en persona y conocer esta adorable faceta tuya, y debo de reconocer que eres bastante diferente a como me lo habían dicho – la joven frunce el ceño como si tratara de procesar todo lo que estaba escuchando – Tranquila, es normal que no lo entiendas, después de todo ha pasado un largo tiempo. Tu cabecita debe de tener problemas para entenderlo, pero pronto descubrirás que es algo de lo más normal.

Charlotte trató de alejarse de él, pero su cuerpo ya no le respondía y simplemente se desplomó en el suelo, aun consciente de todo lo que sucedía. La sensación de estar atrapada dentro de sí misma la desesperaba y aterraba al mismo tiempo. Solo podía observar de reojo al hombre de cabello castaño  que seguía junto a ella, como si disfrutara el verla así. Tantas preguntas se dispararon dentro de su cabeza que la mareaban.  Daniel había sido alguien que conoció en el piso 12, otro de los tributos, o por lo menos eso era lo que creía hasta ahora ¿era un jugador? Tampoco podía saberlo, pero se veía bastante tranquilo a pesar del lugar en que se encontraban, incluso su ropa era distinta y actuaba como si la conociera de toda la vida, lo cual para ella resultaba algo imposible. Daniel era un completo extraño ante sus ojos.

Y por lo visto, también un enemigo.

– No pongas esa cara, me hace sentir como si me odiaras – le comenta al ver su ceño fruncido y seriedad – Ya lo sé, ya lo sé. Estas muy confundida y no te culpo, has creado una mentira tan perfecta que incluso tu misma te engañaste y te hiciste parte de ella, pero no te preocupes, pronto voy a arreglarte, nos desharemos de todas esas cosas innecesarias que te agobian, mi pequeña ¿Cómo es que te haces llamar ahora? Charlotte ¿verdad? Es un bonito nombre y no tengo ni idea de donde lo habrás sacado – murmura apartando los mechones rubios que cubren la cara de Charlotte – Pero mira cómo te han dejado, ese corte estropea por completo tu bonita cara, aun así trataré de que sea una cicatriz mínima. Me has causado muchos problemas, pero no estoy molesto contigo, al contrario, me hace muy feliz que hayas llegado tan lejos y por sobretodo, que hayas regresado a mí.

Repulsión,  fue lo que la joven sintió cuando Daniel la rodio con sus brazos y la levanto del piso. Quería gritarle, quería golpearlo para que la bajara, pero aquellos deseos solo se quedaron en su mente, mientras que aquel hombre la llevaba a las profundidades de aquel lugar.  








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