Capítulo 34 {Tu Calor}

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Desde lo más profundo de su bolsa se escuchó una campanita anunciando la llegada de un mensaje de texto.

CLAU/9:25

¡Ayúdame! Álvaro es un pegoste e insiste en llevarme a desayunar. 

¿Vamos? Así no estoy a solas con él.


Carolina se dio de golpecitos en la frente con el celular. Cómo si de esa forma pudiera conjurar un respuesta adecuada. Estaba harta de mentirle. ¿Qué otra opción tenía?

CAROLINA/9:28

¡Paso! Es muy temprano para ver peleas de gallos enamorados.

Además te invitó a ti, no a mí.


CLAU/9:30

Entonces vamos solo tú y yo.

Nos sacudimos al susodicho.


CAROLINA/9:35

Me encanta la idea, pero ya tengo planes.

¿Lo reagendamos para otro día?


CLAU/9:37

Me chocas, ¿sabes?

¿Mañana a las 9:30 en la cafetería a la vuelta de tu edificio?


CAROLINA/9:40

Perfecto. Nos vemos allá.

Mientras tanto, saca a Al de su sufrimiento y dile que sí.


CLAU/9:40

Nunca.


Carolina no dijo una sola mentira, ¿entonces por qué sintió que al tergiversar las palabras estaba mintiéndole? Dejó escapar un resoplido.. Era momento de decirle la verdad a Claudia, al menos una parte, decidió con firmeza. Entre más lo aplazara, más le daría oportunidad a los malentendidos de presentarse. Y eso era lo último que necesitaba en ese momento. Aquel desayuno era la oportunidad ideal.

Sacó del bolso su libreta y sus lápices de colores, y por un largo rato se quedó mirando la hoja en blanco. Hojeó rápidamente las páginas anteriores, en ellas estaban plasmadas las ideas que, desde hacía meses, había empezado con la intención de armar su portafolio para el curso de ilustración que pretendía tomar algún día. Sin saber por qué, no habría tenido el animo de continuar, lo único que deseaba era hacer patrones de tela. Ya no implicaban ningún reto para ella, y quizás era el atractivo para estancarse en estos. En el fondo sabía que estaba evadiéndose, si terminaba su portafolio no tendría pretexto alguno para no iniciar el trámite. Sabía por demás la razón.

La llegada de Leo a su vida había desbaratado sus planes, que cuidadosamente había armado. Tras la ruptura con Fernando y su graduación, ya nada la detenía. Hasta antes de mudarse a la Ciudad de México tenía sus metas claras, y ahora no sabía cuál camino elegir. Sin duda tenía varias cosas urgentes que discutir con su almohada.

Sin darse cuenta, los garabatos, que esbozaba de forma aleatoria, llenaron por completo de flores y mariposas el pequeño lienzo. Alzó la libreta, inclinó la cabeza para mirar los trazos desde otra perspectiva y una gran idea le vino a la cabeza. De modo automático arrancó la hoja, se levantó de la silla y comenzó a andar por el pasillo.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now