Capítulo 2

4.6K 376 23
                                    


Jonathan:

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Jonathan:

Que idiota de mi parte al darme cuenta de que caí en una trampa, simplemente por un negocio en un pequeño pueblucho de Hawái. Mi padre me persuadió para venir a esto. No fue difícil tentarme, él ha estado en el mundo de la hotelería por bastante tiempo y Hawái posee propiedades extremadamente valiosas, pero ¿comercio de frutas? Eso fue una total sorpresa, incluso después de que dejara atrás los restaurants. Lo supe desde que se enteró de que su mujer número dos lo engañaba con un chef de categoría. La mujer era una aprovechadora, pero igual mi padre perdonó su canallada. Muy por el contrario, a mí, quien ni siquiera en su sano juicio sería capaz de perdonar asquerosidades como esas. El corazón de mi padre es muy blando y se derretía con cualquiera palabra, pero eso no se necesita en un negocio. Se necesita un pecho duro y sin que pueda romperse.

—¿Quiere un jate o bote? —Me preguntó la señora que alquilaba trasporte marítimo.

—¿Sabes dónde queda el pueblo de Pineapi pua? —Le pregunté indiferente.

—Es un poco apartado, mejor busca un lugareño para que te lleve y te traiga rápido. Aquí tengo varios —Me indicó la mujer a uno de sus muchos trabajadores sentados en una de las sillas de la esquina—. Yo no te arrendaré uno de mis vehículos para que después te pierdas en el océano.

Me enfurecí un poco, aquella respuesta no era la que pedía.

—¿Dónde está el pueblo, señora? —Formé un "V" al medio de mis cejas.

—Técnicamente tienes que darle vuelta a la isla, están del otro lado y te demorarás más de cuatro horas en hacerlo. Terrestre no es una buena opción, el terreno es andrajoso y está en mal estado —Comenzó a masticar el chicle en su boca con ella abierta—. No sé qué tienes en esa parte de la isla, pero déjame decirte que esa gente es muy retrasada, prácticamente viven en la prehistoria. Ni siquiera conocen una lavadora. Por suerte tienen un teléfono que les sirve y la recepción es horrible.

—Señora perdóneme, pero yo no le he podido su consejo —Tomé mi mochila en busca de algo y dejé un tanto de billetes de cien dólares—. Compro uno de sus botes. ¿Acepta o no? No tengo tiempo para sermones.

Ella arrugó su entrecejo, muy concentrada en el fajo de billetes.

—Trato hecho.

Tomó el dinero entusiasmada y me pasó las llaves de uno de ellos, era uno rojo con un motor de muy buena potencia. Según ella era el mejor que encontraría en este desierto de abastecimientos. No me imagino de cómo serán los otros, porque este era un basural. De pies a cabeza no daba muy buena impresión, pero a comparación con el resto era un belleza. No quise seguir protestando y asumí el riesgo que podía tener. Compré un par de cosas en el supermercado y me abastecí de suministros para no perderme en la isla. Compré bencina en uno de los locales y me adentré al océano pacifico. El tiempo era una exquisitez, el sol no pegaba tanto y el mar se veía tranquilo. Cogí una cerveza del pack que compré y bebí un par. No recuerdo haber tomado una de esas desde que he estado con Sacha y me alegra estar lejos de ella por un tiempo. Papá de cierta manera vio en mí una muy gran razón para traerme acá. Vio la paz que necesité para no caer en una leve depresión, porque todo me reventaba la madre. Desde que salí de la universidad de chicago no he estado más que en el centro de negocios financieros con mucha gente importante. Mi papá me hizo entrar de lleno en ello y desde mis últimos 27 años, decidí ser yo el que tenía que venir a este viaje, no mi hermano mayor, Collins. Él no era muy bueno para ver el tema de como es el proceso creativo de almacenaje y distribución de un producto, uno de los puntos más importante para llevar una fábrica a gran escala. Mi único hermano era más de número y finanza, quizás por eso no es quien lleva la cabecilla de nuestra familia. Ahora todo se torna a mi contraria, me hicieron viajar a la fuerza, prácticamente tiré todo a la basura sin darme cuenta.

No culpes al deseo (disponible solo hasta el 18 de Marzo)Where stories live. Discover now