Capítulo 29: El nacimiento.

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Ludmila seguía observando atentamente la situación por la ventana, desde donde estaba asomada discretamente.
—Como os dije, este grupo de jinetes no parecen soldados del Rey, aunque sí parecen guerreros pues todos van con armaduras y portan espadas. También estoy viendo a una joven en su caballo que parece incluso que este dando órdenes a los hombres que van con ella. — Les narraba la escena la vieja señora a sus jóvenes refugiadas.
—¡Qué extraño! — Contestó Arianne, teniendo una leve sospecha en su interior.
De pronto se escuchó como alguien golpeaba la puerta insistentemente.
— Escondeos, voy a ver quién es. — Susurró en voz baja la vieja Ludmila.
Abrió la puerta muy lentamente, cuando se aseguró que las muchachas se hubiesen escondido.
Una joven guerrera apareció ante sus ojos.
—No tema señora, somos gente pacífica, solo quería preguntarte algo.— Empezó a hablar la joven.— Mi nombre es Catrin y vengo de Angus. Somos un grupo de guerreros, liderados por Aidan "Y Blaidd"* enemigos del Rey de Ehazur. Luchamos contra la tiranía que ha impuesto a todos los pueblos. Nos estamos preparando para una gran batalla.
— Pase, por favor, veo entonces que podemos ser amigas. — Le contesto sonriendo la anciana.
— El propósito de nuestra llegada es que estamos buscando a una joven, que según creemos se ha escapado del castillo, de Ehazur. No puede estar muy lejos, por eso hemos venido a buscarla en las poblaciones de alrededor. — Prosiguió contándole Catrin tras haber aceptado la invitación de entrar en la casa de la mujer.
— Permítame que me presenté. Mi nombre es Ludmila. Y me gustaría ofrecerle algo caliente para beber. Debes de estar agotada. Voy a buscar un poco de leche que guardo abajo en la despensa. Enseguida se la calentaré en un cuenco.— Dijo esto, con la escusa de bajar a avisar a Arianne, de que la andaban buscando.
— Agradezco su hospitalidad, pero no podemos perder tiempo, solo queremos saber si vino a buscar refugio en esta casa, o si ha visto a una joven desconocida por los alrededores. — Dijo Catrin, mostrando su premura.
— Comprendo, pero no creo que por perder un poco de tiempo y reponer fuerzas, vaya a entorpecer su búsqueda. Solo será un abrir y cerrar de ojos, y tendrá preparada su leche caliente.— Insistió la anciana.
— Está bien, pero desde prisa por favor. Aceptaré su invitación. Pero no querríamos encontrarnos con los soldados del Rey. — Se dió por vencida la joven, no queriendo ser descortés con la anciana. Además después de todo, creía que le vendría bien poner algo caliente en su estómago, pues el tiempo era frió y desapacible.
Al cabo de unos minutos Ludmila le servía la leche caliente y un poco de pan recién hecho, tras haber avisado a Arianne, del motivo de la visita de la guerrera.
— Yo soy la joven que buscan. — Dijo Arianne, decididamente antes de que Catrin hubiera acabado de comer.
Los ojos de ambas mujeres se quedaron fijas la una en la otra. Catrin por fin conocía el rostro de la mujer que tenía enamorado a Aidan. Un fugaz pensamiento pasó por su mente. Ahora tras ver la belleza de Arianne, pensó que ya no tendría ninguna posibilidad de que Aidan se fijará algún día en ella.
— Y yo soy su sirvienta, donde vaya ella, yo iré también. — Respondió Neida, decidida a seguir el destino de Arianne.
— Está bien, si esa es tu voluntad, podéis venir las dos conmigo, pero hemos de marchar pronto. Recoger vuestras pertenencias y vayámonos ya. — Ordenó Catrin.
— Tened cuidado con la joven, está embarazada, me gustaría que se quedará aquí conmigo hasta dar a luz, pero si no es posible... — Dijo la anciana Ludmila, intentando retrasar la partida de Arianne.
— La trataremos con cuidado, pero creo que tendrá más protección, si se viene con nosotros, que si se queda aquí. — Respondió la guerrera.
— Me parece a mí que es mejor que nos vayamos con ella.
— Dijo Arianne dando un beso en la frente a la anciana Ludmila. Aunque, la razón principal, es que estaba ansiosa de volver a ver a Aidan otra vez.
Catrin se apresuró a reunir a los hombres de nuevo, de regreso a Angus.
— ¿Donde esta Aidan? — Preguntó Arianne a su rescatadora, una vez fuera de la casa de Ludmila.
— Él se encuentra en otra aldea. Hemos decidido dividirnos a fin multiplicar nuestros esfuerzos en la búsqueda. Al anochecer nos reuniremos de nuevo todos juntos. — Respondió Catrin.
No se habían alejado mucho del lugar, cuando aparecieron surcando el cielo algunos Dragones Negros.
— ¡Rápido escondámonos en el bosque, antes de que nos vean! - Ordenó Catrin tras el avistamiento.
Al amparo de la sombra de los árboles, en el espeso bosque, esperaban pacientemente a que estos se marcharan, mientras los dragones volaban en círculo.
Podían escuchar el sonido que hacían las alas de estos en contacto con el viento.
— ¡Los caballos se están poniendo nerviosos! Detectan la proximidad de los dragones. Es difícil, mantenerlos en calma. — Dijo preocupado uno de los soldados del grupo.
— ¡Calma! Tranquilo. Pronto se marcharán. — Empezó ella a susurrar a su caballo, mientras le acariciaba.
Todos trataban de sosegar a sus corceles. Era evidente que no podían perder el control, si querían conservar sus vidas.
Una calma tensa imperaba en el ambiente.
Tras un largo rato, que pareció hacerse eterno los dragones abandonaron el lugar.
— Prosigamos la marcha, hemos perdido mucho tiempo y queda poco para que el Sol se ponga, no deberiamos estar en camino en la oscuridad. No podemos encender hogueras que delatarían nuestra presencia a los dragones. — Tras esas palabras, todos se pusieron a galopar, a fin de llegar a Angus, antes que se hiciera de noche.
Con las últimas luces del día, casi en penumbra, llegaban a Angus. Las puertas de la ciudad se cerraban tras ellos.
Aidan y sus hombres, hacia un buen rato que habían regresado, y este estaba ansioso de saber si la búsqueda del grupo liderado por Catrin había tenido más éxito.
No hizo falta preguntar. Sus ojos pronto encontraron a Arianne entre la multitud. Corrió hacia ella.
— Estás aquí, por fin. No puede creerlo. — Repetía una y otra vez, mientras le acariciaba el rostro.
— Ha sido horrible, todo este tiempo que he estado sin tí. Pensaba que simplemente iba a morir. Había perdido casi la esperanza — Las lágrimas se desbordaban por la cara de la joven y su habla se entrecortaba por los sollozos.
— Tranquila, no hables más. Ya pasó todo. No volveremos a separarnos jamás. — Le prometió él.
Se fundieron en un largo beso juntando por fin sus labios, parecíendo que el tiempo se detenía, ante ellos.
Mientras Catrin que contemplaba la escena intentaba no derramar ninguna lágrima, con un nudo en el cuello y en su alma.
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Tras el emotivo encuentro, todo parecía volver a la normalidad. Las semanas transcurrieron deprisa. El embarazo de Arianne avanzaba con total normalidad, y cada vez le costaba realizar sus tareas a medida que su barriga aumentaba de tamaño.

Al mismo tiempo, empezaron los preparativos para la boda entre Aidan y Arianne. Era evidente que la ceremonia celebrada anteriormente , no tenía ninguna validez, pues había sido en contra de la voluntad de Arianne, que negó rotundamente sin ser escuchada su voluntad, que no quería contraer matrimonio con Gare.

Pero la boda tendría lugar algunas semanas después del parto, cuando ya estuviera recuperada tras el alumbramiento.

— Ay, Neida, creo que ya viene. Hace rato que voy teniendo dolores, pero cada vez son más intensos y seguidos. Avisa a Aidan— Dijo Arianne a su amiga, tras sentarse en una roca.
— Tranquila, avisaré a Aidan, y a las mujeres que te ayudarán en el parto, quédate quieta ahí.— Le contesto a Arianne, tras lo cual se fue a buscar ayuda.
En unos momentos, regreso con refuerzos, que le ayudaron a llevarla a la casa, y a tumbarla en la cama.
Tras preparar paños y todo lo preciso, las mujeres estaban listas para ayudarla en sus últimos esfuerzos, mientras ya vislumbraban asomarse la cabeza de la criatura.
Aidan esperaba afuera inquieto, andando de un lado para otro como si fuera él, el verdadero padre de la criatura.
Al cabo de un rato pudo escuchar el llanto de un bebé.
— ¡Es un niño, es un niño! — Salió gritando a dar la noticia Catrin, que también había estado ayudando a las "parteras"
— ¿Puedo pasar a verlo? ¿Puedo ver a Arianne? — Preguntó Aidan impaciente.
— Espera un poquito, mientras acabamos de atender a Arianne y lavar al niño. Pronto vendré a avisarte. — Le dijo en respuesta.
De pronto, Aidan se quedó atónito. Ante él aterrizaba un gran Dragón Blanco, portando en el lomo a una niña, a Rhiannon. De un salto bajo del animal, la pequeña.
— ¿Qué haces aquí?— Preguntó boquiabierto.
— He venido a ver "mi hermanito". Los dragones han estado vigilando atentos desde que vino mi mamá, aquí.
Me ha traído Nerubian.
Mientras conversaban él y la niña, salió Catrin a avisar de que ya podía entrar Aidan, quedándose igual de sorprendida al ver a Rhiannon.
— Creo que te mereces entrar tu primera. Tendrá una inmensa alegría de verte Arianne. Corre. — Dijo Aidan cediendo el privilegio a la niña de conocer al bebé antes que él.
— ¡Mamá! — Gritó entusiasmada la niña.
—¿Eres...eres tú de verdad Rhiannon, mi pequeña? Ven cariño, abrázame bien fuerte. ¡Te he echado tanto de menos...

Espero que os haya gustado el Capítulo. Por fin un poco de alegría. ¿No?

Dragones Blancos (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora