Capítulo 3: RHIANNON (doncella blanca)

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La joven Arianne entró en su casa y puso a la pequeña encima de su cama. Se quedó mirándola por largo tiempo embelesada.  Aquella pequeña criatura le iba a cambiar la vida por completo. Lo primero que decidió hacer  fue darle un baño. Así que se puso a calentar agua y llenar con ella un pequeño barreño. Controló cuidadosamente la temperatura del agua, hasta que estuvo en su punto ideal. Le quitó toda la ropa sucia que llevaba la bebé y la dejó aparte, para lavarla más tarde.
Ahora cogió a la criatura con mucho cuidado para que no se le resbalara y la introdujo gradualmente en el pequeño barreño. Mientras la sujetaba con una mano, con la otra le iba lavando con un paño suave a modo de esponja, impregnada con jabón casero.
La pequeña disfrutó de su baño, era el primero que recibía en su corta vida.
Después de ese agradable y reconfortante baño, la criaturita lucía incluso con una piel más brillante y blanca, de la que ya se había percatado antes Arianne.

La joven  después de secar y enrrollar a la pequeña en un pequeño manto de tacto suave, se quedó mirándola pensativa un buen rato.
—Tendré que ponerte un nombre — Le habló a la pequeña mientras esta la estaba mirando fijamente, como si supiera lo que le estaba diciendo — Ya se cómo te voy a llamar:   RHIANNON,  (Que significa doncella blanca) en nuestro idioma Gaélico. Tu tienes la piel blanca como la nieve, así que no se me ocurre un nombre más apropiado que ponerte.

—Yo sé que no soy tu madre verdadera — Prosiguió hablándole Arianne a la criaturita — Pero puesto que no tienes a nadie más que te cuide y proteja asumiré ese papel para ti, desde hoy seré "Tu mama", ¿Te parece bien?... Cómo no has dicho nada, consideraré ese silencio como un sí, — Dijo riendo Arianne.
De pronto llamaron a la puerta. Esos tres toques característicos, solo podían provenir de una persona;  Aidan, su amigo y compañero de juegos de la infancia.
Ella entreabrió un poco la puerta, para asegurarse que no venía acompañado de nadie más, mientras se asomaba un poco para ver mejor los alrededores.
— ¿ Por qué abres con tanto misterio ? — Dijo el joven — ¿Qué no sabías que era yo?
— Chss, no hagas tanto escándalo, ¡Pasa! — Dijo la chica, poniéndose un dedo sobre los labios  mientras le estiraba de la mano para que entrara rápido. Ella sabía, que si podía confiar en alguien en el mundo, ese era Aidan.

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan extraña? ¿Por qué me haces callar? — Preguntó el chico mostrando en su rostro una expresión de extrañeza.
— Calla y no hagas tantas preguntas — Dijo Arianne hablando con nerviosismo y rapidez.
Ahora hizo ella tras suspirar profundamente le  dijo:
— Tienes que hacerme el juramento más solemne que hayas hecho en tu vida ¿De acuerdo?
— De... de acu...De acuerdo —le respondió tartamudeando ante el inusual comportamiento de la chica. — ¿Qué tengo que jurarte? — Preguntó Aidan.
— Que guardarás el secreto de algo, bueno... de alguien, que voy a mostrarte, y no me descubrirás, pase lo que pase...
— Vale, vale, enséñamelo ya, ¿Tienes un pequeño  dragón de mascota? — Dijo Aidan riendo. —
¡Por todos los dragones tuertos!  ¿Qué es eso? — dijo el joven al ver a la pequeña criatura.
— Un bebe, ¿Qué no has visto nunca ninguno? — Respondió ella sarcásticamente
— Sí, ya, ya. Sé que es un bebé, pero quiero decir ¿Qué hace aquí?, ¿De quién es?... —Le preguntó él, pasando su mirada de Arianne a la pequeña, y de la pequeña a Arianne continuamente, con gran asombro.
— Vale, vale, cálmate un poco y te explico. — Le reprendió ella un tanto molesta.
— Bueno, ya me calmo —Dijo el un tanto avergonzado.
Arianne le explicó el corto relato con todo detalle e incluso el nombre que había decidido para la pequeña.
— Y ¿Cómo la vas a alimentar?, ya sabes que los bebés toman leche de sus madres, y tu... tu, bueno ya me entiendes — Dijo Aidan avergonzado, mientras daba una mirada furtiva a los pechos de la chica.
—¡Ya claro, ese es el problema! —dijo ella sin hacer caso de la indiscreta mirada de su amigo. — Sé que hay madres que están amamantando a sus hijos y pueden encargarse de alguno más. Al menos mientras sea tan pequeña, los primeros meses, luego yo podría encargarme de darle verduras y frutas machacadas.
— Al lado de nuestra casa, hay una vecina, que hace poco ha tenido un bebé, quizás ella, podría ayudarte. A lo mejor puede quedarse con la pequeña unos meses — Sugirió él.
— No, eso de ningún modo, no voy a desprenderme de Rhiannon. — Contestó con fuerte convicción Arianne. — Quizás ella pueda suministrarme la leche, en algún pequeño recipiente.
— Buff, cómo os complicáis la vida las mujeres, por eso yo nunca me casaré — Dijo él con tono indiferente, aunque siempre había estado enamorado en secreto de Arianne.
—¿Y es de fiar esa mujer? — Preguntó ella preocupada.
— Y yo que sé, es, es... pues, la vecina. No sé su vida privada. — Replicó él algo irritado por la pregunta de Arianne. — Mira, eso o que la niña se muera de hambre, tú decides. Tampoco  sería de extrañar, que alguien tan joven cómo tú fuera madre, con esos sinvergüenzas de soldados enemigos que van dejando embarazadas a las muchachas y luego no se responsabilizan de sus hijos. — Añadió Aidan.  —Esta bien, yo te ayudaré, si quieres puedes venir conmigo y te presentaré a la mujer, pero tú tendrás que correr el riesgo.
— De acuerdo, sabía que podía confiar en ti, — Dijo ella, al tiempo que le daba a Aidan un beso en la mejilla, finalmente convencida por los argumentos de su amigo.
— Vale, tu cuidarás de la pequeña, un rato cada día mientras yo salgo a buscar la leche a casa de la vecina — Añadió Arianne.
—Si, no hay más remedio, — bufó Aidan. Sabía que si de algo no podía dudar de Arianne era de su carácter decidido y tozudo, capaz de enfrentarse a lo que fuera, si estaba realmente convencida de algo. Era una luchadora nata.

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Después de conversar largamente con la vecina de Aidan, la mujer accedió a un intercambió. Ella le suministraría su leche materna mientras fuera posible, pero la joven tendría que ayudarla con algunas tareas del hogar, un par de horas cada día, lo que significaba que Aidan  tendría que cuidar a la pequeña por más tiempo aún, idea que no le agradó demasiado. Suerte que él era un joven independiente y poco supervisado por sus propios padres, que se encargaban de sus hijos más pequeños. Aidan ayudaba a un carpintero mayor del lugar  y con lo que le daba éste podía ayudar en la economía familiar. Todo y así, pudo organizar sus horarios, y mientras por la mañana atendía a la niña y ayudaba a Arianne, por la tarde estaba con el anciano carpintero, haciendo los trabajos más pesados para él, hasta tarde en la noche.
Uno de aquellos días en que Arianne regresaba a su casa, con el preciado alimento de la pequeña, se interpuso en su camino un soldado sucio y sudoroso, que patrullaba por las calles de la aldea.
— ¿Dónde vas tan deprisa jovencita? ¿Qué llevas ahí escondido en tu abrigo?— Dijo él al notar el nerviosismo de la joven que trataba de ocultar algo en su ropaje. — Rápidamente el hombre le estiró la mano de Arianne  que sujetaba fuertemente ese frasquito con leche.
El hombre abrió ese recipiente y metió su dedo en la leche, para después lamer el liquido que había extraído, mientras ella le miraba con repugnancia.
— Humm, me parece que esto no es leche de vaca. Creo que vas a  tener que decirme la procedencia de esa mercancía... — Dijo el hombre riendo irónicamente.

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