Capítulo 25: El refugio de los dragones.

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La pequeña Rhiannon estaba jugando ajena a todo lo que iba a ocurrirle y que iba a cambiar drásticamente su vida. Estaba en el valle cercano al río, no demasiado lejos de Angus, jugando con uno de los perritos de los aldeanos, al que le encantaba ir una y otra vez a recoger el pequeño palo de madera que ella le lanzaba.
—Venga, ahora te lo voy a tirar más lejos aún, a ver si lo encuentras. —Dijo ella alegremente al animalito.
El perrito salió corriendo disparado nuevamente, mientras la niña no paraba de reír.
— Juego interesante — Una voz profunda y dulce le habló a la niña detrás de ella.
Ella se giró de inmediato al oír esas palabras, quedando al momento extasiada al ver a la imponente criatura.
— Hola pequeña, ¿o debo llamarte por tu nombre, Rhiannon? — Continuó hablando el dragón.
— ¿Cómo... cómo sabes mi nombre? ¿Quién te lo ha dicho? — Preguntó la niña con gran admiración.
— La verdad es que nadie. Te conozco casi desde que naciste. Desde que estabas indefensa al lado de tu padre fallecido, el Rey de Ehazur. Sé quién eres, y sé lo que lograrás en el futuro. — Le respondió el majestuoso animal.
La niña no era ajena a su historia, pues la misma Arianne, no le había ocultado su procedencia desde que era muy pequeña. Ella sabía que los dragones blancos la habían salvado la vida, cuidando y protegiendo en sus primeras semanas de vida.
Aunque la verdad, el oír el relato de la mismísima fuente que conocía a la perfección su primera etapa en la vida, le produjo una impresión extraordinaria.
— ¿Tienes nombre?¿Eres macho o hembra? Bueno no sé si hay dragones y dragonas. — Inquirió la niña, llena ahora de infinidad de preguntas que poblaban su joven e inquisitiva mente.
— Mi nombre es Nerubian y soy hembra. Tienes demasiadas preguntas, y yo mucho tiempo para responderlas. — Le contestó después de hacer un extraño pero agradable ruido al mismo tiempo. Era la primera vez de muchas otras que vendrían después, de escuchar como era el sonido de la "risa" de los dragones.
—Hacia mucho tiempo que no hablaba con dragones, desde que nos mudamos a la casa que tenía Gare en el poblado. — Le contó Rhiannon.
— ¿Te apetecería volver a volar? ¿Quieres subirte a mi lomo?- Le preguntó la criatura extendiendo sus alas a modo de invitación.
— Me encantaría. ¿De verdad, puedo?— Se le iluminaron los ojos a la jovencita.
El dragón hizo una seña con su cabeza y a continuación bajó su lomo hasta quedar totalmente estirado a fin de facilitarle a la pequeña su ascensión a ella.
En esos momentos apareció Catrin en la escena y contempló a Rhiannon subida encima de la criatura, pero permaneció callada sin llamar la atención de la niña, a lo que la dragona le hizo una mirada condescendiente a la joven, a fin de indicarle que había llegado la hora de un largo viaje para la pequeña, del que tardaría años en regresar.
No había tenido tiempo de despedirse de su joven Reina, aunque sabía que después del entrenamiento de la niña, del que iba a regresar algún dia, debería permanecer junto a Rhiannon el resto de su vida como mentora y protectora de su Reina, como le habían comisionado los dragones tiempo atrás.
Mientras tanto permanecería al lado de Aidan y los demás guerreros , que seguirían oponiendose a la tiranía del nuevo Rey de Ehazur, el despreciable Gare.
Rhiannon por otra parte no era consciente de que no regresaría en mucho tiempo de su paseo.
— Voy a llevarte a un lugar que no conoce ningún humano. Está muy lejos de aquí, es nuestro refugio, donde vivimos los dragones blancos. Donde tenemos a nuestras familias, nuestras crías. Una especie de santuario protegido.- Le habló alzando la voz por encima del batir de sus alas cortando el viento. El aire frío impactaba de lleno en el rostro de la pequeña, casi cortándole la respiración. Nunca había volado por tanto tiempo, a tanta velocidad y a esa altura, donde el azul del cielo es más intenso, y donde empieza a escasear el oxígeno. Instintivamente la pequeña se sujetó con todas sus fuerzas e intento acercar al máximo su cara al cálido pelaje de la criatura, a fin de protegerse del frío.
Ahora empezó un descenso vertiginoso, y tras traspasar  unas nubes densas y oscuras dió paso a unas vistas espectaculares, un lugar de ensueño, donde las montañas estaban repletas de cascadas de agua, que saltaban alegremente para formar varios arrollos, que acababan juntándose en un río claro como el cristal que serpenteaba por un valle frondoso de hierba verde reluciente al Sol.
El vuelo rasante cerca del suelo parecía aumentar más la velocidad, haciendo la delicia de la pequeña pues le invadía un sentimiento de libertad, de poder...
Al fin se acabó el trayecto y Rhiannon bajó del lomo de la dragona.
Allí en el valle, florecía la vida. Un gran grupo de dragones blancos estaban con sus pequeñas crías que jugaban sin acecharles ningún peligro. Se respiraba un ambiente de paz, una explosión de colores y aromas procedentes de una diversidad de plantas y flores, nunca vistas por la niña. Era un increíble paraíso, donde vivían lejos de las batallas las madres y las crías jóvenes de dragón.
Los ejemplares machos iban y venían después de sus luchas contra sus eternos enemigos, los dragones negros de lomo rojo. Pero no siempre regresaban todos ellos, pues siempre había algunos que morían en batalla. A pesar de eso no podían rendirse pues ellos eran los únicos que oponían resistencia a los malvados asesinos dragones negros que desolaban Reinos enteros, trayendo la muerte y destrucción allí por donde pasaban, cobrándose multitud de vidas humanas y animales, ellos juntos a los ejércitos que habían estado a las órdenes de Draco, como ahora lo estarían de Gare.
Después de estar por varias horas allí, que a Rhiannon le parecieron minutos, Nerubian le indicó que ahora deberían de partir a la morada de los ancianos, donde habían entrenado a Catrin. Allí al cuidado de la pareja de edad avanzada, Rhiannon se convertiría en una líder, una mujer fuerte y poderosa, a medida que completara su entrenamiento por parte de Nerubian y Zenedar el Gran Dragón Blanco y compañero de vida de ella.
   Allí le revelarían a la pequeña, su gran misión para ella,  como indicaban las profecías antiguas. Ahora ella ya había aparecido. Rhiannon estaba allí, como indicaban los antiguos manuscritos.
   Nerubian y Zenedar al igual que hicieron varios años atrás, cuando la pequeña era una desvalida recién nacida,  velarían por ella, le ayudarían para que pudiera cumplir el Gran Propósito...
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Los ejércitos dispersados por tierras lejanas regresaron lo  más rápido posible junto a una cantidad innumerable de dragones negros. Gare así lo había ordenado a fin de estar preparado para un posible ataque de su principal enemigo

Eso frustró los planes de un ataque inminente por parte de Aidan y sus hombres, pues sería un suicidio seguro enfrentarse a una fuerza terriblemente superior.

Mientras tanto las semanas pasaban en el castillo de Gare, donde estaba presa Arianne, siendo atendida por una de sus sirvientas.

— ¿Cómo te encuentras hoy, Arianne? — Se interesó por el bienestar de ella, la joven mujer.
— He estado vomitando otra vez toda la noche, y me siento muy mareada y cansada. Creo que hoy no me podré levantar, Neida. — Le contestó Arianne a la joven sirvienta.
— Mi señora, le prepararé unas hierbas que calmarán su malestar, quizás algo le sentó mal anoche. — Le propuso  servicialmente la muchacha.
— No gracias, no creo que haya nada que pueda retener mi inquieto estómago. No quiero vomitar más. Pero me temo mucho que mi malestar no se debe a una comida en mal estado. Ya debería de haber tenido mi periodo. Suelo ser muy puntual y llevo un  atraso de casi tres semanas. — Le confesó Arianne.
— En ese caso la debería de examinar una de las matronas de Ehazur.  — Sugirió Neida. —Avisaré cuanto antes, quizás estés embarazada.
Aunque Arianne lo sospechaba, el oír esas palabras en boca de otra persona hizo explotar sus emociones reprimidas.
— ¡No quiero estar embarazada de Gare! Lo odio con todo mi ser, y no soportó la idea de tener una semilla de él, fructificando en mi vientre. — Gritó con todas sus fuerzas, para acabar derrumbándose entre sollozos.
— Calma Arianne, no llores por favor, te comprendo— Dijo la única  amiga que tenía ahí dentro, abrazándola con fuerza para consolarla.
— Yo siempre soñé con tener un hijo de Aidan, el es mi único amor, y lo será hasta que muera... aunque la criaturita ahí dentro, no tiene la culpa de nada. También es una parte de mí. — Dijo después de unos momentos de reflexión, teniendo sentimientos encontrados, y el rostro anegado de lágrimas.
— Mi señora, tranquilicese, es necesario que la vea una matrona.  Voy a salir a por ella.— Dijo la chica, viendo como la prisionera le hacía un gesto de aprobación dándole permiso.
—Oye, una cosa por favor, que no se enteré Gare, nada de esto. — Le suplicó Arianne a Neida.
— Seré una tumba. No te preocupes — La tranquilizó la joven antes de cerrar la puerta.
— Te prometo que saldremos adelante,  sé que Aidan nos vendrá a buscar, vendrá a rescatarnos,  él será tu verdadero Padre. El nos cuidará a los dos. — Dijo Arianne, tumbada en su lecho y llorando al tiempo que se acariciaba el vientre, estando segura de que albergaba a un diminuto ser en su interior...

Espero que os haya gustado el capítulo. Espero vuestros comentarios. Gracias a todos los que seguís está historia.

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