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Capítulo 16: Andrés, el que te viene cada mes.

Mi alarma sonó.

¡Viernes! ¡Bendito y esperado viernes! Lo único malo de aquel día era que tenía tres horas de historia. Y... yo no era una gran fan de historia; y para variar, mi maestro olía mal. Me froté los ojos y estiré mis brazos dejándolos caer luego para intentar librarme, al menos un poco más, del sueño que aún me envolvía. Me levanté e hice la rutina matutina de todos los días. Encontré a mamá bebiendo té verde como todos los días. Agarré un pedazo de pan y salí de la casa, como todos los días.

Anoche había soñado con Ashton.

Bueno, Ashton no había sido el protagonista, pero había aparecido unas cuantas veces. Y esa fue la primera vez que no había soñado con agujas o montañas rusas. Fue algo extraño, ya que yo no tendía a soñar con personas conocidas.

Me di cuenta de que había llegado ya a la escuela y me dirigí hacia mi clase, acomodándome la mochila.

— Cassie, Cassie, Cassie, Cassie, Cassie, —escuché una voz llamarme desde lejos que cada vez se acercaba más y más. Me volteé, se trataba de Luke— Cassie, Cassie, ¡Cassie!

— ¡¿Qué?! —Exclamé, con fastidio.

— Hola —sonrió inocente.

— Púdrete —sonreí sarcástica.

— Oh, vamos —rio. — ¿Te despertaste de mal humor? ¿Tienes el periodo?

Le fulminé con la mirada.

— Sabes la respuesta.

— No, en realidad no —respondió—. Es que... muchas veces te despiertas de mal humor y otras veces es por el periodo y... ¡ugh, soy hombre, no entiendo estas cosas!

¿Hombre? Sí claro, Luciana.

— Sólo hazle un favor al mundo y cállate —solté.

—Le pusieron «menstruación» porque «mujeres en posesión satánica» era muy largo —murmuró.

— Corre y haz que tu vida valga la pena, Hemmings.

Salió corriendo, y yo reí.

Salí de la escuela sintiéndome libre de nuevo. Llegué, subí las escaleras a toda prisa y me lancé sobre el cómodo colchón que yacía sobre mi cama. Los ojos se me cerraban, así que decidí dormir un rato. De todos modos, era un casi fin de semana. No me molesté en ponerme el pijama, así que me quedé con la ropa con la que había ido a la escuela. Mi armario estaba muy lejos como para caminar hasta allí. Me cubrí un poco con las sábanas y le di la espalda a la puerta. Cerré los ojos y...

Unos golpes se escucharon en mi ventana.

Menudo momento para venir a molestar, Hemmings.

Gemí de fastidio y le di la espalda, esta vez, a la ventana. Escuché el bufido de Lule y comenzó a golpear con más intensidad el frágil vidrio de la ventana.

— ¡Cassandra Mía Jones! ¡Abre la maldita puer... ventana!

— ¡Oh, maldita sea! —Me quité las sábanas de encima con brusquedad y me dirigí hacia la ventana, abriéndola de un golpe. — ¿Feliz?

— Uy, lo siento, señorita Jones —levantó sus manos fingiendo inocencia.

— ¡Más encima me llamaste por mi nombre completo! Púdrete.