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Capítulo 22: Para romper la tensión.

— ¡Vamos a morir, todos vamos a morir! —Gritó Luke, lamentándose por enésima vez en una hora.

— ¡Ya cállate! ¡Que lamentes tu muy probable muerte temprana no va a impedir nada!

— Bien, estamos tú, yo y un demonio, en alguna parte de la habitación.

No pude evitar soltar una carcajada.

— Eso sonó a una película de terror. Ya sabes, el demonio... —Volví a reír y él me fulminó con la mirada. —Bien, bien. Tengo una idea.

— Escúpelo.

— Tú buscas al niño, y, si te mata, te haré un bonito funeral y escribiré un discurso de cuatro páginas —le sonreí y me volteé, dispuesta a caminar hacia el otro lado.

Él me volvió a voltear hacia él.

— ¿Qué tal del revés? Síp, pero mi discurso será de cinco páginas, ahora ve —esta vez, fue él el que me empujó.

— Oh, no, compraré flores azules, combinarán con tus ojos —me di la vuelta una vez más y comencé a empujarlo a él.

— ¿Qué sentido tiene? Estarán cerrados.

— Cuando te mueres tus ojos pueden quedar abierto por un tiempo —contraataqué—, creo.

— Inquietante —murmuró. —No, enana, procuraré que el día de tu funeral no llueva, ya sabes, para que vaya más gente... —comenzó a empujarme de nuevo.

— Bien, le diré a mi madre que baile sobre tu tumba —volteé y le golpeé en la cabeza, logrando que me soltase para sobársela.

Salí corriendo escaleras arriba y noté sus pasos detrás de mí. Antes de poder echarle en cara que nunca iba a poder atraparme (aunque sabía que no era verdad), me agarró del brazo y me abrazó para que no escapara. Logré soltarme un momento después y volví a correr por el pasillo, rodeando todo el segundo piso y volviendo a la escalera. Antes de bajar, vi al pequeño demonio destructivo roba pantalones Jack justo abajo, en el primer escalón. Grité y casi caigo para adelante, si no hubiese sido por Luke que me atajó por la cintura.

— ¡Já, te teng...! —Su frase de victoria fue interrumpida por un grito agudo en mi oído al ver a Jack. Para luego soltarme y casi hacerme caer de nuevo, salir corriendo y cerrar una puerta con brusquedad.

Rodé los ojos.

[...]

— ¡Llévatelo, llévatelo! Fue muy... muy lindo cuidarlo, sí —sonreí con una falsedad que esperaba no se notase, sosteniendo al pequeño demonio destructivo Jack lejos de mí.

— Muchas gracias, Cassandra —me sonrió y se volteó, con Jack mirándome.

Me sonrió pretendiendo inocencia y entendí que me estaba amenazando con que volvería.

Cerré la puerta y miré la casa. Bien, había quedado menos destruida de lo que había pensado. El niño había roto otro jarrón, el sofá estaba dado vuelta y mi ropa interior por, básicamente, todas partes. Suspiré.

— ¡Se ha ido, puedes bajar! —Grité hacia arriba.

Bajó de dos en dos y terminó con el ceño fruncido.