Capítulo 29 {Bonita}

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-Preciosa, no tienes por que sentirte apenada que yo no te haya dado el sí el día que me pediste que nos casáramos. -Leo disfrutó verla ruborizarse y abrir y cerrar la boca intentando que las palabras salieran de ahí. Ella parecía no dar crédito a su atrevimiento, y él aprovechó la conmoción interna de Carolina para continuar-: Después de todo era nuestra primera cita y tenía que hacerme el difícil.

-No lo escuche, no sabe lo que dice -le pidió Carolina a la vendedora al mismo tiempo que le tapaba la boca a Leo.

-Disculpen, fue mi error asumir que iban a casarse -admitió la mujer, no del todo apenada, como si supiera algo que ellos desconocían-. No era mi intención incomodarlos puedo regresar más tarde.

Leo detuvo a la vendedora y con tono decidido le indicó que se llevarían la cama que estaba frente a ellos. No era su propósito desairarla, pero creía innecesario que les mostrara otros modelos. Algo inusual en él; lo normal era realizar una investigación meticulosa de las opciones antes de hacer una compra de esa magnitud. En ese momento le importó un rábano no tener una lista comparativa, honestamente, lo único que deseaba era salir de ahí e ir a estrenar el colchón como Dios mandaba.

Leo se encargó del pago y arregló el trámite correspondiente para que ese mismo día le hicieran la entrega. Le tomó más tiempo de lo esperado porque la tienda no hacía envíos exprés, y aquello comenzaba a irritarlo por estar haciéndolo perder tiempo valioso. Respiró profundamente mientras recuperaba la paciencia. No permitiría que una tontería le arruinara el día, que, para él, tenía tintes de perfección desde que amaneció.

A lo lejos observó a Carolina charlar con la vendedora, quien la miraba de forma maternal mientras sostenía una de sus manos entre las de ella. Se sonreían con familiaridad, y Leo se maravilló de la facilidad con la que Carolina podía entablar una conversación con una desconocida. Por un momento ella se quedó quieta escuchando atenta a lo que la vendedora le decía hasta que algo la hizo agitar repentinamente su cabeza y sus manos. Luego la mujer la abrazó y se marchó enseguida.

Cuando la transacción quedó finalizada, Leo se encaminó hacia ella y notó que su rostro mostraba desconcierto. Se mordisqueaba su labio inferior con aprensión, como siempre hacía cuando meditaba algo. Aquello lo llenó de curiosidad sin saber por qué.

-¿Qué tanto te decía la vendedora?

-Se llama Alicia y según sus predicciones estaremos casados en menos de un año -respondió con un aire de incredulidad y tratando de suprimir una carcajada.

-Vaya que está equivocada -alegó-. Si me conociera, sabría que yo no creo en el matrimonio y aquello jamás sucederá. -Con su comentario, Leo logró que ella lo mirara con ojos desencantados, como si le hubiese quebrado en dos una de sus ilusiones. Se afligió por la reacción de ella, pero fue incapaz de condenar su honestidad-. Espero que no viva de eso -supuso con un tono cargado de acidez.

-Trabaja aquí, ¿recuerdas? Tampoco fue como si sacara su bola mágica o sus cartas de Tarot -ironizó ella.

-¿Cómo podría predecir eso? Ni nos conoce -protestó indignado. En cuanto se escuchó, se dio cuenta que había hablado en voz alta. El pensamiento se había escapado de su boca y sabía que lamentaría su descuido.

-¡Yo le reproché lo mismo! ¿Sabes qué me respondió? -Leo negó con la cabeza levemente exasperado. No quería tener esta conversación en absoluto-. Durante veinte años ha trabajado en esta tienda y con echarle un simple vistazo a la pareja era suficiente para saber si iba a casarse o no. Supuestamente tiene una reputación que la respalda; de hecho las otras vendedoras hacen... -Carolina formó una línea con sus labios para tratar de suprimir una sonrisa que trataba de escapársele. Sacudió su cabeza y resignada le pidió-: Mejor olvídalo.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now