THORIQ HELMSDEEP

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El guerrero enano sintió su sangre convertirse en un río de lava que arrasaba todo su cuerpo, ver la ciudad destruida y los cuerpos masacrados de sus hermanos. Niños, mujeres y ancianos sumergidos en charcos de sangre seca. Thoriq tenía ganas de gritar, pero su instinto le decía que no lo hiciera.

Por otro lado, Ileth se encontraba de pie con esa nueva aura de tranquilidad que tanto ponía nervioso a los demás, en especial a los enanos, que se caracterizaban por ser seres bulliciosos y jocosos; por algo nadie contrataría a un enano como espía, o le pagaría con una bolsa llena de monedas de oro para convertirse en un asesino profesional, allí donde iban, solían causar una impresión. El Fe-Gun, en cambio, emanaba una tranquilidad exasperante, al igual que exudaba una autoconfianza que pondría nervioso incluso a un dios.

Thoriq intentó controlarse y volvió a mirar el paisaje tétrico de la ciudad de Ande, completamente destruida. Lo poco que se encontraba visible era por las antorchas y luces que tanto Thoriq como sus seiscientos hombres habían encendido.

Si bien los Fe-Gun podían ver en la oscuridad, Ileth comprendió que podía ayudar a aquellos hombres en forma de cruz y pronunció unas palabras en voz baja. De pronto, al separar sus manos, unas esferas de luz tenue se fueron ubicando en puntos estratégicos de la ciudad. Cuando todas estaban ubicadas, un chasquido de los dedos hizo que se encendieran iluminando gran parte de la ciudad. Todos quedaron maravillados y aterrorizados por igual. Lo primero a causa del encantamiento, y lo segundo por el panorama completo de la ciudad en ruinas.

Los techos caídos, cuerpos y troncos quemados, vidrios rotos y sangre, mucha sangre. Thoriq se acercó a los cuerpos destrozados y analizó la carne putrefacta y seccionada. Algunos eran cortes de espada, otras heridas de lanzas, pero había otras que no eran atribuible a ningún arma, algunas parecían mordidas, otras hechas por las garras de un animal.

- Fueron las criaturas de mis visiones – dijo Ileth como adivinando los pensamientos de Thoriq – Son reptiles con rasgos humanoides.

- No puede ser – dijo Thoriq acariciándose la barba – Pensé que hablabas en forma figurada, así como hablabas de una sombra, pensé que esos reptiles formaban parte de tu interpretación.

- No, son, efectivamente, reptiles con armadura y armas. Son ágiles y fuertes.

- Pero no puede ser que hayan destruido a los soldados enanos con tanta facilidad, no hay ningún cuerpo – dedujo Thoriq – Se los deben haber llevado, para no dejar nada que pudiéramos usar de prueba.

Thoriq no esperó respuesta de Ileth y comenzó a dar órdenes a sus soldados, quienes registraron todo el lugar y, por lo menos con el tiempo que tenían, comenzaron a apilar los cuerpos y a quemarlos. Cuando llegó la noche, varias hogueras estaban prendidas. Los enanos comenzaron reunirse nuevamente para descansar y montar guardia. Se notaba que el interés de los atacantes no había sido un saqueo, pues habían dejado comida y objetos de valor. El propósito había sido sólo arrasar con la ciudad.

Cuando todos estuvieron reunidos, Thoriq comenzó a repartir las guardias a sus soldados, e Ileth apagó las luces mágicas que había iniciado cuando llegaron. A excepción de quienes hacía los turnos de guardia, sólo Ileth estaba despierto, pues cada vez dormía menos y menos, aunque no por ello sentía cansancio.

- ¿No te das cuenta de lo raro que te has vuelto, verdad? – preguntó Thoriq desde el lecho en el cual estaba tirado, aún con los ojos cerrados.

- Eso parece, o al menos así les parece a ti y tus hombres.

- ¿Acaso no recuerdas como eras?

- Pues claro que recuerdo, pero las personas cambian – dijo con un tono sarcástico.

Ariantes: Un rey para dos reinosWhere stories live. Discover now