IMZOS AL-MARQUI

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Era de noche en la ciudad de Valran, en dominio de Korguen hacía solo una semana. Era una hermosa noche, no hacía demasiado frío y el cielo estaba despejado. La humedad del ambiente se hacía sentir, manteniendo las temperaturas de manera bastante pareja tanto en el día y como en la noche, algo similar a lo que sucedía en todos los poblados en la costa del Mar del Dragón.

Imzos recorría las calles de la ciudad con una coraza élfica y la cabeza cubierta por una enorme capucha. Los elfos tenían sentidos agudizados, por lo que sabía que debía mantenerse lo más silencioso y oculto posible, si descubrieran cuál era su misión... Mejor era no pensar en ello. Le habían entrenado para no fallar.

Al igual que Izzia, su compañera en esta aventura, Imzos tenía una lista de "cumplidos" que terminar. Había asesinado ya a algunos líderes y generales de Valandi, todavía le restaba el asesinato del rey Itgor Kramka, pero después de haber sondeado la situación, le pareció mejor esperar, estaba muy bien custodiado y no podría llegar a él excepto en una misión suicida.

Sus objetivos, por lo general, eran personas importantes que no solían ocultarse en las sombras. Esta era su tercera incursión en el continente, lo cual le había enseñado a no mostrarse demasiado. A diferencia de algunos de sus compañeros y hermanos, Imzos disfrutaba del total anonimato, intentaba no acercarse nunca al objetivo, una daga o una espada eran siempre el último recurso, utilizable solo en caso de vida o muerte.

Sabía que si Izzia hubiera sido la encargada de asesinar a Korguen, habría intentado hacer algo público y sangriento, ella había aprendido a disfrutar de ese trabajo. Por su parte, él pensaba que era mejor tender una buena trampa, en especial a una persona que tenía grandes reflejos y mejores sentidos. En este encargo en particular había un pedido especial, debía parecer que Soren había encargado o ejecutado el asesinato, lo cual implicaría un problema futuro para unificar ambos ejércitos.

A diferencia de otros trabajos, en esta ocasión no había podido estudiar con demasiado detenimiento la ciudad ni el entorno del líder Ar-Gun. Eso implicaba que debería tener más cuidado, pues cuando algo no está lo suficientemente planeado, puede significar problemas.

Había planificado todo su ataque en una pequeña casa de la ciudad. Se encontraba lo suficientemente a la vista como para que, luego del asesinato de Korguen, encontraran una carta falsificada de Soren, junto con armas y símbolos del clan Brum'a. Imzos sabía que había alguien infiltrado en el ejército de Korguen, había escuchado susurros en el viento y en la oscuridad. No les sería difícil dar con él después de lo que ocurriría, pues se imaginaba que ese Ar-Gun se pondría nervioso y se cavaría la tumba sólo.

Que otro fuera a pagar por su crimen no le molestaba, tampoco le importaba. Algunos de sus hermanos habían adquirido un gusto por la muerte, pero no él. Era su trabajo, lo habían criado para eso, no lo habían educado para disfrutarlo, no se sentía mejor ni peor por ello. Por algo le habían encomendado esa tarea, o al menos eso creía.

La ciudad de Valran se encontraba oculta en la oscuridad, sólo algunas antorchas y fogones dibujaban extrañas sombras al pasar de los elfos cerca. Era el ambiente propicio. El recorrido que había hecho no era casual, estaba buscando el lugar perfecto desde el cual poder esconderse.

Korguen era, sin lugar a dudas, un líder carismático. Sus hombres le adoraban, incluso cuando algunos habían comenzado a dudar sobre el asesinato de su padre y su primo, estaban convencidos de que la única manera de recuperar el bosque era siguiéndole. Eso se había conseguido gracias a sus continuos paseos por los aposentos de las tropas, sus palabras de aliento y agradecimiento. A diferencia de su hermano, o al menos eso es lo que suponía Imzos, Korguen se había despojado de gran parte de los atributos típicos de la nobleza: el engreimiento, el sentimiento de superioridad, el orgullo y el autoritarismo. En cambio, él era uno más del grupo. Combatía en primera fila, marchaba a pie (la mayor parte de las veces) junto a ellos, compartía la comida y las anécdotas. Al menos eso era lo que decían de él sus soldados.

Él no estaba acostumbrado a ese tipo de liderazgo, los Hashi eran un pueblo duro, centrados en las formas de despojar de vida a sus objetivos, lo que decían los Ipos era fuerza de ley.

Imzos sacudió su cabeza intentando concentrarse en lo que realmente importaba, su misión. Al cabo de un rato encontró un lugar oculto entre sombras (al menos en mayor cantidad que las demás partes de la ciudad), desde el cual podría arrojar una flecha con una distancia prudencial.

Mientras esperaba repensaba el sencillo plan. Arrojar una flecha hacia alguna parte vital descubierta del líder Ar-Gun. Le parecía un plan demasiado tonto, pero no había encontrado otra forma mejor de poder inculpar a Soren de dicha ejecución. El mayor problema de los planes tontos, es que igualmente pueden fallar, porque siempre hay cosas dejadas al azar.

Si hubiera dependido de él, Imzos hubiera puesto "La Lágrima Nocturna" en el borde de una silla o una mesa, donde sabía que se sentaría el objetivo. Era éste un veneno poderoso, sin color ni olor, prácticamente indetectable. Su efecto ocurría luego de aproximadamente una hora luego de entrar en contacto y producía un paro al corazón irreversible. Lo había usado muchas veces para asesinar a algunos padres cuyos hijos consideraban que habían vivido demasiado. Como se hacía con una de las pocas plantas que crecían en las islas de las que provenía, no había cura alguna, pues ni siquiera sabían de su existencia.

Pero no, las órdenes eran las órdenes. Imzos aguardó durante casi dos horas cuando escuchó voces que se acercaban. Tomó una flecha de su carcaj y la colocó en posición de descanso, agudizó sus sentidos lo más posible. Sus ojos ya estaban acostumbrados a la oscuridad por lo que, con la poca luminosidad de la estrellada noche, podía observar claramente las cinco figuras que se acercaban. Reconoció el rostro de Korguen entre ellas, pues eran cuatro soldados que formaban una forma de diamante a su alrededor los que le protegían; además de portar una armadura ligeramente distinta a los demás.

Imzos tensó el arco de manera lenta y sigilosa, se encontraba a unos sesenta metros, por lo que apuntó tomando en cuenta la distancia. Tomó aire y soltó la flecha mientras expiraba. Mientras soltaba la flecha escuchó el ruido de una pieza de madera que se desprendía del techo de alguno de los edificios, seguramente producto de los destrozos del asedio.

De manera automática, los soldados se cerraron alrededor de su líder en el momento justo para que uno recibiera la flecha dirigida hacia Korguen. El grito de dolor hizo que todos se giraran en dirección hacia Imzos, que intentó acurrucarse en las sombras, pero vio como los elfos comenzaban a apurar el paso hacia él. No sabía si le habían visto, pero habían calculado la trayectoria de la flecha, y no había muchos lugares para guarecerse.

Tomó una decisión rápida. Sacó dos flechas y las arrojó juntas hacia los soldados. Su intención no era acertarles (aunque bien le hubiera venido tener suerte) sino distraerlos. Eso hizo que cerraran filas para proteger a Korguen, quien tomó el escudo del guardia caído y se apresuró a sumárseles. Mientras tanto, el asesino salió corriendo, intentando no hacer ningún ruido. Obviamente los elfos le oirían, pues en eso eran mejores que él, pero él no era ningún idiota. Sabía que no podría con todos ellos en un combate cuerpo a cuerpo, asique intentó alejarse de ellos lo suficiente como para emboscarlos. Doblo en una esquina, pasó otra de largo y volvió a doblar, para encontrarse en un pequeño callejón.

Allí aguardó que los elfos aparecieran, pero no lo hicieron. Se quedó unos minutos en silencio, controlando los latidos de su corazón y su respiración, para convertirse un adorno más del entorno. Cuando se cercioró que nadie le seguía, comenzó a planear como salir de la ciudad, pues la guardia de Korguen aumentaría. Volvería por él luego.


Ariantes: Un rey para dos reinosWhere stories live. Discover now