|CAPÍTULO 17|

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|FUGAZ|

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No sabía el por qué lo hacía. El por qué no podía separarse de su cuerpo cuando su mente le decía lo contrario.

Aléjate.

Aléjate de ella.

   Era lo que siempre le decían cuando intentaba hacer algo fuera de las órdenes del Aogiri. Tatara se encargaba de eso; de ordenar a los subordinados las tareas que ellos veían aburridas, sin valor o su atención. No era la primera vez que ordenaba cosas fuera de sentido. Y lo sabía. Pero nadie le echaba –ni echa– en cara sus decisiones porque, aunque nadie se lo esperaba al principio, los resultados son los mismos o mejores. Y era Noro quien vigilaba a lo lejos quienes seguían las órdenes de su compañero, así como la persona que se encargaba de exterminar a todas esas personas que se negaban. A lo lejos, pero cerca de ellos dos, Eto era la que organizaba todo, siempre y cuando los ataques fuesen repartidos entre los grupos que Aogiri dirigía con sus decenas de aliados. 

   Cientos de personas caídas a sus manos, manchadas de sangre y otros fluidos. No hacía mucho, un enfrentamiento contra el CCG había acabado con los aliados más débiles y novatos del Aogiri; aunque también con algunos expertos como lo eran los Hermanos Bin, los hermanastros de Yumitsu. Ella debería haber sido quien tuviera que haber caído en batalla, y no ellos. ¿Qué aportaba? Siempre estaba al lado de Tatara, lamiéndole los pies a cada paso, y siguiendo sus órdenes, por muy tontas y sencillas que fueran.

   ¿Y qué tenia qué ver ella con la guerra? Lo único que era a vista de todos era una cara bonita. Ayato lo sabía de antemano. La llevaba vigilando el tiempo suficiente como para decirle a Yumitsu qué debía de decir y qué no cuando ella estuviera delante. Y aún así lo miraba por encima del hombro, con aquellos grandes pero rasgados ojos rojos llenos de inocencia e inexperiencia. La primera vez que la había visto fue unos días antes de llevarse al híbrido de Anteiku, volviendo casa y haciendo sabe qué en la calle a altas horas de la noche. ¿No sabía lo que podían hacerle? Aogiri te habría los ojos, de una forma u otra. Y, aunque le costase admitirlo, era guapa. Muy guapa. Muy por encima de las mujeres que contribuían Aogiri y sus afiliaciones inferiores. Incluso con las que había tenido intereses pasajeros. 

   Atractiva, quizás. Su hermana y ella eran muy diferentes cuando las había visto hablando, después de que ésta hubiera averiguado lo que se traían entre manos; mientras que no interfiriera, había pensado, en los planes del Aogiri, mejor para todos.

   Touka era alta, delgada y se había desarrollado bastante bien con el tiempo; el cuerpo de aquella mocosa aún tenía mucho que desear, era alta y flacucha, algo extraño de ver. Mientras que Touka llevaba un estilo dirigido a otro tipo de públicos, con su cabellera corta y del mismo color que la de él –un detalle que le era estremecedor a día de hoy–, a Ruby la había conocido vistiendo como una monja de clausura. Sus compañeros del Aogiri la habían clasificado como «La Virgen María» siempre que se paseaba con la cabeza gacha por los pasillos, vistiendo aquel pijama que dejaba qué desear, pero que despreciaba y prefería ocultar con lo largo de sus brazos. Pero eso no le quitaba nada de revelador. Aquel bastardo de Lyon, como lo llamaba ella, la miraba sin que nadie se diera cuenta; ni siquiera ella, que estaba su lado escuchado atentamente lo que le decía. Incluso a él le había hervido la sangre. 

   Sin embargo, y con el paso de los días, su vestuario había cambiado a pesar de ser invierno: escotes reveladores, pantalones ajustados a sus estrecha cintura y camisetas ajustadas que moldeaban sus pequeños pero llenos pechos de adolescente.

She's Weak -[Ayato Kirshima] [TOKYO GHOUL]Where stories live. Discover now