35. Último suspiro

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Suspiré una vez más, sumida en el estado típico de una adolescente, es decir, deprimida. Me encontraba sentada delante del gran ventanal observando nada en especial, pero apreciando los copos de nieve que caían y se fundían juntos cuando llegaban al final de su recorrido.

-Le iba a decir lo que siento por él.- dije en voz baja, que quedaba amortiguada al rebotar contra el cristal de la ventana.

-Y vas a a decírselo.- se acercó mi prima hasta llegar a mi lado.- No empieces a imaginarte cosas, seguro que pronto llamará.

-Pero yo siento que algo no va bien.- negué de la cabeza a la vez que se me acumulaban las lágrimas en los ojos.- Tenemos que ir a buscarlo.

-Lo haremos cuando estemos seguros de que algo sucede...hasta entonces, hay que seguir con tu entrenamiento.- posó sus manos sobre mis hombros para mostrarme su apoyo.- Más ahora que acabas de renacer.

-No sigas con esa locura.- la callé con un gesto de la mano.- Seguiré con mi entrenamiento solo para estar lista cuando vaya a buscar a Leonard.- dije antes de salir por la puerta sin esperar a Alejandra.

Fui hacia el patio, donde Graciela me estaba esperando para comenzar con el entrenamiento de lucha. Su cabello rojizo se encontraba recogido en una coleta alta que acentuaba sus marcados pómulos y sus rosados labios y hacía que su cuello se viera ligeramente más largo. Su vestimenta consistía en unos leggins negros que se ajustaban a sus curvas y un top deportivo de mangas largas. ¿Cómo es posible que no sintiesen el frío?. Yo me estaba congelando.

-¿Lista?.-clavó su mirada felina en la mía.

-Por supuesto.- dije irónicamente. Tomé el arma que me estaba ofreciendo, que prácticamente consistía en una vara metálica de casi un metro de largo.

-Bien, para tener más firmeza dobla las rodillas, pero poco.- me corrigió cuando me puse en pose de estar cagando.- Y sujeta la vara con las dos manos por delante de tu cara.- copié la manera en la que ella sujetaba su arma.

-¿Y ahora qué?.-pregunté al ver que no decía nada más y se dedicaba a observarme con una sonrisa misteriosa.

-Ahora toca ver de lo que eres capaz de hacer.- contestó con una voz escalofriante, como si llevara tiempo esperando decir aquello.

-Espera ¿qué?.- abrí los ojos al ver como se disponía abalanzarse sobre mi.- Si ni siquiera me has enseñado técnicas.

-Arréglatelas sola.- alzó la vara con la intención de golpearme. Antes de que llegara a tocarme interpuse la mía entre ella y yo bloqueando su ataque. Miré su cara y luego mi arma sorprendiéndome por la rapidez con la que había reaccionado.

Dio un paso hacia atrás alejándose de mi para volver a atacar. Esperé su ataque con la esperanza de volver a bloquearlo, pero sin esperármelo, me tendió una trampa. Hizo que pareciese que venía por delante y cuando la tuve a escasos centímetros desapareció pillándome desprevenida por detrás.
Me golpeó con la vara los tobillos produciendo que perdiera el equilibrio y cayera de bruces sobre el frío suelo.

-Si no puedes con tu contrincante por delante, ataca por la espalda.- mencionó a la vez que giraba su arma con aires de superioridad.

Pensé en lo inútil que sería si yo fuese sola a buscar a Leonard y este estuviese en peligro. Seguro que si iba a salvarlo este preferiría que no lo hiciera por que estaría avergonzándolo.
Volví a sentir la molesta punzada cada vez que recordaba sus ojos, su cabello dorado, su voz... De verdad esperaba que estuviera bien.

Con su rostro en mi mente me levanté dispuesta a continuar con la lucha y no rendirme hasta haberla derrotado. Desde el sueño que tuve me desperté sintiéndome más fuerte y capaz de todo y por más que quería negar de que algo había cambiado en mi, me era imposible no notar la fuerza, rapidez y millones de sentidos que había adquirido. La palabra que mi prima no paraba de repetirme, renacer, se había clavado en mis pensamientos más profundos.

Secuestrada por un vampiroWhere stories live. Discover now