Besos con sabor a poco

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Abordaron el barco con destino a Uruguay a las seis de la mañana, en el puerto Madero. Debían arribar en la terminal de Colonia del Sacramento, y allí, el transporte los estaría esperando para llevarlos hasta Montevideo, la capital, donde se llevaría a cabo el último espectáculo. Ian siempre había soñado con viajar en barco, así que estaba más que entusiasmado.

—Manu, ven, rápido.

Sintió los dedos delgados de Ian abrazar su muñeca, y aquella sonrisa traviesa lo invitó a seguirlo. Se dejó guiar por unas escaleras en espiral hasta el tercer nivel, donde estaba la clase alta. Las luces estaban apagadas y los pocos pasajeros que ocupaban los asientos estaban durmiendo.

—Ian, ¿qué estamos haciendo? —se atrevió a preguntar en un susurro.

El chico le respondió con otra sonrisa. Lo guió hasta uno de los asientos más escondidos, junto a una ventana pequeña que apenas permitía pasar los primeros rayos del sol.

—Estoy huyendo de Joel, está pesadísimo. Necesito descansar un poco de él —contestó.

Manuel se sentó junto a la ventana, e Ian se acostó con la cabeza apoyada en su regazo. Aquel momento íntimo era idóneo para una charla, lo único que les faltaba a ambos, eran agallas para comenzarla.

—Oye, Manu... —comenzó Ian, estirando la mano para tocarle la mejilla—. Quiero que hablemos sobre lo que pasó en el balcón.

Manuel tragó saliva. Su amiga siempre le decía que debía aprender a controlar las situaciones de estrés, pero a pesar de sus intentos, todavía no conseguía dominar sus nervios, y en ese instante, volvió a desear que ella estuviera en algún lugar dándole ánimos.

—Tranquilo, no pasa nada. No voy a comentarle nada a nadie, y si tu quieres que lo olvide, yo haré de cuenta que no sucedió...

—Aguanta ahí, yo no dije nada de eso. Me da igual si le comentas a Vale o a quien quieras, no quiero que lo olvides, yo no lo he olvidado... De hecho, no puedo sacarmelo de la cabeza. Por eso quiero que hablemos. Yo no te pregunté si tú querías que sucediera, solo lo hice porque lo sentí, pero ahora quiero saber qué es lo que tú sentiste.

Manuel cerró los ojos y tomó una gran bocanada de aire. Su corazón palpitaba con tanta fuerza que temía que Ian pudiera escucharlo.

—Yo... —comenzó, con la voz temblorosa. Se aclaró la garganta y soltó el aire con lentitud—. Nunca me había besado un chico... —admitió con timidez—. Y resulta que el primero fuiste tú, y eres... Ian... Ya sabes, mi ídolo, es como... no lo sé... —Soltó una risa nerviosa—. Todo es una locura; estar aquí, contigo, que nos hayamos besado cuando hace un par de semanas atrás te veía a través de una pantalla y soñaba con poder conocerte y hablar contigo aunque fuera solo por dos minutos. Todo es demasiado abrumador y... Dios mío, estoy temblando ahora mismo.

Ian se incorporó para quedar frente a frente con Manuel, quien había perdido la batalla contra los nervios, y ahora se encontraba petrificado, con la espalda pegada al asiento.

—Me gustaría que por un instante dejaras de verme como tu ídolo y me vieras solo como... Ian. Sé que quizás es un poco difícil separar al youtuber famoso de la persona, pero necesito que lo hagas, porque quiero saber si sentirías lo mismo por mí. Ya te lo he dicho antes, tú has sido el único que has podido ver el rostro detrás de la máscara, y quiero que ahora lo hagas de nuevo y seas sincero conmigo.

—Ian... tú siempre vas a ser mucho más que un ídolo para mí —contestó con dificultad, en un hilo de voz—. Creí que lo que había sucedido solo había sido un desliz del momento y estuve toda la noche intentando mentalizarme de eso, porque sé que tú y yo vivimos en mundos distintos y es estúpido que me ilusione por algo que seguramente no va a volver a ocurrir nunca... Es muy peliculesco que yo me crea el cuento de que tú te vas a fijar en mí... o sea, tú no puedes fijarte en mí, y no porque seas youtuber, sino porque eres... tú...

Cerró la boca cuando notó que estaba hablando demasiado rápido. Bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior. Ian era como ese amor platónico de la secundaria; ese que te marca para toda la vida pero que, lamentablemente, la mayoría de las veces es inalcanzable. Manuel se había hecho la idea de que así sería con Ian, sin embargo, allí estaba, intentando controlar su corazón taquicárdico mientras el chico frente a él esperaba una respuesta concreta, pero él ni siquiera sabía qué decir.

—¿Sabes? —Ian estiró la mano, acariciándole el mentón—, a diario convivo con gente que todo el tiempo me dice lo que debo hacer. Debo cuidar lo que digo, cómo me visto, lo que comparto en mis redes sociales, todo. Mi vida es como una película y tengo demasiados espectadores que están esperando el más mínimo error para criticarme. Tú me dijiste anoche que yo no podía decidir a quién debías admirar, ¿recuerdas? —Manuel asintió, abriendo la boca para contestar, pero Ian lo detuvo—. Entonces tú tampoco puedes decidir en quién debo fijarme. Esto es lo único que yo puedo elegir por mi cuenta. El beso de ayer no fue ningún desliz. Lo hice porque quería, porque tenía ganas de besarte.

Manuel sabía que sus desvirtudes más grandes eran su timidez y su inseguridad. Había perdido demasiadas buenas oportunidades en su vida por no atreverse a vencer al miedo, y en ese instante, mientras miraba los ojos brillantes y acaramelados de Ian, supo que si no salía de su zona de confort y permitía una vez más que el miedo le ganara, acabaría arrepintiéndose por el resto de su vida. No había nada más que decir, y si seguía buscando las palabras, terminaría acobardándose.

Se inclinó, tomando al muchacho de la solapa de la chaqueta de mezclilla y lo besó. Un beso torpe, intenso y profundo. Un beso que acabó de aclarar todo y reemplazó las palabras innecesarias. Ian lo tomó con suavidad de la nuca, enredando los dedos en su pelo. Ambos disfrutaron de ese beso, de la intimidad que les brindaba aquel sitio recóndito, hasta que de pronto, escucharon la voz del mánager y la magia volvió a romperse.

—Ian —llamó en un tono duro de voz—. Llevo una hora buscándote.

El chico se separó rápidamente de Manuel y se levantó del asiento.

—Lo siento, estábamos...

—No quiero saber lo que estaban haciendo. Tu madre me llamó, se enteró de los rumores y quiere hablar contigo. Le dije que ibas a llamarla cuando terminaras el último show.

Manuel escuchaba la conversación desde su sitio. Estaba tan avergonzado que no atinó a moverse.

—Tampoco creo que esté preocupada.

El hombre se encogió de hombros, sin perder la expresión de molestia que se hacía notar en su entrecejo fruncido.

—Bajemos, necesito hablar contigo.

El muchacho asintió. Cuando el hombre se giró para bajar las escaleras, Ian ladeó el rostro para encontrarse con la mirada de Manuel.

—Luego nos vemos —comentó, guiñándole un ojo y lanzándole un beso en el aire.

Manuel le dedicó una sonrisa y se quedó allí, viendo su espalda desaparecer escaleras abajo. Todavía no acababa de creerse lo que había hecho, pero estaba más que satisfecho, y orgulloso por su repentino ataque de valentía. Se llevó el dedo índice a los labios mientras cerraba los ojos para retener un poco más el recuerdo de aquel beso. Lo cierto es que detrás de toda esa emoción, también había una pizca de miedo. Temía que no funcionara, que Ian se arrepintiera y que su carrera le impidiera seguir adelante y encarar una relación. Sin embargo, prefirió dejar los temores para otro momento y quedarse con aquel sentimiento lindo que se había instalado en su pecho y lo mantenía en las nubes. 

. . . 

¡Suritoncitos! 

Les pido mil disculpas por subir este cap tan tarde, estuve todo el día intentando ingresar a wattpad y no me dejaba entrar, no sé si solo me pasó a mí o hubo algún otro problema. Este cap es súper meloso, pero no se acostumbren porque apenas estamos en el ojo del huracán. 

Espero hayan pasado una hermosa navidad, nos estaremos leyendo el miércoles que viene. 

El show de IanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora