Detrás de cámaras

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—Yo

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—Yo... soy... soy tu fan. Te sigo desde tu primer video, siempre participaba en tus concursos y nunca esperé ganar justo este... Oh, por Dios... —Se llevó ambas manos a la cabeza, peinándose el cabello hacia atrás. Sentía que le faltaba el aire—. No sé qué decirte... Esto es...

Ian chasqueó la lengua e hizo una mueca de desagrado antes de responder.

—Sí, bueno... Es una auténtica putada que nos hayamos conocido así, pero mi mánager se puso pesado para que viniera, según él, sabe lo que hace. Te llamabas Manuel, ¿verdad? Mira, intentemos que esto sea lo más ameno posible para los dos, ¿sí? Me acompañarás en mis presentaciones y todo eso, pero mi espacio es mío, así que nada de invadirme. No esperes que vayamos colgados del brazo para todos lados, ¿está claro?

Manuel arrugó el entrecejo, notablemente sorprendido. Asintió rápidamente al notar la mirada insistente de Ian buscando una respuesta. Intentó justificar aquella pésima actitud imaginando que solo estaba teniendo un mal día, o quizás estaba cansado.

Se acomodó nuevamente en el asiento, bajando la mirada. Ian se recargó sobre el respaldo del asiento, con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos cerrados: Llevaba puesta la gorra negra que lo acompañaba en casi todos sus videos, una camiseta blanca, lisa, y unos pantalones de mezclilla, rotos a la altura de los muslos y las rodillas.

Manuel tomó aire y las notas amaderadas y cítricas del perfume de Ian inundaron su nariz.

Cuando el coche estacionó, el murmullo de la gente volvió a revolverle el estómago de nervios. Deslizó la mano hacia la puerta, y en ese momento, Ian se abalanzó sobre él.

—Oye, ¿estás loco?, ¿quieres que nos maten? —exclamó, molesto—. Espera a que llegue la seguridad y nos saque de aquí.

—Lo siento...

Fue lo único que atinó a responder Manuel, al ver la expresión de fastidio de su acompañante.

Cuando los de seguridad lograron sacarlos de la camioneta y dejarlos a salvo dentro del hotel, Manuel por fin pudo respirar. Los rasguños en los brazos no eran nada comparado con lo que podría haber sido si la seguridad no los hubiese protegido. La puerta del hotel estaba atestada de gente: chicas y chicos con sus teléfonos, tomando fotos y grabando mientras gritaban el nombre de Ian, con la esperanza de que por lo menos les dedicara un saludo con la mano.

Se sentó en uno de los sofás de tres cuerpos que ofrecía el hall del hotel; la textura aterciopelada y mullida lo invitó a quedarse allí toda la tarde; estaba mentalmente agotado. A un par de metros, cerca del mostrador de la recepción, Ian discutía con quién Manuel supuso que era su mánager. Un tipo alto, bastante delgado, de pelo negro y barba prolijamente recortada. Llevaba unos lentes de sol colgados del cuello del jersey negro y un teléfono en la mano. Su teléfono. Manuel se puso se pie y se acercó con timidez hasta donde estaban.

—Disculpen... no quiero interrumpir pero... Necesito ir al baño, tengo el jersey destrozado y ni siquiera sé dónde está mi equipaje...

—¿Perdieron su equipaje? —preguntó Ian, notablemente fastidiado.

—No, lo tienen los chicos de seguridad en su camioneta, y aquí tengo tu teléfono. No ha parado de sonar en todo el rato.—El hombre le entregó el aparato y le hizo seña a los de seguridad—.Escucha, va a pasar un rato antes de que podamos bajar tu equipaje, pero ya te registramos en el hotel y en media hora nos entregan las habitaciones, así que si quieres puedes esperar, ir a comer algo y eso.

—Claro, no hay problema, gracias por esto... —hizo una seña, en señal de agradecimiento.

Cuando se giró para regresar al sillón, escuchó a Ian bufar.

—¡Tenías que habernos registrado antes de que llegáramos!

Le escuchó decir, pero decidió no continuar escuchando la conversación.

Se sentó en el sofá y desbloqueó su teléfono. Cuando el aparato captó la señal de Wi-fi pareció tomar vida propia. Manuel decidió que lo más prudente era llamar a su amiga antes de leer los quinientos mensajes que tenía de ella.

¡Por Dios Santo, Manuel! ¿qué pasó? ¿Estás bien?

—Sigo vivo, si es lo que quieres saber —contestó—. Las fans de Ian estaban en el aeropuerto. Literalmente tuvieron que rescatarme y lanzarme dentro de la camioneta como si me estuvieran salvando de una horda de zombies hambrientos. Estoy todo arañado, rompieron mi jersey favorito y el mánager de Ian se quedó con mi teléfono...

—¿Dónde estás ahora? Creí que te había sucedido algo malo, estaba a punto de tomarme un vuelo para ir a buscarte.

Manuel sonrió. Sabía que Valeria sería capaz de hacer eso y mucho más si su seguridad estaba en juego.

—Estoy en el hotel, sano y salvo. Y adivina qué.. ¡Tengo a Ian a un par de metros de mí! —exclamó, emocionado.

Escuchó el característico grito de su amiga y en ese momento deseó que ella estuviera viviendo aquella locura con él.

—¡¿Cómo es?!, ¿más alto o más bajo de lo que parece?

—Es... —Miró a Ian, apoyado sobre el borde del mostrador, saludando a sus fans. Se veía como una estrella de Hollywood—. Increíble.

Prefirió obviar la incómoda situación que había vivido junto a su ídolo en la camioneta, no quería romper la ilusión de que Ian era el tipo más genial del mundo. Además, todavía tenía la esperanza de que el mal genio solo fuera cosa de un mal día. Le resultaba imposible creer que una persona pudiera cambiar de forma tan drástica.

Tómate muchas fotos con él, y por favor, ¡tráeme un autógrafo, un saludo grabado o algo!

—Claro... —respondió Manuel—. Tengo que dejarte, Val, cuando esté en la habitación te llamo.

Colgó la llamada y guardó el teléfono en el bolsillo cuando notó que Ian se acercaba hasta donde estaba.

—Vamos a tomarnos una selfie —anunció, sentándose junto a él.

Ian se acomodó la gorra y sacó su teléfono para hacer la foto. Manuel se acercó a él con timidez, sonriendo para la selfie que posteriormente, Ian subió a sus redes sociales con la leyenda: "Apenas llegamos al hotel, estamos esperando que nos den las habitaciones". Manuel sonrió al pensar que seguramente, cuando Valeria viera la foto, se volvería completamente loca.

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El show de IanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora