Amistades peligrosas

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—Ian, no puedes quedarte encerrado en la habitación todo el día.

El próximo espectáculo había sido programado para las siguientes dos semanas. El mánager de Ian había tenido que convencerlo de no cancelar la gira, y aunque lo consiguió, el chico estaba completamente negado a abandonar la seguridad de su cuarto.

Buscó en el bolsillo de su chaqueta de mezclilla una caja pequeña y alargada. Sacó de ella un cigarro y un encendedor, luego se colocó el cigarrillo en la boca, lo encendió y dio una larga calada. Manuel estaba hipnotizado viendo cada movimiento, encantado y sorprendido en partes iguales.

—¿Mi mánager te envió? —preguntó, soltando el humo por la nariz y por la boca.

—Nadie me envió, vine por mi cuenta porque llevas días encerrado aquí. No sabía que fumabas... —comentó, sin ocultar el tono de sorpresa en su voz.

—Fumo de vez en cuando, para relajarme. Obviamente no lo hago en los videos. Soy influencer, se supone que tengo que dar el ejemplo. ¿Te decepcionaste? —preguntó, al ver que la expresión del chico frente a él.

Manuel pestañó, negando enérgicamente con la cabeza. Era inevitable, a pesar de haber pasado tantas cosas, Ian seguía siendo su ídolo.

—No me decepcioné —contestó finalmente, sentándose junto a él en el borde del ventanal que les ofrecía una vista panorámica de la ciudad—. Cada cosa que conozco de ti me sorprende más, estoy conociendo la otra cara de Ian, y... me gusta—admitió, sintiendo las mejillas arreboladas.

Ian se inclinó hacia Manuel, y luego de dar otra pitada, sopló el humo en su rostro. Este se atoró y comenzó a toser, mientras agitaba la mano para dispersar el humo. Ian se carcajeó, y aquella risa sincera acarició sus oídos y le aceleró los latidos.

—Ojalá todos mis fans fueran como tú. Eres demasiado adorable. Tuve suerte de que no me haya tocado irme de gira con un demente.

Manuel se mordió la cara interna de las mejillas, avergonzado. Era la primera vez que lo veía reír de verdad desde que se habían conocido.

—Entonces, como tu fan favorito, te pido que salgas de esta habitación y vayamos a comer juntos. Tienen un buffet de puta madre y te lo estás perdiendo, ¿sabes?, ¿de qué sirve hospedarse en un hotel caro si ni siquiera disfrutas de la comida?

Ian se tomó unos momentos para terminarse el cigarrillo antes de contestar. Manuel siguió el hilo de humo que salió de su nariz y se perdió en el aire. Aprovechó para mirar las heridas en sus brazos, en el cuello y en una de sus mejillas. Por supuesto que comprendía el por qué había tomado esa decisión, lo que les había tocado vivir fue algo que no le deseaba ni al peor de sus enemigos.

—De acuerdo, solo por la comida, porque tú me lo pediste con esa cara de cachorro abandonado, y porque me están reventando el twitter y el instagram con preguntas sobre lo que pasó. Voy a saludarlos, y luego quizás haga un storytime o algo por el estilo.

—¡Genial! —exclamó Manuel, poniéndose de pie—. Dios, podré ver cómo grabas un video en vivo y en directo, ¡esto es demasiado emocionante!

Ian se incorporó para tirar la colilla del cigarro. Se acercó a Manuel, agarrándolo con suavidad por los hombros, y dejó un beso suave en su mejilla. Manuel sintió que toda la sangre se le había ido a la punta de los pies. Se había quedado congelado, como cuando subió al escenario y estuvo frente a toda esa gente. Sintió los mismos nervios, la misma vergüenza y la misma emoción. Tomó una gran bocanada de aire cuando cayó en cuenta de que no estaba respirando. Ian solo le sonrió.

El show de IanМесто, где живут истории. Откройте их для себя