Malos entendidos

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Las horas en la sala de espera del hospital parecían eternas

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Las horas en la sala de espera del hospital parecían eternas. Los médicos no daban ningún diagnóstico y los nervios iban creciendo cada vez más. A Manuel le hubiese encantado escuchar la voz de Valeria, poder desahogarse y soltar un poco de angustia con ella, pero el mánager de Ian le había prohibido abrir la boca, y aunque Manuel le dejó en claro que no diría nada, tampoco le permitió usar el teléfono hasta que las cosas se aclararan.

Solo cuando el médico les anunció que Ian estaba fuera de peligro, Manuel por fin pudo respirar tranquilo. Su mánager fue el primero en pasar a verlo, y luego de media hora, le tocó a él.

Ian estaba recostado boca arriba, con una vía venosa en el brazo derecho. Estaba demacrado, pálido como una hoja de papel.

—Si vas a darme un sermón como lo hizo mi mánager, ahórratelo, ¿sí? —fue lo primero que dijo cuando lo vio entrar, antes de ladear la cabeza hacia la ventana.

Manuel se acercó a la camilla y lo observó durante unos momentos. A pesar de que su tono de voz dejaba entrever que estaba molesto, su mirada dejaba ver un dejo de decepción.

—¿Cómo te sientes? —preguntó en un hilo de voz. 

—Estoy bien —contestó a secas.

Manuel se mordió el labio, agachando la cabeza. Tenía demasiadas preguntas pero sabía que Ian acabaría molestándose si comenzaba a soltarlas en ese momento. Rodeó la camilla y se sentó en el sillón del acompañante, con los codos apoyados sobre las rodillas.

—¿Sabes cuándo te dan el alta? —se animó a preguntar.

La mirada de Ian lo intimidó.

—Si sigo mejorando, mañana. Oye, sé que piensas que soy un asco, así que no es necesario que sigas fingiendo que estás preocupado por compromiso. Lamento que tu "ídolo" sea un maldito drogadicto de mierda, ¿está bien?

—Ese es tu problema —respondió Manuel, poniéndose de pie para enfrentarlo—. Tú siempre acabas sacando conclusiones de todo. Crees saberlo todo, como si estuvieras metido en la cabeza de la gente. ¿Qué sabes si yo estoy decepcionado o no? eso es algo que yo debo decidir, ¿y sabes qué es lo que decido? que no voy a decepcionarme de nadie hasta no saber qué demonios fue lo que sucedió anoche. ¿Tú usas drogas o no?

Ian no respondió. Manuel prefirió no interpretar su silencio como una afirmación, en lugar de eso, volvió a tomar asiento y esperó a que estuviera listo para decirle lo que fuera. Escuchó el siseo de las sábanas cuando Ian se removió para acomodarse, y luego, su voz rasposa llegó hasta sus oídos.

—No, no consumo drogas. Uno de los chicos puso algo en mi vaso, una mierda fuerte que mezclada con alcohol hizo estragos. No sé qué fue, supongo que saldrá en el examen toxicológico que me hicieron. Se lo dije a mi mánager y no me creyó. Ahora me trata como si fuera un maldito drogadicto. Si consumiera drogas no sería tan estúpido como para mezclarlas con alcohol.

—Entonces como tu mánager no te creyó, pensaste que yo tampoco te iba a creer, y preferías que yo me quedara con la idea de que eras un drogadicto antes que intentar decirme la verdad, ¿no? Lo que sí me consta es que eres un tonto, Ian.

El aludido soltó un bufido, dejando notar su molestia. No quería admitir que Manuel tenía razón, ese chico había conseguido mover cosas en él que nadie más había movido. Ian sentía que la pureza y la sinceridad de Manuel se metía en su piel y le calaba los huesos. Se preguntó varias veces qué fue lo que el chico vio en él, cómo era posible que siguiera admirándolo incluso cuando descubrió la realidad detrás de la máscara. No lo entendía, y aquella incertidumbre, esa sensación de debilidad que sentía cuando Manuel estaba cerca, lo volvía loco.

—Oye, lo que hicieron es un delito —la voz de Manuel lo sacó de sus pensamientos—. ¿Lo sabes, no? Casi te matan.

—Deja que corro a denunciarlos para que todo el mundo se entere de que Ian, "el youtuber famoso", está internado por una sobredosis —respondió en tono sarcástico.

—Ese sería otro motivo de denuncia.

—Mira, Manu. Aprecio que te preocupes tanto por mí, pero no voy a hacer ninguna denuncia. Simplemente no volveré a sumarme a ninguna fiesta que organicen y listo. Si mi mánager quiere seguir creyendo que uso drogas, que lo crea. En algún momento se dará cuenta de que no tengo síndrome de abstinencia ni nada por el estilo. Quiero descansar de todo esto, en serio. Estoy agotado. 

—Bien, le diré a tu mánager que venga. Dijo que se quedaría contigo esta noche.

Cuando Manuel se incorporó para salir de la habitación, Ian estiró la mano para atrapar su muñeca.

—Quiero que te quedes tú. Él va a sermonearme por el resto de la noche, además es aburrido. Dile que regrese al hotel, que tú te quedas. Por favor...

Manuel sintió los latidos de su corazón retumbándole en los oídos. Era imposible decir que no a cualquier cosa que Ian le pidiera. Asintió, dedicándole una media sonrisa, que Ian devolvió con gusto.

—Voy a pedirle mi teléfono de vuelta. Está paranóico porque cree que voy a decirle a todo el mundo que "te drogaste" y que estás internado en el hospital. Regreso en un rato. ¿Quieres que te traiga algo?

—Gomitas azucaradas y papas fritas—dijo, soltando su muñeca para recostarse nuevamente en la cama. 

. . . 


El show de IanМесто, где живут истории. Откройте их для себя