Paraiso blanco

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Severus abrió sus ojos negros. El sol jugueteaba en la ventana de su extensa habitación.

Se tomó un momento para ver, desde la cama, lo que lo rodeaba. Paredes tapizadas de papel blanco, cortinas grises, varias mesas de mármol y granito, estanterías de caoba, piso de madera y la extensa cama de dos plazas y media, con cortinas, almohadas de plumas y seda por doquier. Era un palacio en miniatura.

Caminó desnudo hasta la ventana, mirando hacia fuera y contemplando las infinitas montañas que se perdían en el horizonte. Tenía cierto parecido con Hogwarts en el invierno.

Cruzó de nuevo la habitación y entró al enorme baño quirúrgicamente limpio, tapizado del piso al techo con baldosas blancas. Se vio en el espejo de cuerpo entero que descansaba detrás de la puerta. Ya no estaba pálido como marfil. Ahora tenía un muy ligero tono que le daba un atractivo extra.

"Bien Ivonne, debo reconocer que tus caminatas a piel descubierta rindieron frutos. Ya no parezco un muerto o un enfermo agonizando".

Se acercó al espejo, mirando detenidamente una de sus tantas cicatrices. Ésta, en especial, nacía casi en el centro de su pecho y bajaba en diagonal por unos quince centímetros. Era casi idéntica a la que Ivonne tenía en su espalda. Y cada vez que la veía, Ivonne entraba en su mente.

Tocó la marca de una de sus tantas luchas, sintiendo como su corazón latía con fuerza.

Miró las duchas. Podía elegir la bañera o la ducha de pie. Opto por la segunda.

Abrió completamente el agua, que caía como cascada sobre su piel. Levantó la barbilla, dejando que las gotas golpearan fuerte en su cuello y pecho, hecho que trajo a su mente las veces que la había visto tomar sus duchas detrás del hotel. Recordó esa piel mojada y suspiró ante la reacción de su cuerpo frente a un recuerdo de esas características.

"Ivonne... Mal que me pese, me estoy enamorando tanto de ti. Mi tonto cuerpo me lo esta diciendo desde hace tiempo".

Quiso vestirse, pero cierta parte de su cuerpo se lo impedía. No tenia consigo pociones para eso y por más que leía, en su cintura algo no se calmaba. Y no podía salir así.

Caminó por la habitación, pensando alguna técnica, pero no existía nada contra eso.

Sabía de una "técnica" para calmar eso, pero no podía hacerlo.

La idea misma, había despertado más el problema.

"¡Que demonios! Soy un maldito humano, no una gárgola".

Tomó su varita y se encerró en el baño, silenciándolo.

"Lo siento Iv... Tengo que...".

Se concentró levemente en ella. En su voz exquisita, sus ojos, sus labios desbordantes de sensualidad, sus provocativas curvas, la espalda que tanto lo enloquecía. Se la imagino en cientos de oportunidades, en situaciones inexistentes que solo cabían en su imaginación. Se tomó el atrevimiento de actuar durante varios minutos para terminar ahogando un alarido entre las paredes de baño.

Suspiró, agotado, satisfecho momentáneamente y sintiéndose un poco mas humano que de costumbre. Sentía cierta relajación y felicidad, mezclada con una dosis de culpa.

Poco después, vestido sin problemas, salió con su casaca negra, para encontrarse un comedor tan lujoso que se sentía fuera de lugar, pero no vio a ningún profesor.

Los vio todos afuera, disfrutando de una hermosa mañana blanca.

- Ven a ver la batalla campal- Le dijo Sirius a Severus.

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