Capítulo 6: Si juegas con fuego te quemas

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Un pequeño “clic” suena dentro de la cabeza de la joven, quien se apresura en responder.

-¡Es Johan Wolfgang Von Goethe!

Con solo un segundo en el reloj, la pantalla se torna verde y el último cerrojo de la puerta se abre. Charlotte respira aliviada hasta que Cathleya vuelve a mostrarse.

-¡Felicidades mis niños! Han logrado aprobar su examen y por ende, el código de acceso del ascensor que los llevara al siguiente piso – de la nada su amable sonrisa se trasforma en una siniestra y hace resonar la fusta en su mano – pero hicieron trampa y eso es algo que no tolero, fuiste advertido Elías, sabias lo que pasaría si tu interferías.

-Deja de parlotear y hazlo de una vez.

-¡Espera, no lo hagas, él no lo resistirá! – interrumpe la rubia por impulso.

-Esa es la idea querida.

Se escucha un ligero zumbido antes de ser reemplazado por el grito de dolor de Elías cuando 200 voltios atraviesan su cuerpo. Pero rápidamente guarda silencio apretando los dientes y los puños, conteniendo toda esa agonía. Cada musculo se contraía de forma intensa mientras el tiempo se hacía eterno. Las luces del lugar parpadeaban de forma errática y varios de los focos estallaban liberando una lluvia de cristal. Aquel muchacho se mantenía en silencio con la cabeza agachada soportando el castigo. Llega un punto en que la misma pantalla deja de funcionar, mientras que Charlotte observaba toda escena sin ser capaz de hacer algo, más que esperar a que todo acabase, lo que sucede cuando los grilletes metálicos se abren y la cabeza de Elías cae de lleno sobre la mesa, no hay ningún sonido ni movimiento que indique algún indicio de vida.

-¿E…Elías? – murmura por lo bajo 
Pero no hay respuesta alguna. Traga saliva y lentamente baja del escritorio, que fue lo único que había evitado que ella tuviese el mismo destino. Se acerca a paso lento y titubeante, el agua seguía igual de fría, pero eso era lo de menos.

Los brazos de Elías colgaban como peso muerto,  lo cual no era buena señal haciendo que un nudo se le formara en el estómago ¿realmente había muerto? Lo raro habría sido que no lo hubiese hecho. Estira su mano y por instinto la retira al rozar con el escritorio metálico.

-¡Auch! Esta caliente – un mal estar comienza a invadirla - ¿Elías?

Toca el hombro del joven empujándolo ligeramente, hasta que de la nada su muñeca es aprisionada con extrema fuerza, tanto así que sus huesos crujen, ella muerde su labio para evitar gritar por el dolor.

-Maldita… sea – Elías levanta la cabeza – ¡Esa mierda dolió un montón! – grita furioso.

Charlotte cae de rodillas sobre el agua, su cara muestra un total desconcierto y asombro al mismo tiempo, tanto que poco le importa que su muñeca siga siendo aplastada.

-Estas… vivo – balbucea incrédula.

-¡¿Eh?! ¡Eso es más que obvio! – la suelta y se pone de pie – mierda, tengo el cuerpo entumecido y me duele todo, vaya día de mierda que he tenido – observa de reojo a la chica arrodillada a su lado - ¿Qué mierda es lo que miras mocosa? Ya vámonos.

La joven suspira.

-Solo me alegro de que sigas con vida, si hubieses muerto no sabría qué hacer.

Elías la mira por sobre su hombro un instante para luego ignorarla.

-Vaya mocosa más rara eres, deja de decir tonterías y mueve el culo, aún queda mucho por recorrer.

-Claro.

Charlotte se pone de pie y sigue a Elías, quien abre la pesada puerta blindada dejando que la joven pase primero, quien para su sorpresa se encuentra un extraño papel en el suelo, no era más grande que una tarjeta presentación blanca, que al darla vuelta observa los números escritos en impecable caligrafía : 9351 . Era el código del ascensor y a su lado decía: salón 108.

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