-¿Qué haces tonta?- dijo antes de recoger la toalla para seguir secándose. Al salir de debajo de la cama me enganché a su cuello para besarlo, pero aún en ese momento fuimos interrumpidos por mi risa.

-¿De qué te ríes?- dijo Philip también riendo.

Le conté lo de la equivocación entre Lupe y él y la reacción de ella.
En el video se veía como nuevamente lo empujaba y el caía sobre la cama conmigo detrás por no recordar el detalle de: no dejar las manos a su alcance.
Me besaba con dulzura y más tarde con su ya experimentada pasión. Sus labios besaron mi garganta, mi cuello... mientras sus manos descendía desde mis mejillas. Me quitó la camiseta. En ese momento lo detuve y levantándome rápidamente de la cama, cogí el móvil y lo enfoqué.

-¿No querrás que se vean imágenes indebidas?- rio entre dientes antes de lanzarme nuevamente la toallita con la que se había secado el pelo, que había caído a su lado al perder él el equilibrio.

Ahí terminaba el vídeo. Sonreía inevitablemente al recordarlo todo.
Seguí explorando mi propio móvil, ese fue uno de esos días en los que decides ver que tonterías has reunido desde la última vez que decidiste hacer lo mismo.
Pasando las pantallas del escritorio, vi que en el calendario había un día marcado. Toqué la marca para ver de lo que se trataba.

Hoy te cae. OJO con la ropa blanca y los descuidos

-Mierda- dije en voz baja antes de incorporarme bruscamente. Hice la cuenta con los dedos una y otra vez.

-¿Qué pasa cariño?- preguntó Philip acomodándose a mi lado. Lo miré y me volví a centrar en mis dedos y en mi recuento mental -Megan- susurró. Lo miré nuevamente cuando por fin entendí que por más que repitiera la cuenta, la cifra no cambiaría.

-Llevo retraso- frunció el ceño.

-¿Cómo que llevas retraso?- preguntó con confusión.

-El período. Voy con una semana de retraso- dije llevándome la mano a la cabeza para luego hacerme un moño improvisado en un gesto nervioso. Sus ojos tomaron un brillo extraño, mientras que las arrugas de su frente desaparecían.
Se apoyó en sus rodillas tras incorporarse y acercarse.

-¿Estás embarazada?- preguntó llevando su mano a mi vientre. Atisbé una leve sonrisa en sus labios.
Fruncí el ceño sin entender.
Le tomé la mano y la aparté de mi vientre.

-En caso de que lo esté, no pienso tenerlo- dije fríamente.

-¿Por qué?- preguntó con seriedad.

-¿Cómo que por qué? Tengo dieciséis años Philip, ¿no pretenderás que tenga un niño?- su expresión se turbó completamente. Se alejó dispuesto a marcharse. Lo sostuve del brazo. Se había enfadado -Philip...- no sabía que le diría exactamente, pero lo que fuera por tal de no verlo así.

-No quiero hablar ahora mismo del tema- dijo antes de bajar de la cama y salir de la habitación. Me tumbé.

¿Qué podía hacer? ¿Renunciar a mi juventud y mi vida por... un niño?
Mientras estaba tumbada mi mente se debatía entre diversas decisiones, en realidad todo se centraba en dos posibles.

-Aún no debes ser más grande que un grano de arena ¿y ya me das comederos de cabeza?- le pregunté a mi posible hijo mientras acariciaba mi vientre, aún sin estar muy segura de estar o no embarazada. Sentí... sentí un extraño y cálido calor recorrer mi cuerpo, al pensar en que podía tener a una criaturita en mi vientre. Deseché la idea al instante.
Tener un hijo con mi edad era arruinarse la vida. Me lo repetí mentalmente una y otra vez. La puerta se abrió lentamente. Philip pasó al interior de la habitación mirándome fijamente a los ojos, parecía dispuesto a sostener mi mirada, sin embargo yo no la suya. Sentí el movimiento del colchón a mi lado, aún así, no miré. Sentí su mano sobre la mía, la cual, no me había percatado, seguía apoyada en mi vientre.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora