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Antes

—¡Al fin es viernes! —exclamo y me siento sobre el mostrador de la cocina en un salto. Kate y Liam me miran y se ríen por lo bajo.  

Ya hemos cerrado el café y juntado nuestras propinas en el tarro. Las mesas están limpias, yo he terminado con el inventario, Kate ya se deshizo de cada cenicero con colas de cigarrillos en el sector de fumadores y Liam ya terminó de lavar la vajilla. Al parecer todo está listo, sólo nos falta esperar a que Emma llegue y podamos irnos.  

—¿Tienen planes para hoy, chicos? —Kate pregunta. 

—Una fiesta con los amigos de mi novia —dice Liam y ambos me miran, esperando a saber de mis planes. 

Me encojo de hombros. —¿Liberar el estrés de soportar a mi ex toda la semana? 

Liam frunce el ceño mientras Kate se parte de la risa. Kate se parte de la risa un montón de veces al día, literalmente todo es gracioso para ella, lo cual, supongo, la convierte en una persona muy feliz. Yo me imagino que debe ser muy feliz, pero no puedo evitar preguntarme si alguna vez tiene conversaciones realmente interesantes. No lo sé, profundas.  

—¿Sigue hostigándote? —pregunta Liam.  

—Algo así. No es como si no me dejara vivir —explico—, pero él y sus amigos se divierten mucho a cuestas de mí. 

—¿No piensas hacer nada al respecto? Ya pasaron como dos semanas, o más. 

—No quiero sonar egocéntrica, pero creo que sólo está dolido por nuestro término, aunque él mismo lo haya decidido. Supongo que va a detenerse en algún momento. 

Liam niega con la cabeza y murmura.  

—Imbécil. 

La campanilla de la puerta suena, seguido por los inconfundibles pasos de tacón de Emma. De un impulso me bajo del mesón y estiro un poco mi mandil con las manos, para lucir como si todo el tiempo hubiese estado de pie. Kate y Liam también dejan de apoyarse en el borde del mostrador y se arreglan un poco, entonces Emma entra y nosotros nos vemos impecables.  

—Hola chicos, ¿todo bien? Siento la tardanza, los chicos del local 4 tardaron mucho con el inventario —suspira. 

—Todo está listo —digo y miro a Liam para que le de el inventario terminado. 

Cinco minutos más tarde estoy despidiéndome de todos y sacando la cadena de mi bici junto a la entrada. Ya está lo suficientemente oscuro como para encender la pequeña luz parpadeante del manubrio. Papá siempre dice que un ciclista sin luz en la noche, es un ciclista fantasma. No sólo porque no puedes verlo, sino porque un pequeño accidente podría convertirte en uno.  

Me aseguro de pasar por calles concurridas e iluminadas para evitar percances. Sin embargo, tengo uno al salir de la calle Guild. Cuando estoy cruzando el Rio Liffey, siento un fuerte empujón en el brazo izquierdo, que termina por botarme al suelo.  

—Cielos, ¡lo siento mucho! —dice el hombre a mi lado. 

Me levanto del suelo con prisa para limpiarme la rodillas, espero que mis tejanos no se hayan roto. 

—No hay problema —le digo, aún sin verlo. Cuando logro despejarme la vista de mi propio cabello, el sujeto está montando mi bicicleta—. Oye, ¿qué estás haciendo? —pregunto alarmada, pero él sólo me mira y, sin decir nada, se va andando, sin que yo pueda hacer algo para detenerlo. 

Mierda, no. Mi bicicleta. En un segundo pienso en las posibilidades que tendría de alcanzarlo si corro, pero no tiene caso, el hombre ya está muy lejos, sin embargo aún sobre el puente. 

Yo invito (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora