Solté una risa entre dientes, y me fui acercando a ella poco a poco con lentitud sin quitarle los ojos de encima. Sus labios lucían aún rojizos y un poco hinchados por el agresivo contacto que habíamos tenido, lo cual sólo me provocaba querer hacerlo otra vez.

   –¿Por qué? ¿Porque te sales de control? –bromeé con una ceja levantada.

   –¿Yo? Si fuiste tú el que se salió de control.

   En ese momento, acorté la poca distancia que nos quedaba y permanecí un pequeño rato observándola tomando una postura seria. Me gustaba mirarla. Podría hacerlo todo el tiempo. Ella no retrocedió, así que me fui acercando a su oído muy lentamente.

   –Pero tú no me detuviste –susurré palabra por palabra, haciendo que su respiración se cortara.

   Cuando me alejé, evalué su reacción, pero en realidad no obtuve ninguna. Permanecía inexpresiva como si estuviese pensando desesperadamente en algo que decir. Abrió la boca para hablar, y luego volvió a cerrarla. Yo esbocé una sonrisa torcida y me encaminé a la puerta.

   –Vamos abajo.

   Siguió mis movimientos sin bacilar, y ambos bajamos las escaleras recibiendo miradas curiosas de todos los que se encontraban a punto de marcharse. Iban a las peleas en el callejón Palm Street, pero yo no iría el día de hoy. No con todo lo que está pasando.

   –¿Vas a venir Seis? –Dylan preguntó abriendo la puerta de entrada, yo negué acercándome recibiendo un gesto de despedida por parte de ellos, y luego los vi salir uno por uno, con Bruce por detrás de la fila.

   –¿Tú a dónde crees que vas? –hablé tomándole la camisa de espaldas. Él debe quedarse y ayudarme, no voy a poder manejar esto sólo.

   –Sólo voy un rato, en serio –repuso dándome la cara, y lo había dicho más en tono de súplica.

   –No. Tienes que estar aquí por si algo ocurre y yo deba irme.

   –Que no voy a tardar hombre, te lo juro.

   –Bruce

   –Nada de Bruce, dame aunque sea dos horas… tengo que ir –me echó un vistazo suplicante y le retuve la mirada molesto.

   Después de un par de segundos resoplé por la nariz y lo solté. Cuando se pone insistente no hay quien lo ponga en su lugar. Ya estaba con un gesto victorioso y preparando para irse, cuando entonces volteó a ver a Alissa, luego a mí, y luego sonrió agachando el rostro.

   –¿Entonces te diste un baño? –inquirió en voz baja. Yo lo miré serio. ¿A qué iba su pregunta?

   –¿Sí…?

   –Porque tu cabello no está húmedo –insinuó alzando ambas cejas sólo buscándose un empujón de mi parte.

   –Ya lárgate de aquí –repuse, y éste se encaminó por el corredor dedicándome una última mirada divertida.

   Va a tardarse mucho más de dos horas, estoy casi seguro, pero sin poder hacer más, me quedé observándolo mientras se adentraba en el elevador junto a los otros chicos.

   –Si te tardas no te dejo entrar –vociferé hablando muy en serio.

   –¿Qué? ¡Pero si es mi propia casa! –concretó a lo lejos, y enseguida las compuertas metálicas se cerraron, dejándolo con las ganas de mi respuesta.

   El lugar volvió a ser silencioso, y me giré entrando de nuevo, para encarar a Alissa quien me examinaba recargada de pie contra el respaldo del sillón.

Damned ∙ libro unoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz