17.- Tormenta

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El cuarto en donde estaban se oscureció.

No era como si tuvieran mucha iluminación, además de esa titilante luz proveniente de la bombilla que colgaba de un cable. De hecho, si no fuera por la pequeña ventila al ras del techo, ni siquiera entraría la brisa del exterior. Aunque, con ése frío, quizás eso sería mucho mejor.

Haruka se irguió, lo mejor que pudo, en la silla. No sabía cuánto tiempo tenía Ikuya de haberse ido porque sin la luz del Sol era difícil calcular el tiempo, pero definitivamente ya habían pasado algunas horas.

Y esperar, sin tener ninguna posibilidad de hacer nada más que eso, era peor tortura que las que ya había recibido.

Su mente le jugaba malas pasadas, peores que la más escalofriante de sus pesadillas. No quería imaginar lo que pasaría si Sousuke, Rin o cualquier otro oficial se encontraba con Ikuya estando desprevenido, pero no podía evitarlo. No había nada más en su cabeza en esos momentos, y le molestaba.

—Mierda... — chasqueó los dientes, frustrado.

Un quejido detrás de él le recordó que no estaba solo. Rei seguía ahí, metido en ése lugar, en las mismas condiciones.
Y entonces, su mente le recordó otra cosa. Una que le generaba muchas dudas y por la que ya había perdido cinco uñas.

Apretó los dientes, y entonces acomodó sus ideas para empezar a hablar. Si no lo hacía ahora, no lo iba a poder hacer después. Estaba seguro de que, en cuanto Ikuya regresara, iba a continuar en donde se quedó.

—Rei — llamó, después de aclararse la garganta.

El de lentes abrió los ojos. Todavía estaba en el suelo. Al contrario de Haru, a él no lo habían movido de lugar.

—¿Qué? —

—¿En serio es Nagisa el que mató al hermano de Ikuya? — directo, rápido. No le gustaba divagar porque no le gustaba que le hicieran eso al responderle.

Rei, por otro lado, no le veía sentido alguno a mentir o a ignorar la pregunta. Después de todo, ya lo había involucrado más al pedirle que guardara silencio. Además... Haruka había sido más torturado que él.

—Sí —

La respuesta, seca y simple, dolió.
Haruka no se explicaba por qué o cómo su mejor amigo de la preparatoria y antiguo compañero de club de natación, terminó así. Lo último que recordaba de él, era que se tomaría un tiempo, para decidir con seriedad qué hacer de su vida, y de eso ya habían pasado casi siete años.
¿Qué clase de cosas le habían pasado para que llegara a matar a alguien que se interpuso en su robo?

—¿Por qué? — al final, no se pudo resistir. Necesitaba saber. Nagisa no era así. Él... quizá era rebelde y bastante malicioso, pero Haru creía firmemente que no era capaz de asesinar. Al menos, no el Nagisa que solía conocer.

Rei se sentó, recargando su espalda adolorida contra la pared y dejando que sus ojos, adaptados a la oscuridad, se perdieran en el techo lúgubre del lugar.

—Nos conocimos en una página de citas por internet — Rei empezó, limpiándose la sangre de la nariz con su antebrazo —Al principio todo era normal, salimos un par de veces y después empezamos algo más serio -

Lo recordaba bien.
Lo atractivo que le resultó Nagisa, lo inocente que se veía cuando recién lo conoció... y lo interesante que le pareció cuando se dio cuenta de que el chico no era nada de lo que aparentaba ser.
Juntos durante poco más de un año, Rei finalmente notó que los sentimientos que tenía por el rubio eran más complicados y profundos de lo que esperaba.

Y entonces, precisamente por eso, Rei tuvo que decirle de dónde sacaba los montones de dinero y tanto tiempo libre.

Rei era el que manejaba los hilos detrás de una pequeña, pero exitosa, organización criminal.

Un Millón De RazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora