07.- Fuego

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Quemaba.

La sensación que lanzaba punzadas dolorosas por toda la espina dorsal de Haruka era esa, como si su cuerpo entero se estuviera quemando, pero especialmente en ése sitio, donde podía ver que la sangre brotaba como riachuelos, desbordándose a través de sus dedos.

Recordaba vagamente algunos de los muchos relatos de sus compañeros veteranos, que le contaban como si nada sobre sus heridas. El catálogo iba desde cortadas simples, torceduras o raspones hasta apuñalamientos, disparos o, muy raras ocasiones, quemaduras. Durante sus primeros días, la mayoría siempre encontraba el momento para presumirle sus "heridas de guerra", como solían llamarle, y explicarle con demasiados detalles exageradamente gráficos lo que se sentía cuando las recibían o cuando las curaban.

Quizá fue por eso que se le escapó una risa en cuanto vio a Sousuke llegar a su lado, agitado y con el miedo marcado en las pupilas.

—¡Haru! ¿Estás bien? — le revisó lo mejor que pudo, pero era obvio lo que sucedía: Haruka no iba a poder correr.

Sousuke maldijo entre dientes y se sacó el cinturón a toda prisa para hacer un torniquete, colocándolo justo por encima de la herida en el muslo, arrancándole un grito a Haruka al apretarlo.

—Lo siento, ¿sí? — se disculpó, agitado —Cuando salgamos de esta podrás darme todo el café con mostaza que quieras —

Haruka cerró los ojos, demasiado adolorido para reír o para prometerle cosas peores que eso. Dolía, dolía como los mil demonios, pero si Sousuke no se mostraba más asustado, entonces estaba fuera de peligro. La herida estaba aproximadamente quince centímetros por encima de la rodilla, así que no tendría problemas con su andar... si es que la bala no había dado en algún lugar importante.

Disparos demasiado cerca de donde estaban le hicieron abrir los ojos, justo a tiempo para ver el último casquillo de la munición de Sousuke caer en el suelo y escuchar el típico sonido advirtiendo del cargador vacío. Sus ojos azules se encontraron con los aqua. A pesar de la situación y de su herida, Haruka se veía tranquilo, lo que ayudó a Sousuke a conservar la calma y sacar el radio que llevaba escondido en el bolsillo de su chaqueta.

—No llames a la estación — le dijo Haru tan pronto como lo vio encender el aparato — Nadie sabe qué estábamos haciendo, y si Goro se entera, nos va a quitar el caso —

Les habían dicho que fueran discretos, que no tomaran medidas extrañas o podrían provocar al agresor a irse no sólo en contra de ellos, sino de todos sus compañeros. Y era justamente lo que habían conseguido, llevándose también la vida de aquel inocente mesero de ojos verdes.

Sousuke chasqueó los dientes. Haruka tenía razón... pero no iban a poder salir de ahí ellos solos. Miró a Haru al momento de sintonizar un canal y suspiró.

—Shark, responde — habló, con voz calma. Los disparos habían cesado, pero eso no significaba que estaban a salvo. De hecho, Sousuke tenía el terrible presentimiento de que el tirador estaba buscando un ángulo mejor para poder terminar con ellos o preparando un arma mucho peor —Shark, responde — repitió.

Haru no apartaba su mirada de él. ¿A quién le estaba llamando?

La respuesta llegó antes de siquiera pensar en preguntarle a Yamazaki, cuando contestaron.

—Aquí Shark. ¿Qué pasa? — la voz de Rin a través del radio calmó a NanaZaki.

Sousuke sonrió, agradecido de que su amigo siguiera pendiente de ese viejo radio y que ese canal siguiera solo para ellos dos.

—Rambo en proceso — dijo, evitando mirar a Haru porque eso era sumamente vergonzoso. Junto a Rin, en sus primeros meses dentro de la policía, había creado ese tonto código para mantenerse informados en secreto de los demás. Las claves estaban basadas en películas clásicas.

Un Millón De RazonesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt