02.- Playa.

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El proceso de investigación era duro, al menos en el aspecto emocional, sobretodo cuando el caso involucraba a compañeros de la policía como las víctimas.

Haruka repasaba con cuidado cada uno de los informes que otros habían recolectado, y recordaba cada una de las palabras que les dijo Sasabe cuando les entregó aquel expediente esa misma tarde.

Aparentemente, una persona – por algún motivo que no tenían claro todavía – había empezado a secuestrar personas de la policía.

Al principio, Haruka no entendía del todo por qué algo así tenía tan preocupado a su jefe y tan tensos a muchos de sus compañeros al grado de estarse llamando constantemente entre ellos e, incluso, pidiendo que no les dieran el turno de la noche. Es decir, claro, entendía que el secuestro de alguien conocido debía ser algo terrible, pero eso no explicaba la expresión de Sasabe cuando les habló de ello. Hasta que Haru recordó: hace aproximadamente dos meses, un chico que solía ir en patrullajes nocturnos desapareció de la nada. Los esfuerzos por encontrarlo fueron en vano, a pesar de ser muchos compañeros los que los ayudaban, especialmente cuando empezaron a recibir mechones de cabello y dientes como advertencia.

"No pudimos hacer mucho" la voz de Goro resonó en la mente de Haruka, "no sabíamos qué quería, y las... cosas... que enviaba no tenían dirección ni huellas dactilares. Nadie logró dar con él".

Y finalmente, dos semanas después de su desaparición, encontraron a su compañero. Muerto. Unas cuadras lejos de la estación.

Haruka se sintió algo avergonzado por no recordar eso, había cosas que le rondaban la mente con mucha frecuencia y lo hacían olvidar otras.

Suspiró, recargándose en el respaldo de la silla giratoria.

El reloj marcaba las once de la noche con cuarenta minutos. Sousuke se había quedado con él para revisar aquel expediente a fondo. Aunque los dos habían tenido que dejar de lado sus planes nocturnos (tales como dormir hasta tarde o algo parecido), no importaba. Haruka sabía que entre más rápido se pusieran a investigar, más rápido tendrían ideas para atrapar a aquel sujeto. No obstante, había momentos en los que la vista de Haruka empezaba a dolerle, y se obligaba a sí mismo a tomar un pequeño descanso antes de seguir en la computadora o leyendo algún papel. No quería terminar usando anteojos tan joven, así como Sousuke. El hecho aquel siempre era motivo de burlas entre ellos dos, incluido Rin de vez en cuando.

Y precisamente por eso, la seriedad del momento no les quitaba, a ninguno de los dos, las ganas de molestarse mutuamente.

Claro ejemplo de ello fue cuando Sousuke regresó de la pequeña cocina/comedor que tenían en la oficina. Llevaba consigo dos tazas humeantes de café; Haruka a veces se preocupaba por la cantidad de cafeína que consumía, pero ya había intentado regularlo una vez, y a juzgar por los resultados obtenidos, honestamente no tenía ganas de intentarlo de nuevo. De cualquier modo, su trabajo no se veía afectado y eso era lo único que debía importarle.

-Aquí tienes – le dijo Sousuke, sacándolo de sus pensamientos distraídos, mientras le entregaba la taza en las manos.

Nanase le dio una rápida mirada a su compañero, y después sopló antes de atreverse a beber un poco del líquido... para terminar por escupirlo en el suelo. Eso no era café, al menos no café normal, y la risa escandalosa de Sousuke se lo comprobó. Haruka frunció el ceño y chasqueó los dientes, tratando de identificar por qué demonios sabía tan mal.

-Nanase, ¿cuántas veces te lo he dicho? – el más alto habló, claramente divertido por la situación mientras se llevaba su propia taza a la boca – El azúcar está en el bote blanco, no en el amarillo –

Un Millón De RazonesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora