5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (IV)

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Ya estaba muy cerca de la esquina en donde tendría que doblar a su izquierda y finalmente estaría en la línea de visión de los centinelas, podría pedir ayuda y rescatar a Noelia y Matías. Todo iba viento en popa, pero en el mar uno nunca puede confiarse; en la vida tampoco.

Justo en ese preciso momento, como un cachetazo del destino, se escuchó un feroz bramido, seguidamente, un zombie de la clase rápida apareció de repente atravesando ferozmente una puerta de vidrio de un local, que Sam había cruzado hace unos segundos. La muchacha se encogió de hombros ante el sonido de vidrios estallando, pero no dejó de correr en ningún momento.

El zombie se acopló rápidamente a la carrera de la muchacha, igualándola en velocidad en tan solo unas cuantas zancadas. La bestia se encontraba ahora en la vereda opuesta de donde Sam, justamente del lado izquierdo, donde debía virar para dirigirse a la nación. Maldijo en su mente, la suerte volvía a golpear.

En contra de todos sus deseos de alejarse de la nación no le quedó alternativa que girar por la esquina y dirigirse hacia su derecha, del lado completamente opuesto a su objetivo. El zombie emuló los movimientos de la muchacha siguiéndola de muy cerca por detrás. Ahora detestaba completamente la idea de participar en una corrida de toros.

En el camino, un pequeño grupo de cuatro merodeadores se encontraban devorando un cadáver, Sam los evadió con facilidad saltando por ensima de ellos, el zombie de tipo rápido no fue tan listo y chocó contra todos revolviéndose por el asfalto. Le costó retomar el ritmo nuevamente, lo que le brindó a Sam una ventaja de distancia considerable, que no pensaba desperdiciar.

Se detuvo en seco, giró y apuntó a la bestia con su arma, inhaló profundamente y mantuvo el aire en sus pulmones, intentando mantener la mayor serenidad posible ante el excesivo temblor de sus manos; Enfocó la mira a la cabeza de la bestia, quien venía dando zancadas agresivas acercándose cada vez más, y disparó.

El disparo no fue certero, dio en el pecho de la bestia, quien se derrumbó en el suelo, pero inmediatamente se incorporó; Sam aprovechó la pausa para volver a efectuar otro disparo más. La cabeza del zombie estalló, el disparo dio justo en medio de su cara, y su cuerpo cayó hacia atrás de forma irregular.

La joven volvió a respirar aliviada, exhalando todo el aire que había mantenido, mucho más adelante venían los zombies lentos intentando cazarla. Pero no les prestó demasiada atención, después de vencer a uno de clase rápida, estos serían pan comido.

Perfiló a caminar, pero un sorpresivo ruido encendió una alarma en su interior; el sonido le pareció al chirrido de las ruedas de un auto cuando derrapan, y se escuchaba demasiado cerca, se giró rápidamente y automáticamente su cuerpo se petrificó.

Una gran maquinaria de chapa y carrocería, de poco más de una tonelada, se dirigía hacia ella a una velocidad imposible de evadir, Sam se sorprendió de lleno; no esperaba para nada que un auto estuviese circulando por la ciudad, debias estar chiflado para manejar un vehículo por un criadero de zombies que acuden ante el menor ruido. Su cuerpo estaba como un junco, clavado en el suelo sin mover si quiera un musculo.

El vehículo se perfiló de costado y frenó a una distancia muy peligrosa de la muchacha, quien simplemente atinó a encogerse de hombros por el susto. Su visión alcanzó al asiento del acompañante del conductor, en donde se encontraba un chico con una gorra de lana verde, el cual le pareció una ridiculez en estos días soleados de calor. El joven cruzó miradas con ella, evaluándola de arriba abajo; cuando se decidió a bajar la ventanilla, Sam notó que hizo ademan de comenzar a hablarle, pero fue rápidamente interrumpido por otra mano que provenía del asiento del conductor, la cual sostenía una pistola que apuntaba a nada más y nada menos que a ella.

Entre una mezcla de sorpresa y confusión, la joven se agachó un poco para ver quién era el autor detrás de la amenazante arma.

— ¿Tu?— preguntó Samantha atónita; el hecho de reconocer a la persona que la amenazaba era por mucho, más sorprendente al hecho de que la estuviese apuntando. Era el chico que le habian robado en la ruta.

Una mezcla de emociones surgieron en menos de un segundo; estaba aliviada por el hecho de que el joven no hubiese muerto por su culpa, reconoció también el auto en donde se encontraba, era el mismo que ella le había dejado en el pueblo anterior para que pudiera salvarse. También el arma que usaba era la misma que ella le ofreció. Todo había resultado como ella lo había planeado; pero claro, no contó que el joven se hubiese tomado muy a pecho el robo y quisiera matarla, pensaba que con los regalos que le había ofrecido la deuda estaría saldada. Parece que no fue asi, ahora sentía rabia hacia ella misma por ayudarlo, mezclada con una fuerte decepción hacia el muchacho. 

—Bien... Sam ¿Verdad? Te lo preguntaré una sola vez, si no contestas lo que quiero... esos lindos amigos tuyos tendrán un jugoso almuerzo—amenazó fríamente el joven.

— ¿Qué, Sam? — preguntó el otro sujeto mirando nuevamente a la muchacha—, ¿Ella es tu admiradora?

— ¿Admiradora? —preguntó Sam, confundida.

— ¡Contéstame!—interrumpió bruscamente, el chico de cabellos en punta—. ¿Has leído mi diario?, ¿Alguien más lo leyó? Y, ¿Dónde está ahora el diario? Dímelo.

— ¿Qué?, ¿Tu diario?, ¿Todo esto es solo por tu diario? —preguntó Sam algo alterada y nerviosa. No tenía tiempo para perder con un loco de turno que solo quería su estúpido diario, necesitaba llegar rápidamente a la nación Escarlata para conseguir ayuda para sus amigos, y no tenía intenciones de perder más tiempo con este particular dúo.

—Respuesta equivocada—dijo seriamente el muchacho, y disparó.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora