10. El Señor De Los Zombis (VI)

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Zeta ya no conseguía respirar, su fuerza se había agotado por completo. Sus piernas ya no luchaban por conseguir una superficie y sus brazos se dejaron vencer. Lo único que podía hacer era esperar, y eso hizo, hasta que finalmente, cerró sus ojos.

Su cuerpo estaba sumido a un dolor intenso, sus únicas reservas de fuerzas las usaba para escuchar los ruidos ambientales a su alrededor. Sentía como su vida se escapaba de sus manos, y fue en ese momento cuando lo escuchó. Su oído izquierdo percibió un disparo a lo lejos, pero no podía ser Marcos, él se encontraba a su derecha, dedujo entonces que sería otra persona. En ese momento sintió un vació en el pecho, y la gravedad haciendo efecto en su cuerpo. Cayó al suelo en un golpe seco, sintió una catarata de alivio al inhalar una considerable bocanada de aire de una sola vez. Sus ojos aún permanecían cerrados, y el dolor cesaba de a poco, pero nunca terminaba por completo, de todas formas sintió que era mejor eso que nada. Los sonidos se le acoplaban, más disparos y gritos que apenas llegaba a comprender. Resonaban las incesantes pisadas del titán cerca de su posición, no entendía nada, pero no se esforzaba por hacerlo. Permaneció despierto hasta que su cansancio ganó la partida, y fue cuando perdió el conocimiento.

*****

El joven abrió sus ojos, sentía su rostro húmedo, y una lengua que se paseaba por su mejilla, fue cuando la lengua entró un poco en su oreja que despertó completamente. Apartó al pequeño Zeta con una mano, mientras con dificultad intentaba pararse, pero prefirió quedarse sentado en el lugar.

A su lado se encontraba Marcos, que también descansaba de una intensa lucha con el titán. Cuando desvió su mirada e inspeccionó el lugar se dio cuenta que seguía en la sala de espera, pero algo había cambiado. Los zombis ya no estaban; las puertas estaban bloqueadas con sillas y cadáveres, y todo el lugar se encontraba tenuemente iluminado con unas velas distribuidas por lo amplio. Elena y Érica se acercaron rápidamente al muchacho cuando lo vieron despierto.

- ¿Cómo te encuentras? ¿Estas mejor? -preguntó la enfermera, acercándose a Zeta.

-Sí, un poco -respondió Zeta, sobándose el cuello-. ¿Qué fue lo que pasó?

-Estuviste muy cerca de morir, tienes a un ángel de tu lado-dijo Érica con una sonrisa.

-De ángel nada, si Leo no hubiera llegado en ese momento, ahora no lo contarías -dijo Elena, con un tinte molesto en su voz.

- ¿Dónde está Leo? -preguntó el muchacho al percatarse que era el único que faltaba en el lugar.

-Él le disparó a ese monstruo antes de que te asesinara, y luego se lo llevó lejos de aquí -explicó Érica.

- ¿Cómo que se lo llevo?

-Leo se usó de cebo para alejar al monstruo de ti, se lo llevó hace un buen rato, lo que nos permitió poder acabar con el resto de los monstruos, sellar el lugar, y curarlos a ambos -dijo la enfermera, mientras observaba a Marcos aún en el suelo, luego se dirigió a Zeta-. Ah, y lo siento, tuve que darle tus visores nocturnos antes de que se fuera.

-No pasa nada.

-Sin él todos estaríamos muertos ahora, así que no vuelvas a decir esa estupidez de un ángel -Escupió la mujer de Marcos.

- ¿Ustedes hicieron todo esto solas?

- ¿Ahora eres machista?

-Basta -interrumpió Érica-. No lo dijo con esa intención.

-Para nada, es algo increíble. Las felicito y les agradezco mucho que no me dejaran morir -dijo el muchacho sonriendo-. Solo espero que Leo se encuentre bien.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora