10. El Señor De Los Zombis (VII)

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El animal se encontraba jugando con una mano en el suelo, pero la dejó de lado para prestar atención al joven. Zeta interpretó el acto como una afirmación y decidió por fin dirigirse hasta la puerta. Observó una última vez a todos los presentes para cerciorarse de que todos estuvieran en posición, todos asintieron al cruzar miradas con el muchacho. Zeta tomó aire, los golpes en la puerta aún se escuchaban, los monstruos estaban preparados para atacar. Pero ellos también lo estaban. El joven giró la llave lentamente, y abrió la puerta. Un grupo de cuatro hambrientos zombis, cruzaron a toda velocidad.

Marcos no tardó en utilizar su única mano sana, para tomar su escopeta y derribarlos, luego cruzó del otro lado y volvió a disparar, otro grupo de muertos cayó al suelo, el hueco estaba abierto.

- ¡Corran! -Ordenó Marcos, mientras comenzaba la carrera derribando a unos zombis con la culata de su escopeta.

- ¡Corre, amigo! -dijo Zeta, a su peludo compañero, mientras seguía a Marcos.

El pequeño Zeta acató la orden y partió junto al muchacho, pero su velocidad era tal que no le costó demasiado bordear a los monstruos y hacerse con la delantera. El animal surcaba el pasillo con tanta velocidad, que desestabilizaba a los zombis, dejándole servida la mesa a Marcos y Zeta para que los derribaran sin problemas. Las mujeres no se quedaban atrás, siguiéndoles el paso de cerca. El final del pasillo estaba a escasos metros, Elena se alegró por dentro, no quedaba mucho para que esta intensa misión terminara de una vez. Pero algo pasó, el pie de Elena resbaló al pisar un charco de sangre, la caída fue inminente y los monstruos no dudaron en atacar. Elena gritó de manera abrumadora, mientras esas criaturas le arrebataban su vida con uñas y dientes.

Marcos frenó en seco al escuchar la voz desesperada de su mujer pidiendo ayuda, volteó raudo para acudir a su socorro, pero Zeta le dio un fuerte empujón para que prosiguiera su camino. Tres palabras bastaron para que el espíritu de Marcos se quebrara en mil pedazos.

- ¡Ya es tarde!

Los ojos miel de Marcos no tardaron en estallar en lágrimas, su mujer aún seguía en el suelo, un centenar de esas bestias desgarraban cada pedazo de su cuerpo vivo, mientras la agonía de la mujer se escuchaba a gritos por todo el pasillo. El cuerpo de Marcos deseaba con ímpetu ir hacia su esposa, pero Zeta insistía, con escasos resultados, en arrastrarlo con él, pero la diferencia de peso entre ambos era considerable. Marcos desvío la mirada, su mente no podía soportar la escena, resolvió seguir corriendo. Aunque su cuerpo se movía su mente se había quedado junto a su mujer, repitiendo la brutal escena una y otra vez.
La enfermera los seguía de cerca, se había quedado unos pasos atrás, su edad ya no era la óptima para este tipo de actividades, de vez en cuando se giraba para disparar a ciegas a los monstruos que se le aparecían, al menos en eso si era buena. Pero desgraciadamente, al volver a voltearse, vio algo que le devolvió a su cuerpo las fuerzas necesarias para aumentar la velocidad. Un zombi nocturno bordeó a la muchedumbre de monstruos que se cenaban a Elena, y comenzó a correr desesperadamente hacia Érica. La mujer se esforzaba por alcanzar a los chicos, intentó advertirles con un grito, pero le era imposible pronunciar palabra alguna con lo agotada que se encontraba. Tanto Zeta como Marcos se alejaban cada vez más, ninguno de los dos miraba hacia atrás, como si se hubiesen olvidado de ella. Sus fuerzas se agotaban, su cuerpo comenzó a tornarse pesado, y el dolor de sus piernas incrementaba. No era de extrañar, la lucha que tuvo que realizar para despejar a todos los monstruos de la sala de espera la habían dejado a media máquina, y esto fue lo último que su organismo pudo aguantar. La mujer se frenó en seco mientras sostenía el peso de su cuerpo con las manos en sus rodillas. Sabía que su hora había llegado, intentó mirar hacia atrás una vez más, pero el nocturno fue más rápido.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora