11. Somos Los Escarlata (IV)

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-Tranquilo, viejo. Es el señor de los zombis.

*****

Un grupo de zombis los seguía muy de cerca, los callejones de la ciudad resultaban un buen escape mientras no hubiera otro monstruo esperando del otro lado para acorralarlos. Para suerte de Zeta y Rex, no fue ese el caso, pero en vez de eso, un auto destruido bloqueaba, de perfil, la salida a la calle. Ambos aumentaron la velocidad de sus pisadas y se dividieron para surcar el obstáculo desde distintas direcciones. Zeta, por su lado, se dirigió a la parte magullada del capó. Tomó impulso en un salto preciso, alzó ambas piernas juntas a la altura de su cintura, uso su mano derecha como punto de apoyo para sostenerse del capó y se deslizó por el aire terminando su trayecto limpiamente del otro lado.

Al mismo tiempo, Rex tenía que sortear la parte del vehículo más alta, pero eso no fue problema para el joven mecánico. Dio un salto hacia el muro aledaño, para pisar fuerte en la saliente de un ventanal, utilizó el impulso para arrojarse sobre el techo del vehículo, seguidamente, con sus manos extendidas hacia adelante, usó la inercia del salto para dar un giro de trescientos sesenta grados que terminó por pasar su cuerpo entero hacia el otro lado de la calle.

Ambos continuaron su curso dejando atrás al grupo de zombis que los acechaban, hasta que finalmente, pudieron llegar a su destino.

- ¿Seguro era este el edificio? -preguntó Rex, en medio de la playa de estacionamiento, buscando con la vista las tres motos de la nación.

-Jin dijo que estaban en la planta baja ¿cierto? Entonces debería ser aquí.

- ¿Seguro? No escuché que dijera eso.

-No lo recuerdo bien -confesó Zeta, mientras se dirigía a la rampa del estacionamiento.

-Sí, había olvidado que no eres bueno con tu memoria.

- ¡Aquí están! Ya las encontré -dijo Zeta, sin prestar atención a su compañero, mientras escalaba la rampa al piso superior.

Rex lo siguió hasta la siguiente planta, pero no encontró en ningún lugar los vehículos que buscaban, en su lugar habían autos destruidos y abandonados, sumado de cadáveres y sangre por doquier.

-Aquí no hay nada, Zeta -dijo Rex, con tono desalentador-. Probablemente este lugar fue escenario de una gran catástrofe y quienes estuvieron aquí se llevaron nuestras motos.

- ¿De qué hablas? Están aquí-dijo el joven, acercándose a un gran bulto cubierto por una manta y la retiró dejando al descubierto tres increíbles motos deportivas de distintos modelos.

- ¡No puede ser! -Dijo Rex, sus ojos brillaban al ver semejante maquinaria sobre dos ruedas. El muchacho se acercó más para apreciarlas mejor-. Soñé toda mi vida con conducir una de estas. Solo una persona en el taller de mi padre mandó a reparar una de este estilo, desde ese momento juré que algún día probaría montar una. ¿Cómo sabías que estaban ahí escondidas?

-No fue difícil -dijo Zeta sonriente, mientras montaba en una de las motos-. El manto tenía el símbolo de la nación en los bordes.

-Es una hermosura -Rex continuaba admirando las motos sin subirse a ninguna todavía, seleccionado cuál de las dos sobrantes sería mejor.

-Podrías dejar de babear y vamos a probarlas como se debe.

-Tienes razón -dijo Rex, mientras subía finalmente a una de las motos.

En el tablero se encontraba la llave de la misma, y la utilizó para ponerla en marcha. El motor rugió como un león, Rex aumentó las revoluciones solo para escuchar su imponente potencia. Observó por última vez a su compañero con una sonrisa de satisfacción, puso primera y alzó la parte delantera de la carrocería para iniciar la marcha.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora