13. No Eres Un Héroe (II)

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-Está bien... Franco ¿Perteneces a la Nación Oscura?

Al muchacho se le dibujó una media sonrisa antes de responder:

-Sí.

El semblante de Zeta cambió ante esa respuesta. Sabía que algo en él no era de fiar. Su actitud hostil y su gran cercanía con el presidente, eran evidencia de que quería acercarse solo para llevar información a la Nación Oscura. Una gran ira comenzó a crecer en su interior, sentía deseos de hacerle pagar por cada vida que esos mercenarios asquerosos se habían cobrado.

Sabía lo que tenía que decir, lo había estado esperando hace mucho tiempo y finalmente podía expresarse como él quería. Se acercó un paso hacia el joven, quien se encontraba con una grotesca sonrisa que destilaba soberbia. Eso solo lo enfureció más. Apretó su puño con fuerza. La comisura de sus labios se abrió para comenzar a hablar, pero algo lo sorprendió y lo obligó a quedarse callado.

Franco recibió un repentino golpe. Samantha le había dado un fuerte cachetazo justo en la cabeza y el muchacho no pudo evitar quejarse.

- ¡No bromees así! Esto es serio, Franco -Samantha estaba visiblemente furiosa. Nadie comprendía por qué hasta que la muchacha se los explicó-. Lo que dijo fue una mentira.

-Solo probaba que el detector funcionara, no es para que te pongas así -se defendió Franco.

-Vaya, por poco me lo creo -profirió Rex.

Franco comenzó a quitarse todos los cables, y se colocó de pie, cediéndole el asiento al presidente.

-Por lo visto nadie aquí es un traidor -comentó Máximo, tomando asiento-. Así que tenemos que tener cuidado con las personas de afuera.

- ¿Por qué no los entrevistamos a todos de la misma manera? -inquirió Patricia.

-Calavera no nos dio un gran rango de tiempo, tenemos que actuar cuanto antes -dijo Franco, revisando su reloj-. Nos dio una hora, la torre de radio queda a unos quince minutos de viaje. Si vamos ahora podríamos llegar antes de que maten a los prisioneros.

-Conociendo a Calavera, y no lo conozco como tú, los prisioneros ya estarán muertos -comentó Máximo-. Ir ahí será en vano. Calavera cuenta con que nosotros mandemos a todos nuestros hombres a recuperar la torre, y dejemos a Zeta aquí, desprotegido de un ataque sorpresa, para así poder llevárselo y destruirnos sin inconvenientes.

- ¿Entonces nos quedamos? -preguntó Rex, alternando otra posibilidad.

-Sería lo mismo. Si nos quedamos el infiltrado, sea quien fuere, avisará a Calavera de nuestros movimientos. Tenemos que actuar con inteligencia y detenimiento si queremos estar un paso sobre él.

- ¿Y que sugiere entonces? -dijo Sam, destilando nerviosismo en sus palabras.

-Lo que necesitamos son hombres. Por eso mismo, nos urge recuperar la posesión de la torre, así pediremos refuerzos a la sede central. Pero por otro lado, tampoco prescindimos de tanto tiempo como para esperar que esos refuerzos lleguen. Calavera ya está aquí y con la torre en su poder, puede hacer uso de la misma cadena de radio para pedir sus propios refuerzos -explicó el presidente, mientras tamborileaba sus dedos sobre la mesa-. Habrá que dividirnos, no veo otra salida. Un grupo numeroso deberá ir a luchar frente a frente con los oscuros en la torre, mientras un grupo reducido investigará si nuestros últimos aliados fueron atacados o siguen vivos, para darnos una mano en la batalla.

La habitación se sumió en un silencio sepulcral, del cual ninguno se atrevió a pronunciar palabra alguna. La situación estaba demasiado tensa. Lo que había comenzado como un día rutinario, había culminado como un campo de batalla de proporciones bélicas con la vida de todos en juego. Una mala decisión y todo acabaría para la Nación Escarlata.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora