CAPITULO 7: "Game Center"

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Caminamos hasta un centro de jugos, en la segunda planta, al final del pasillo, donde llegaba menos luz. Pero las luces fluorescentes de las máquinas y las paredes llenaban la sala. Había de todo tipo de juegos.

― ¿Estas segura? ― preguntó al ver a las personas dentro del lugar enfrascadas en sus juegos y los sonidos estridentes.

― ¡Si! ― Afirme feliz ― ¿Es genial o qué?

― Yo diría que o qué.

― ¿nunca habias venido? ― pregunté al verlo examinar cada parte de la sala.

― No.

― ¿Tus admiradoras no te dejan en paz cuando sales? ― pregunté entrando al lugar, el caminó a mi lado y me miró de reojo con una sonrisa.

― ¿Son celos los que detecto?

― No ― contesté sorprendida por la ridícula y aleatoria pregunta ― Solo sentía curiosidad.

― Sí, claro y yo fingiré que te creo.

― ¿Te atreves a usar mis propios hechizos en contra mí, Potter? ― pregunte con una sonrisa y la ceja levantada.

― ¿Quién? ― La duda en su cara me hizo retroceder horrorizada.

― ¿No eres capaz de entender una referencia a Harry Potter? ― puse mi mano en el pecho ofendida por ello.

― No sé de qué hablas.

― Retráctate ― le pedí, pero a él parecía divertirle mis reacciones ― Una de las mayores franquicias, libros, películas y toda clase de cosas...

Negó ― Lo siento.

― Muggle ― solté con amargura y desprecio.

Él sonrió ― Sigamos.

Avanzó hasta algunos juegos y yo le seguí el paso, se detuvo frente a uno, quizás elegido al azar. Lo observó con detenimiento, analizándolo a profundidad, parecía intentar descifrar algo.

― Tienes que pasar una tarjeta por ahí ― señalé el lugar y después seque mi cartera de a chaqueta, que estaba segura que Adelina había metido por que la había sentido al caminar.

― ¡Ya lo sabía! ― exclamó a la defensiva, como si fuera obvio, pero lo que sí lo era, es que no tenía ni la menor idea de cómo funcionaba todo eso.

Le extendí la tarjeta que tomó con rapidez y mientras mostraba su barbilla alzada, como si se encontrara en un puesto superior a todos ahí.

― ¿Necesita ayuda para deslizar la tarjeta, majestad? ― Hice una pequeña reverencia con una sonrisa burlesca y después reí.

― Puedo yo solo, muchas gracias por preguntar plebeya ― Dijo de igual forma que yo, siendo irónico.

El juego que había elegido era una versión pequeña de basquetbol, donde tenías que encestar las pelotas para ganar. Cuando deslizó la tarjeta 5 pelotas salieron de una compuerta. Y el marcador de la parte superior donde marcaba el tiempo y las pelotas encestadas se encendió.

― Imagino que tengo que encestar ― dijo sonriendo.

― Dependiendo del número de veces que enceste en el tiempo, te darán el número de boletos ― Le la tarjeta que había quedado en la ranura y después de esto el lugar donde estaban los premios ― Los puedes cambiar ahí por regalos.

Cuando el tiempo comenzó a correr, el chico apresurado lanzo y encestó tantas como pudo, no falló ninguna a pesar de la rapidez con la que lo hacía. Como digno chico de la clase A, bueno en deportes, no fue ningún obstáculo.

Educando a la futura princesa  (Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora