PARTY POISON

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Vuelve a mirar el reloj incorporado en la pulsera, lanzando un leve suspiro al comprobar que son exactamente las 16:58. Un minuto más tarde desde la última vez que repitió el mismo movimiento. ¿Pero dónde diablos estará Chem? Se da la vuelta sobre la barandilla, apoyando los brazos por encima de la barra mientras echa un vistazo al vacío agujero central del edificio, jugueteando con su máscara en la mano. Lo cual, visto desde un punto de vista práctico, no es muy buena idea, pues podrían verla con facilidad, a pesar de la altura a la que se encuentra. Aunque peor sería que algún gracioso apareciese de la nada y la empujase por el pasamanos, cayendo esos condenados treinta y seis pisos haciendo puenting sin cuerda. Siempre se ha preguntado si la gente que desgraciadamente cae hacia una muerte segura queda inconsciente justo antes de aterrizar sobre el suelo. Primero no entiende por qué lo hacen, habiendo, a parte de mejores soluciones, métodos mucho más efectivos e indoloros; y segundo, cree que es más probable que te dé un infarto en el aire antes de que tu cráneo impacte contra el asfalto. O al menos, está segura de que a ella le pasaría exactamente eso. Y aún peor que todo ello, es saltar y aun así fracasar, porque imagínate que no lo logras, que te rompes todos los huesos del cuerpo y aun así sobrevives. ¿Sería capaz un ser humano de soportar esos límites? Un escalofrío le recorre la espalda, apartándose ligeramente de la barandilla. Y luego se pregunta por qué le tiene miedo a las alturas...

"¡Twinkle!" Grita de repente una voz a sus espaldas.

La chica pega un pequeño respingo, propiciado seguramente por sus pensamientos macabros de media tarde. Y eso que, a juzgar por el volumen de la voz, quien la haya llamado aún se encuentra a varios metros de distancia. La aludida agacha la cabeza, soltando todo el aire que tiene en los pulmones, abrumada. Ya era hora.

"Ya era hora, Chem." Le dice al chico, volteando la mandíbula un poco por encima del hombro, soltando un brazo de la barandilla y girando lentamente mientras habla. "Será mejor que hablemos por el camino; tenemos que darnos prisa, se nos agota el tiempo y no creo que..."

Pero entonces, enmudece.

Su voz, al igual que todo su cuerpo, se paraliza. Se contrae. Las pupilas se dilatan como en un doscientos por cien; la boca medio abierta, y los pulmones tirando de las costillas por la falta de aire. Aprieta fuertemente la barandilla por miedo a caerse hacia atrás del estremecimiento. Y poco a poco, su pecho se levanta, llenándose con pequeñas e inconscientes bocanadas de aire que pasan a través de su tensa garganta. Quiere decir algo, pero no sabe el qué. Quiere llorar, gritar, hacer algo, pero no puede.

Chem mantiene una picaresca sonrisa de satisfacción dibujada en los labios. Permanece con los brazos situados detrás de la espalda, lanzando miradas hacia uno y hacia el otro. No ha dicho nada a nadie, sólo por ser testigo de sus reacciones; por ver sus rostros, por vivir el momento. Temía que su amigo no la reconociese. Han pasado muchos años y muchas peripecias, y sería más que normal que el tren de la memoria le fallase a cualquiera. Pero cuando mira de reojo al aludido, nota que éste se encuentra exactamente en la misma situación; la boca entreabierta, los músculos paralizados, sin saber muy bien cómo reaccionar. Si no fuera por la máscara amarilla, sus ojos estarían negros como el carbón.

Y por fin, tras intentarlo sin éxito un par de veces, consigue agarrar una bocanada de aire. "¿Janet?"

La chica no responde, pero esa palabra le golpea en los oídos con la fuerza de mil bombas atómicas. O tal vez sea por el timbre, como escuchar por primera vez la voz de un desconocido. De un modo u otro, añadiendo ventajas a la situación anterior, su corazón acelera por la autopista. De pronto, aprieta los labios y respira profundamente, intentando calmarse. Pero, en vez de eso, un huracán la empuja a sus espaldas; se despega de la barandilla y echa a correr hacia el Killjoy a una velocidad increíble, como Chem nunca la ha visto antes, levantando polvo y llamas bajo las suelas de sus botas. El otro responde de la misma manera, abriendo sus brazos todo lo que puede. Hasta que, al final, estas dos fuerzas imparables colisionan casi de forma violenta, enramando sus extremidades con pujanza. Janet hunde la cabeza en el hombro de su hermano, creyendo estrangularlo por toda la fuerza que emplea. Necesita cerciorarse de que no es un sueño, de que no está muerta. Aunque el mencionado reacciona por un estilo, apoyando la mandíbula sobre el hombro de la otra. Las piernas les fallan, y ambos se derrumban sobre el suelo, de rodillas, pero sin dejar de abrazarse. Tienen que recuperar el tiempo perdido, al fin y al cabo. Ninguno de los dos consigue retener las lágrimas a tiempo.

DANGER DAYS: AftermathWhere stories live. Discover now